¡AL FILO DE LA NAVAJA! [por qué necesitamos del pensamiento filosófico para salir de las miserias]

A la comunidad filosófica global 

“La Filosofía es el problema de lo absoluto y el absoluto problema”

José Ortega y Gasset, filósofo español

<< La visión del mundo nacida con los antiguos griegos ocasionalmente se pone al filo de la navaja, pero los hechos históricos indican que es capaz de resurgir con su estilo agudo e incisivo, como una navaja filosófica a disposición de los McGyver de las grandes concepciones epistémicas para cortar los hilos terribles y vulgares de grupos de intereses sospechosamente contrafilosóficos, tecnocráticos y filosoficidas.  ¡Felices fiestas filósofos y filósofas de todo el mundo! >>

La Filosofía como software informático  

El pasado 18 de noviembre de 2021 se conmemoró el Día Mundial de la Filosofía. Si bien la UNESCO comenzó a rendirle honores a la «madre de las ciencias» desde 2002, no fue sino hasta 2005 que su Conferencia General proclamó el tercer jueves de cada noviembre como el día oficial para celebrar globalmente el «amor a la sabiduría». Este año, al igual que 2020, la enseñanza y el debate se dieron por medio de videoconferencias en plataformas virtuales debido a la emergencia sanitaria del SARS-COV-2. La pandemia del Covid-19 se volvió un problema filosófico de primer orden por su impacto mundial y los desafíos que ha impuesto a la humanidad en términos de sobrevivencia, adaptación y resiliencia. 

El “Gran Confinamiento” supuso medidas estrictas que pusieron a prueba la salud mental y emocional de las personas (encerrarse en casa, caminar enmascarados mucho tiempo o abusar del amonio cuaternario). La Ciencia Médica fue sorprendida por un virus para el cual no había tratamiento eficaz ni explicación convincente (como sucedió hace 100 años con la gripe española), provocando millones de contagios y fallecidos; lo que hace re-pensar cómo algo tan microscópico puso al «filo de la navaja» la existencia de la raza humana. 

Quizás en un contexto de emergencia sanitaria (ahora con la variante Ómicron) filosofar no es lo primero que se nos pasa por la cabeza, pero el trastorno de nuestros modos de socializar es razón suficiente para filosofar a causa de (y a pesar de) la pandemia. Conectarse a Facebook y verlo hecho un obituario hace reflexionar sobre el sentido de la vida (a propósito del atípico brote de renuncias laborales en EE.UU). Yo me he puesto a filosofar sobre la Filosofía. ¿Por qué? Algunos tenemos claro que, teniendo un porqué, encontraremos el cómo de las cosas. Sin embargo, son muchos quienes no lo tienen claro y más bien desprecian el sentido de la tradición epistémica que, semejante a un software informático, ofrece un menú de opciones sobre las distintas formas de pensar, sentir y actuar, para las cuales podemos programarnos y actualizarnos. A lo largo de la historia, el ser humano no sólo ha puesto al filo de la navaja su salud física, sino su salud espiritual. 

A Sócrates –el maestro de los que saben– se le atribuye la frase “una vida no reflexionada no es digna de ser vivida”. Por tanto, mientras haya reflexión filosófica habrá filósofos y habiendo filósofos hay Filosofía. Reflexión filosófica implica pasar de lo ordinario a lo trascendente y viceversa. Sus métodos y herramientas posibilitan el formarnos una concepción macroepistémica de las personas, las cosas y el universo. Dicha concepción determina cierta actitud personal, existencial y vital. Kant decía que no se trataba de aprender filosofías, sino ser filósofo; de ahí su célebre divisa para definir el movimiento intelectual de la Ilustración: ¡sapere aude! 

El filósofo y los grupos de poder  

A pesar de que la Filosofía Occidental es una cosmovisión con al menos 2,500 años de antigüedad desde sus orígenes con los 7 sabios de Grecia (la mayoría de ellos fueron estadistas), en diferentes momentos ha incomodado a grupos de poder con intereses personales que terminan lanzándose en una empresa indigna en contra de los personajes de sabiduría que predican el ejercicio de la razón y la práctica de la virtud. 

La esclavización de Platón por orden de Dionisio de Siracusa, la lapidación de Hipatia por instigación del obispo Cirilo (hoy venerado como “santo” por la Iglesia Católica) y el encarcelamiento de Denis Diderot por la monarquía absoluta francesa son casos emblemáticos de los peligros que se corre siendo librepensador. No es de extrañarse que ciertos filósofos han sido acusados de subversivos y revolucionarios, como si fueran unos pirómanos que disfrutan tirar fósforos encendidos en paja seca para causar llamaradas en el orden establecido. 

