“Adentro no queda nadie”, otras frases atroces, y un camino a recorrer
<<No crean nuestros compatriotas en el territorio nacional que los puntos de vista de Maradiaga, Montenegro, Ramírez Mercado, y la oposición que ha copado medios internacionales representa el sentir de todos los que estamos fuera de Nicaragua. Ni crean que no entendemos de qué se tratan todas sus maniobras, que persiguen apartar del protagonismo a la ciudadanía, con la excusa de “no se puede”, o una falsa compasión farisea. Los ciudadanos nicaragüenses son los dueños de Nicaragua, y como tales deben ser, y serán, aunque disguste a estas élites mañosas, quienes decidan su futuro.>>
No es la primera vez que el escritor Sergio Ramírez Mercado deja caer frases atroces en el rastro de la ignominia. Primero fue “el legado de la revolución fue la democracia”, falacia que sirvió de semilla de mito a quienes intentaban hacer florecer la falsedad de que el FSLN empezó a descomponerse a mediados de los 1990, quince años después de haber tomado el poder, y cinco de haber sufrido la humillación de perder la Presidencia en 1990.
Por “revolución”, Ramírez Mercado quiso decir la violenta dictadura en la cual su función fue similar a la que hoy en día ejerce Rosario Murillo. El inventario de aquella calamidad permanece incompleto, pero hubo genocidio; y hubo entre 50,000 y 100,000 muertos en guerra, muchachos secuestrados para el Servicio Militar Obligatorio y campesinos de la Resistencia o Contra. Hubo miles de prisioneros políticos, muchos de los cuales permanecieron secuestrados hasta la derrota electoral del FSLN en 1990. Hubo cientos de miles de exilados, en términos porcentuales una mayor cantidad que la que hoy contabilizamos. Hubo robo y usufructo de propiedades ajenas por la élite en el poder desde 1979 e incluso, con la complicidad del gobierno posterior, el de Violeta Chamorro y su yerno Antonio Lacayo (en pacto con los Ortega), muchos de esos robos se legalizaron. La infame “piñata” recibió la bendición oficial de la Asamblea pro-Chamorro-Lacayo de entonces. Y nadie pagó, por supuesto, el usufructo ilegítimo (“en 1990 yo entregué la llave de la casa en que vivía”, justificó, sin el menor pudor, la escritora Gioconda Belli ante las cámaras del periodista Luis Galeano). Antes había escrito Ramírez, mientras intentaba prolongar la primera dictadura del FSLN, que “Daniel Ortega es mi hermano, y es el mejor presidente de la historia de Nicaragua”.
Difícilmente creería uno superables estas joyas, hasta no verlas superadas por la más reciente, una lápida de indecencia que ––habrá que intentarlo de nuevo, la esperanza nunca se seca–– debería ser insuperable. La leo ahora. Dice Sergio Ramírez Mercado que “hay que construir una alternativa política opositora en el exilio, porque adentro no queda nadie”. En otras palabras, el noventa por ciento de la población de Nicaragua (10% ha tenido que huir desde 2018), reducido a “nadie”, despojado totalmente de identidad, voz y voto sobre su destino, no solo por los dictadores de turno, sino por uno de los ideólogos principales de “la oposición”. Seis millones y medio de nicaragüenses, atrapados en una prisión, y aplastados por un despotismo que debería avergonzar a Ramírez Mercado y resto de quienes han contribuido en su creación; seis millones y medio de nicaragüenses descartados una vez más, insensiblemente, desde la petulancia de los privilegiados del poder; una vez más convertidos en nadie, tratados como “nadie”. “Adentro no queda nadie”.
Píldoras de desesperanza
No es menos expresiva la afirmación de la también ex FSLN, Sofía Montenegro. Cuando, en reciente entrevista, le preguntaron a la distinguida periodista de Confidencial, sobre cómo acabar con la dictadura de turno, ella respondió: “pues tiene que ser en elecciones (con Ortega), porque no tenemos ni rifles, ni edad para otra cosa”. Es decir, para la señora Montenegro la razón de la estrategia es su edad, y los recursos con los cuales dice no contar… Es decir, ella (“ellos”) creen ser los protagonistas indispensables ––más bien únicos–– y como “no tienen edad”, pues habrá que pensar en otra cosa. Esta es, de hecho, una versión diferente de “adentro no queda nadie”.
Tampoco quedaba, para Narciso, nadie que no fuera su figura reflejada en el agua.
