Es un genocidio de manual contra el pueblo palestino; afirma alto funcionario de las Naciones Unidas [¿Y tiene esto algo que ver con Nicaragua?]
Presentamos la carta de renuncia de Craig Mokhiber, Director de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Nueva York. Su denuncia del genocidio contra el pueblo palestino, y, sobre todo, sus conclusiones acerca de la raíz del conflicto y sobre “la falsa solución de dos Estados”, necesita escucharse.
No habrá paz mientras no haya justicia en Palestina. No habrá justicia mientras no exista un Estado que acoja a todos y proteja los derechos humanos de cada uno, sin importar origen étnico o afiliación religiosa. En otras palabras, mientras un Estado laico y democrático no sustituya al actual régimen de apartheid y ocupación que solo genera violencia y hace posible que existan los Hamases del mundo asesinando civiles y los Netanyahus ordenando un genocidio, mientras las grandes potencias de Occidente aplauden, y potencias menores, de fuerza regional, que buscan subvertir a las mayores alientan el terrorismo.
Lecciones para los nicaragüenses [que queremos libertad y democracia].
El problema en Palestina es estructural. Sin una solución estructural democrática la crueldad se adueña de las relaciones entre los grupos humanos. Todos tenemos derecho a vivir y para eso todos necesitamos que sea posible convivir. No se puede convivir en medio del miedo, del terror y de la opresión.
Esto lo sufrimos los nicaragüenses. Por eso, lo que ocurre en Palestina debe ser una lección para nosotros, porque nosotros, como los palestinos, somos insignificantes para los estrategas de la política exterior estadounidense, que busca satisfacer las metas de los políticos y de los poderes fácticos de ese país.
La asociación de los poderosos de Estados Unidos con el gobierno del Estado de Israel representa miles de millones de dólares en ingresos para los fabricantes de armas estadounidenses, ingresos fiscales para los Estados de la Unión donde están las fábricas, empleos para un ejército de cabilderos, agencias de publicidad, operadores políticos, etc.
El caso del conflicto Israel-Palestina también nos enseña que para dichos poderosos la desactivación de una masacre no es prioritaria, sino secundaria: para ellos, y para cualquier gobierno de Estados Unidos cuenta más la posición que alcancen en el tablero mundial, las ganancias materiales y la ganancia o pérdida de prestigio en lo doméstico. Por eso es que, al crimen cometido por Hamás, dejan (porque pueden evitarlo) que se sume un crimen que cobra aun más víctimas.
El amor y el interés fueron a [Nicaragua, Palestina, Otro País] un día. Pudo más el interés que el “amor” que te tenía.
Hay mucho más que aprender de este triste episodio, pero lo fundamental es esto: los nicaragüenses no podemos esperar que Estados Unidos resuelva la crisis de Nicaragua a nuestro favor. Y no debe extrañarnos que prefieran la permanencia de Ortega, mientras este les dé la “estabilidad” que desean, para no enfrentar ningún riesgo potencial a sus intereses y a los intereses de sus empresas y los de sus dóciles socios de la oligarquía.
Temen al cambio democrático tanto como nosotros lo necesitamos. Lo ven, lo han visto siempre, como un “reto”, como una situación más que “controlar”. Y este reto viene en un momento particularmente difícil, porque hay una crisis política en Estados Unidos, y ya existía, antes de la explosión del Medio Oriente una guerra de mucha mayor transcendencia en la que Estados Unidos está comprometido: la guerra de Rusia contra Ucrania.
De hecho, el objetivo no alcanzado de la Administración era mantener el conflicto Israel-Palestina “congelado” mientras se concentraban en apoyar a Ucrania y lidiar con las consecuencias de dicho conflicto. No es, por supuesto, por amor puro al pueblo ucraniano, que sí tiene derecho a la defensa porque ha sido agredido, y al igual que los palestinos, el poder invasor se niega a reconocerlo como una nación independiente.
No es amor, por supuesto; pero, aunque los fabricantes de armas de guerra en 38 estados (según cuenta ilusionado el senador Republicano Mitch McConnell, líder de ese partido en el Senado), se enriquecen cada vez más con fondos de los contribuyentes de Estados Unidos, esta vez los intereses de la libertad humana se benefician: la agresión imperial rusa ha de rechazarse, o retrocederemos aún más a la ley de la selva.
Gobierno de Estados Unidos: “[Somoza/Ortega/Nombre Futuro] es un hijo de perra, pero es nuestro hijo de perra”
En cualquier caso, queda claro que las potencias mundiales, entre ellos la más influyente en nuestro caso, Estados Unidos, organizan sus prioridades de acuerdo con sus intereses. Dichos intereses no coinciden necesariamente con los de la libertad y la democracia. Más bien, con frecuencia, chocan.
Es el caso de Nicaragua, donde, una vez más, la actitud del gobierno estadounidense es que, como en la era de Somoza García, el dictador actual “es el hijo de perra, pero es nuestro hijo de perra”. Hay que decir también que en el mejor de los casos “no hay prisa” para Washington en lo que respecta al sufrimiento de los nicaragüenses oprimidos (hay alguna, no mucha, por los palestinos, pero solo como parte de una ecuación política).
“Los nicas, que esperen”, parecen decir, “sacamos a nuestros operadores y aliados de la cárcel, que salgan también los que están con ellos, porque no podemos mostrarnos tan obviamente, y así ‘desinflamos’ el conflicto”.
Es decir, el gobierno de Estados Unidos se hace partícipe, con el régimen dictatorial de Nicaragua, de un acuerdo que es violatorio de los derechos humanos: el destierro forzoso de nacionales.
Así como en la guerra hay “daños colaterales”, en este pacto hubo “beneficios colaterales”, la excarcelación de ciudadanos arbitrariamente presos. Pero eso es “colateral”, y no refleja, ni la intención de las partes negociantes (Ortega-Murillo y el gobierno de Estados Unidos, ni el bien de los intereses de la mayoría de los Nicaragüenses: el triunfo de la libertad y la democracia en el país.
¿Por qué? Porque la libertad y la democracia en Nicaragua pasan por el derrocamiento de la dictadura de turno, y las maniobras de Estados Unidos, por el contrario, la oxigenan. Y no por accidente.
Así que, abramos los ojos, y pongamos nuestra barba colectiva en remojo.
Abajo está la carta:
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.