¿Adónde van tus remesas? El modelo nicaragüense de estabilidad falsa y desarraigo rentable
I. Introducción: la economía del exilio
La economía nicaragüense se sostiene cada vez menos sobre el trabajo interno y cada vez más sobre el sacrificio externo. En 2024, según el Banco Central de Nicaragua, las remesas familiares superaron los 5,350 millones de dólares, lo que representa el 28.4% del PIB. Esta cifra no es una anécdota. Es el eje de un modelo económico que ya no produce ni redistribuye, sino que administra la pobreza y exporta población.
La narrativa oficial habla de estabilidad macroeconómica, pero la verdadera estabilidad la proveen los miles de migrantes nicaragüenses que trabajan en silencio, envían dinero, y sostienen el consumo interno desde el exilio.
II. Del exilio al supermercado
Un estudio reciente del Diálogo Interamericano (Manuel Orozco, 2024) reveló que el 73% de las remesas se destinan al consumo básico, como alimentos, transporte y vivienda. Solo un 4.8% se invierte o se ahorra, lo que indica que las remesas no están construyendo desarrollo, sino conteniendo el colapso.
Además, según la Superintendencia de Bancos (SIBOIF, 2024), el 22% del crédito al consumo en el país está vinculado a familias receptoras de remesas, lo cual revela un patrón estructural: la banca se lucra del endeudamiento de quienes son subsidiados por el trabajo de sus familiares en el extranjero.
III. ¿Quién se queda con ese dinero?
El dinero que entra por amor termina en el aparato de consumo controlado por corporaciones, tanto nacionales como extranjeras. Entre los principales beneficiarios se encuentran:
- Walmart Centroamérica (Palí, Maxi Palí), que según su propio balance 2024, concentra más del 65% del mercado de alimentos minoristas en Nicaragua.
- Claro y Tigo, que capturan más del 80% de los hogares con remesas a través de recargas, paquetes de datos y servicios móviles.
- Banpro, Lafise y Promérica, que promueven créditos de consumo con tasas elevadas y escasa regulación, dirigidos especialmente a hogares que reciben remesas.
- Clínicas privadas, farmacias y colegios, que reemplazan servicios públicos colapsados.
- Comerciantes de materiales de construcción, que absorben parte del ingreso en mejoras de viviendas precarias.
En resumen: la remesa entra por la familia y se redistribuye hacia arriba, consolidando la riqueza de quienes ya controlan el país.
IV. El Estado: parásito fiscal del exilio
El régimen Ortega-Murillo no ha generado un plan nacional de empleo digno, ni de industrialización productiva. Pero sí recauda impuestos indirectos (IVA) sobre cada córdoba que las familias gastan gracias a las remesas.
Además, se beneficia políticamente. Aliviando el malestar social a través del consumo familiar, se reduce la presión callejera, la desesperación inmediata se posterga, y se maquilla el autoritarismo con cifras macroeconómicas enviadas desde Miami, San José o Los Ángeles.
Este no es un Estado desarrollista. Es un Estado rentista migratorio. No vive de lo que produce. Vive de lo que expulsa.
V. El gran capital: cómodo en el modelo
Los grupos empresariales dominantes —Pellas, Coen, Promérica— son en la práctica parte del régimen, que les garantiza de muchas maneras las condiciones que necesitan para enriquecerse cada vez más.
Mientras la diáspora envíe dinero, los bancos, supermercados, aseguradoras y constructoras seguirán ganando. Y mientras el dinero fluya, la oligarquía calla.
El pacto es silencioso pero claro:
“Vos no me expropiás. Yo no te cuestiono.”
Así se perpetúa el modelo: con remesas desde abajo y complicidad desde arriba.
VI. El costo humano del modelo
Más allá de los datos, hay un sacrificio emocional y espiritual:
- Niños que crecen sin abrazos.
- Madres que cuidan ancianos en el norte, pero no a los suyos.
- Hogares fragmentados, generaciones que no se reencuentran.
Cada transferencia no es solo dinero. Es una fractura. Es una vida partida por la mitad.
VII. Conclusión: una economía sobre pies migrantes
Las remesas no son un éxito del modelo. Son la prueba más clara de su fracaso.
Mientras el poder celebra “crecimiento”, el país se vacía. Mientras las élites venden cemento y seguros, el pueblo se va.
Y mientras se presume orden fiscal, la verdadera economía es sostenida desde la distancia.
VIII. ¿Quién debe rendir cuentas?
- El Estado, por expulsar en lugar de proteger.
- El gran capital, por enriquecerse sin transformar.
- La comunidad internacional, por validar una economía de desarraigo.
- Y nosotros, por no convertir esta conciencia en organización.

Epílogo visual: ¿A dónde van tus remesas?
En 2024…
- Más de $5,350 millones de dólares fueron enviados por nicaragüenses en el exterior.
- El 28.4% del PIB provino del esfuerzo migrante.
- El 73% se usó en consumo inmediato.
- Y el resultado es que la familia sobrevive, pero no avanza.
Pero hay una verdad que ningún dato puede ocultar:
el pueblo exiliado sostiene al país. Pero también puede liberarlo.