Estas afirmaciones, las de Ramírez Mercado, y la de Montenegro, no son del todo accidentales, mucho menos insignificantes en la definición de estrategia de la oposición. De hecho, la lógica que las articula y el sentimiento que las guía tienen efectos perniciosos, terribles, de hecho, que cuestan y han costado muchas vidas humanas en Nicaragua. Además, son píldoras de desesperanza que matan en el vientre del dolor la libertad. Son una manera más en que las élites repiten a la población lo que han dicho por años, con mayor intensidad y más recurrencia después del “susto” que se llevaron en 2018: “ustedes no pueden, es imposible”, repiten. Lo dicen desde El Carmen, lo dicen desde el Cosep, lo dicen desde las organizaciones financiadas por la oligarquía, lo dicen los dos personajes a quienes me he referido arriba: “ustedes no pueden; si no podemos nosotros, ustedes no pueden”. Y Ramírez Mercado va más allá: “ustedes no existen”, “adentro no queda nadie.”
“El problema”, implican, es entre “Ortega y nosotros”, y por eso buscan la “mediación” de (susurro: el imperio) “la comunidad internacional”, en el exterior, para resolver el diferendo a través de elecciones, ya que “no tenemos edad” para otra cosa que no sea elecciones, y además la lucha por derrocar a la dictadura tendría que darse “adentro” pero… “adentro no queda nadie”.
Visto así, no es para nada sorprendente la enorme desconfianza, rayana en el desprecio, que todo estudio de opinión de los últimos años revela que existe hacia esta “oposición”, de parte de la inmensa mayoría de los seis millones y medio de nicaragüenses oprimidos por la peor dictadura de nuestra historia, pero que, según estos opositores, no son “nadie”.
La “diáspora” tampoco cuenta
Tampoco es la lógica de exclusión máxima expresada por estos dos personajes un secreto que solo ellos revelen. Entrevistado por la periodista Lucía Pineda, otro político opositor prominente, Félix Maradiaga, nos da el aparente reverso (solo aparente, no real) de la postura de Ramírez Mercado: la exclusión de lo que llaman “diáspora”, es decir, de los cientos de miles de nicaragüenses que han fluido (huido) hacia Estados Unidos y otras partes del mundo, prácticamente sin interrupción, desde los 1980.
Aunque Maradiaga se deshace en pleitesías para “el pueblo que resiste dentro de Nicaragua”, en la práctica su ámbito de acción tiene el mismo centro, y el mismo norte, que el del resto de la oposición mediática: “la comunidad internacional”. A la “comunidad internacional” visitan, semana tras semana, dondequiera que “la comunidad internacional» esté. Y está en Washington, Suiza, Canadá, Bruselas, Seattle, La Haya, Los Ángeles, etc. La “comunidad internacional” está por todas partes del mundo esperando en los hoteles de lujo, los grandes salones de la democracia y los despachos de los poderosos que, según cuentan Maradiaga y otros, “piden unidad”, piden “una sola voz” a los seis millones y medio de nicaragüenses a quienes la dictadura (y ahora Ramírez Mercado y compañía) niegan el derecho a voz. La “comunidad internacional”, dice Maradiaga, “me lo ha recordado… me han pedido que construyamos un ‘equipo colegiado’ que podamos ser el punto de contacto de la comunidad internacional”.
Es decir, que cuando la “comunidad internacional” quiera “hablar con los nicaragüenses” sepa que con quienes tiene que entenderse son el Sr. Maradiaga y su “equipo técnico”. “Adentro no queda nadie; diríjase al ‘equipo técnico’”.
¿Y cómo sería electo este “equipo técnico”? Pues, en su afán de legitimación de una agencia fallida algunos políticos flotaron, en días recientes, la idea de una “elección primaria” de “representantes” que serían ese “punto de contacto” entre los nicaragüenses opositores y el mundo. Pero se trata de un mecanismo ilegítimo, porque ningún grupo o coalición puede arrogarse representar al pueblo nicaragüense en su totalidad cuando se vota sin padrón, dispersos por el mundo, y sin capacidad de votación en el territorio nacional. Sin mencionar que en una votación así hasta los agentes de la dictadura podrían participar. Podría decirse mucho más acerca de la ilegitimidad del intento, y más aún de la desesperación que muestra, de parte de políticos que buscan, ausente una estrategia de lucha, ausente un esfuerzo de unidad en acciones de lucha, ausente ningún esfuerzo de convocar y apoyar la lucha interna, una manera de validarse, ya no ante la población, sino ––lo repiten constantemente–– ante la “comunidad internacional”.
