19 de abril de 2018: rumbo a la primera República Democrática de Nicaragua
<<El objetivo urgente e inmediato de la lucha es el derrocamiento y erradicación total y definitiva de la dictadura orteguista; para seguidamente proceder a crear las condiciones que posibiliten la instauración, en un plazo más bien corto, de la primera República Democrática de nuestra historia, con todo lo que ello implica. Es este el objetivo final…>>
El 19 de abril de 2018, cinco años atrás, las ansias de libertad del pueblo nicaragüense, por décadas reprimidas, rompieron sus amarras y produjeron el estallido que inició una nueva etapa de la historia de nuestro país, en la cual, pese a la brutal reacción del despavorido orteguismo, continúa estrechándose el cerco en torno a la despreciable pandilla que lo encabeza y sus arrastrados y cada vez más escasos vasallos.
A lo largo de estos cinco años, con ojos de horror el mundo ha contemplado como miles de delincuentes, en contubernio con lo que llaman policías, por las calles y caminos del país asedian a la ciudadanía y con lujo de crueldad violentan sus más elementales derechos. Fuentes fidedignas han constatado y denunciado el asesinato de cientos de personas; el encarcelamiento, torturas y lesiones infligidos a miles más; el destierro, confiscación de sus bienes y pretendido despojo de su nacionalidad a firmes luchadores; y el cierre de varias universidades, numerosos medios de comunicación, y miles de organizaciones no gubernamentales, empresariales y de caridad, seguido por la incautación de sus bienes e instalaciones.
Monjas, sacerdotes y ciudadanos varios, incluyendo diplomáticos, han sido expulsados o impedidos de entrar o salir del país, al que tienen convertido en una gigantesca cárcel en la que desesperada y despiadadamente luchan por someter al coraje, la dignidad y la inteligencia del nicaragüense…y a la Iglesia Católica, a la cual han perseguido, denigrado y obstaculizado, y uno de cuyos obispos, el heroico Monseñor Rolando Álvarez, se encuentra recluido en las mazmorras del régimen.
Pero, pese a esas feroces medidas, han sido incapaces de doblegar el espíritu de nuestro pueblo, como lo demuestran el fortalecimiento del repudio y desprecio hacia sus opresores; el surgimiento de nuevas organizaciones y grupos de ellas, tanto en el territorio como en el exterior, que eventualmente deberán actuar en forma unificada; las innumerables movilizaciones que en estos días han tenido lugar dondequiera que hay nicaragüenses; la masiva emigración; el rotundo rechazo a participar en las farsas electorales…y hasta la deserción de muchos de sus vasallos y el retiro o destitución de funcionarios estatales y altos cargos de la Policía. El régimen está extremadamente debilitado.
Debe destacarse que, en su titánica lucha, Nicaragua ha contado con el apoyo de numerosas instituciones de la comunidad internacional que han denunciado claramente los crímenes de la dictadura, o al menos se los han reprochado y hasta la han sancionado; ciertamente eso no es suficiente ni se espera que lo sea, pero es innegable que le causa daños significativos.
<<Están dramáticamente equivocados quienes honradamente crean que este objetivo puede ser alcanzado mediante negociaciones que conduzcan a elecciones limpias que enfrenten a la dictadura con reales adversarios, no peleles; pues en éstas, bien lo sabe, irremisiblemente perdería el poder.>>
Para que estos esfuerzos internos y externos logren combinarse sinérgicamente y dar el golpe de gracia a la malherida pandilla orteguista, una crucial condición debe ser cumplida: que las fuerzas patrióticas alcancen el grado de entendimiento y organización que les permita ejecutar acciones en forma articulada y unificada, para lo cual es necesario procurar el surgimiento, alrededor de una cuidadosamente diseñada estrategia, y venciendo funestas y divisivas ambiciones personales, al igual que prematuras divergencias ideológicas, de un liderazgo íntegro, capaz y corajudo. Que no pierda de vista que el objetivo urgente e inmediato de la lucha es el derrocamiento y erradicación total y definitiva de la dictadura orteguista; para seguidamente proceder a crear las condiciones que posibiliten la instauración, en un plazo más bien corto, de la primera República Democrática de nuestra historia, con todo lo que ello implica. Es este el objetivo final…
Están dramáticamente equivocados quienes honradamente crean que este objetivo puede ser alcanzado mediante negociaciones que conduzcan a elecciones limpias que enfrenten a la dictadura con reales adversarios, no peleles; pues en éstas, bien lo sabe, irremisiblemente perdería el poder, con todas las consecuencias que tendrían que arrostrar. Nadie lo dijo más claramente que el inescrupuloso Tomás Borge: “todo puede suceder, menos que perdamos el poder”. Numerosas farsas electorales y crímenes de todo tipo proclaman, más allá de toda duda, el significado de esa siniestra afirmación. Por último, a lo largo de toda su vida, Ortega ha demostrado hasta la saciedad su firme adhesión a aquello que reza: “firmar me harás, cumplir jamás”. ¿Nos convertiremos en sus incautos cómplices?
El camino ya está señalado, ahora debemos y podemos recorrerlo: y cuanto antes…