“Afuera no queda nadie”
Más económico en su apuro, Maradiaga descarta tal pantomima: “ya todos sabemos quién representa a quién”, afirma, y sugiere que deben sencillamente reunirse quienes “representan” a “ya se sabe quién”, y formar el crucial “equipo técnico”, para poder ir, supone, con mayor autoridad a pedir a la “comunidad internacional”, que “trate a la dictadura como dictadura”. Por si queda duda de quién cree él que debe estar en el “equipo técnico”, el político aclara que “ya lo estamos haciendo; esta papa caliente nos ha caído a los que ya tenemos estructuras… tenemos relaciones…”].
Pero el espíritu de apropiación (la otra cara de la moneda de la exclusión) alcanza en Maradiaga un nivel apenas disfrazado por su verborrea incontrolable, pronunciada en la impunidad que da la falta de todo cuestionamiento por su entrevistadora: para Maradiaga, la llamada diáspora tampoco existe. Lo suyo es casi un “afuera no queda nadie”. “Yo no soy diáspora”, protesta, cuando la Sra. Pineda le menciona que hay cuestionamientos que vienen de grupos de exilados. “Tengo un enorme respeto por la diáspora… que ha apoyado en ‘diferentes momentos’ a ‘quienes hemos estado en la lucha’… pero quiero ser categórico… mi trabajo y el de quienes nos acompañan es regresar a Nicaragua”. La implicación obvia (que enfatiza al explicar que él no ha aceptado ninguna otra nacionalidad, y que él “se levanta todos los días” pensando en cómo hacer posible el “regreso”), es que, así como la dictadura destierra y despoja de su nacionalidad y sus derechos a opositores como él, opositores como él no tienen empacho en desnacionalizar a desterrados anteriores, despojándolos así, en igual espíritu, un espíritu atrozmente excluyente, de sus derechos de ciudadanos. “Afuera no queda nadie”, parece muy claramente decir, “que no sea mi cohorte de políticos, que ya sabemos a quién representamos, y debemos ser, porque tenemos relaciones, y hemos estado en esto durante años, el ‘punto de contacto’ entre “la comunidad internacional” y “los nicaragüenses””. Por supuesto, “los nicaragüenses” excluye, “con mucho respeto”, a la diáspora [¿por qué tendría que ser de otra manera, si ellos no “trabajan por volver”?].
Y a los que están en Nicaragua, a quienes llama “el nervio vital de esto”, hace alabanzas por “resistir en silencio”, y un llamado a “no exponerse”. Pero ¿plan de lucha? ¿Plan de apoyo a quienes luchan? Ni una palabra. Ninguna propuesta estratégica. Apenas la pleitesía demagógica. Ningún mensaje al pueblo de Nicaragua en el territorio nacional, sobre cómo desde el exterior se va a apoyar la indispensable e inevitable lucha que se avecina. Sobre cómo sí se puede, sí se puede recuperar la libertad a través de la lucha.
“Unidos en espíritu”
Resulta que, al fin y al cabo, en algo están unidos los supuestamente divergentes “liberales”, a quienes dice pertenecer Maradiaga, y los que se llaman a sí mismo (y otros, equivocadamente, llaman) la “izquierda” de la oposición. Los respectivos partidarios de “izquierda” y “derecha” se destazan en las redes defendiendo las respectivas causas, pero bien haríamos todos, mejor haríamos, en notar que ambos “bandos” de la oposición que viaja por el mundo y acumula premios y recursos coincide en lo fundamental.
Coinciden en que se haga lo que dicen que dice la llamada “comunidad internacional”, es decir, Estados Unidos y la Unión Europea; es decir, un proceso al que, increíblemente, Sergio Ramírez Mercado llama “democrático”: elecciones bajo la dictadura.
Y como para ambos “adentro no queda nadie”, y “afuera no queda nadie”, pues algo queda al descubierto: el verdadero espíritu de sus acciones. Buscan, creen que tendrá que haber, un arreglo de cúpulas, un reacomodo del poder entre las élites, que ellos sueñan ocurrirá bajo el manto protector y la fuerza, no de la ciudadanía nicaragüense, sino de las potencias que ––sueñan ellos–– desplazarán al dictador de turno para entregarles a ellos el trono.
Cuán equivocados están si creen que de esa manera van, una vez más, a engañarnos.
¿Qué hacer, entonces?
Lo primero es pedir esto a nuestros compatriotas en el territorio nacional: no crean que los puntos de vista de Maradiaga, Montenegro, Ramírez Mercado, y la oposición que ha copado medios internacionales representa el sentir de todos los que estamos fuera de Nicaragua. No se sientan abandonados, olvidados y traicionados. No se sientan derrotados. No lo están, no lo estamos.
No crean que no entendemos de qué se tratan todas las maniobras de estos opositores, que persiguen apartar del protagonismo a la ciudadanía, con la excusa de “no se puede”, o una falsa compasión farisea.
Los ciudadanos nicaragüenses son los dueños de Nicaragua, y como tales deben ser, y serán, aunque disguste a estas élites mañosas, quienes decidan su futuro. Tomaremos (fuera, pero por supuesto, especialmente dentro) únicamente los riesgos necesarios, de manera inteligente. Y, con la confianza que da el saber que somos libres de espíritu, y que nos enfrentamos a un régimen cruel pero caduco, obsoleto, a una carcasa de poder, vamos a construir, paso a paso, poco a poco, un movimiento que al final nos llevará a la república democrática.
El primer paso en este movimiento es la conciencia de la realidad, y en la medida en que los políticos de la ambición personal se desnudan, y en la medida en que los políticos de la mentira se exponen, en la medida en la que muestran sus colmillos de exclusión, vamos aprendiendo quiénes son verdaderamente los amigos, los aliados, los oportunistas y los enemigos.
Por hoy, la lucha consiste en ir preparando las redes de células de ciudadanos que compartamos la información y vayamos adquiriendo cada vez más conocimiento y entrenamiento para las acciones políticas en la próxima oleada, cuando suba una vez más nuestra marea. Desde el exterior, el trabajo en apoyo de los nicaragüenses en el territorio debe seguir organizándose para ayudar con creación de propaganda y educación política, conseguir recursos materiales para los luchadores dentro del país, divulgar ante los pueblos del mundo (los pueblos, no solo los gobiernos) la denuncia de todos los atropellos que tienen en secuestro a muchos, desde Monseñor Rolando Álvarez, en condiciones crueles, hasta los familiares de los desterrados a quienes acosan y no dejan salir del país a reunirse con ellos.
El tema de las sanciones
Tampoco vamos a ser tímidos o cómplices en nuestras exigencias a los poderes fácticos extranjeros. Nótese la ausencia, en los discursos de los políticos que he mencionado, de ningún reclamo que afecte a la oligarquía cómplice. ¿Por qué no piden la suspensión temporal de los privilegios del Cafta a los milmillonarios?
Porque esperan que los milmillonarios en algún momento financien sus carreras políticas.
¿Por qué no llaman a los nicaragüenses a no usar Western Union, por ejemplo?
Por lo mismo, porque Western Union está en manos de oligarcas.
¿Por qué no llaman a un boicot de la Flor de Caña en el exterior, al que más bien se han opuesto?
Por lo mismo.
Nosotros llamamos a los nicaragüenses del mundo a hacer precisamente lo contrario, y a articularnos, junto con los ciudadanos que están en Nicaragua, en una lucha por derrocar al régimen y poner orden en nuestra casa. Y les decimos a nuestros compatriotas que sí, que, por supuesto se puede, que se ha podido y se podrá, pero tenemos que liberarnos (y ya vamos muy avanzados en esto) de los falsos liderazgos creados por millones de dólares de los poderes fácticos.
El tema de los recursos que fluyen del gobierno de Estados Unidos (y otros) a “Nicaragua”
Hay, incluso, fondos públicos (fondos que pagan en impuestos los ciudadanos de diferentes países) en juego. A los contribuyentes que pagan impuestos en Estados Unidos, por ejemplo, concierne, y tienen derecho a tener la información sobre ellos, los 23 millones de dólares que la actual administración aparentemente hizo fluir a “Nicaragua” en el 2022, de las cuales solo alrededor de 7 millones están más o menos explicados (casi todos dicen, en la página de información, “redacted”, es decir, en este contexto, “ocultado, tachado, censurado”). Sobre algunos de los fondos dicen que fueron para “ayuda humanitaria” al régimen. ¿Ayuda humanitaria a un régimen genocida? ¿Alguien puede explicar? Y del resto, más o menos 16 millones de dólares, ni siquiera se explica a quién o quiénes fueron entregados.
Hay que exigir explicaciones.
Los nicaragüenses, donde quiera que estemos, sobre todo si tenemos derechos legales, no debemos dar el beneficio de la duda a ningún político, más bien démosles, y démonos, el beneficio de la crítica, para empezar a poner orden en nuestras cosas, y exigir que pare la demagogia, la mentira, y la irresponsabilidad con el futuro de nuestros hermanos en Nicaragua, que sí existen, porque para nosotros es un atropello en sí decir que no cuentan ni los exilados de la llamada diáspora, y peor todavía decir que allá en nuestra patria “no queda nadie.”
Vamos a vencer. ¡Viva Nicaragua Libre!
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.