La desaparición de Filosofía como asignatura optativa de 4° de la educación secundaria obligatoria (ESO) como decisión de la clase dirigente española (a contrapunto con la idea de una filosofía para niños considerada por la misma UNESCO), me recuerda lo que sucedió en Nicaragua a principios del nuevo milenio. En 2001 hubo una tentativa de suspender definitivamente la enseñanza de Filosofía en 4 y 5 año de secundaria a través de una transformación curricular ordenada por el entonces ministro de educación, cultura y deporte, el ing. Fernando Robleto Lang, un tecnócrata del gobierno liberal. La propuesta no fue exitosa. Este filosoficidio, por dicha, quedó en grado de tentativa.  Curiosamente, en 2012 me tocó saludar en persona al ex ministro filosoficida convertido en Rector de la modesta Universidad de Ciencia y Tecnología, cuando impartí una conferencia sobre humanismo moderno en las instalaciones de su recinto universitario en Managua. 

Años atrás, durante el período revolucionario de los años 80’s, ideólogos del sandinismo llegaron a pensar que la autonomía universitaria había sido un medio para la toma del poder por la vía armada. Como el objetivo político se había cumplido, la autonomía universitaria ya no era necesaria. Este sofisma dio pase al control político-partidario sobre la educación superior en perjuicio de las libertades de cátedra y pensamiento. Algunas voces coinciden que el comandante Tomás Borge, ministro del interior, presidía –como un Torquemada de verde olivo– la persecución contrafilosófica del pensamiento divergente. 

El ideologismo partidario, hegemónico y belicista imperante de la época (con un culto fanático y romántico al heroísmo martirológico) fue caldo de cultivo para un pensamiento unidireccional. A este fenómeno de homogeneización ideológica (hostil con la multiplicidad de perspectivas) se sumó paradójicamente una generación de intelectuales, literatos y músicos afines al poder político. Entre los catedráticos de Filosofía que fueron acosados y excluidos por enseñar metódicamente el arte de pensar en la universidad pública vale la pena mencionar a los profesores René Lacayo y Fernando Benavente. En la Nicaragua de hoy, el cuadro descrito es igual o peor. Con los grupos de poder hostiles a la sabiduría, si no es la cicuta, es la cárcel o el ostracismo. 

Anécdotas personales de la Academia

A pesar del respeto tradicional a la Filosofía, la «ciencia de las ciencias» ha sufrido vejámenes, desinterés e indiferencia no sólo desde los grupos de poder, sino desde el seno de la misma Academia. A decir verdad, los filósofos académicos no siempre ponen interés para impedir que semejante cosa suceda, como si la mejor manera de enfrentar una amenaza fuera ignorándola. El desinterés de las partes explica que como alumno de secundaria no haya recibido Filosofía por un docente especializado (lo que produjo un ambiente irremediablemente aburrido) y que no haya recibido la cátedra en lo absoluto en mis estudios de grado en la Universidad Centroamericana. Pasarían años para que disfrutara de una buena cátedra a cargo del Prof. Pablo Kraudy, autor de Rubén Darío y la Condición Humana (2016).  

En mi primer viaje a Costa Rica tuve acceso a un clima propicio para la enseñanza y el desarrollo del pensamiento universal. La Universidad de Costa Rica ya disponía de un Departamento de Filosofía que contaba con su propio instituto de investigaciones. Se me dio la oportunidad de conocer un claustro docente especializado, entablando agradables coloquios con los profesores Álvaro Carvajal, Mario Solís y Juan Diego Moya. De esta agradable experiencia con los académicos ticos me encontré con la Asociación Costarricense de Filosofía (ACOFI) y la Asociación Centroamericana de Filosofía (ACAFI). 

Sin embargo, mi experiencia personal fue diferente en una visita que hice a la histórica Universidad San Carlos de Guatemala, al entrevistarme con dirigentes de la Asociación de Estudiantes Universitarios “Oliverio Castañeda de León” por una reciente manifestación estudiantil en el campus, les pregunté con entusiasmo dónde quedaba la Facultad de Humanidades y me quedé pasmado cuando me respondieron que no sabían, rematando con que no estaban seguros siquiera de que la carrera fuera impartida en la universidad. El liderazgo de un movimiento estudiantil que propugnaba por ideas de cambio social no supo darme razón de dónde quedaba la Facultad que enseña la carrera sobre las concepciones del mundo que hacen posible interpretarlo y transformarlo.  

Los filósofos, atraídos por los encantos de la Literatura y la Sociología, han terminado en pugnas con los científicos por criticar el cientifismo, la tecnocracia y la ciencia para fines bélicos. Al interesarse uno por estas querellas, repentinamente se termina polemizando acaloradamente a través de Facebook en un Círculo Escéptico conformado por españoles neopositivistas que cargan su bayoneta en defensa del método experimental cuando se les argumenta con el discurso filosófico. 

Los escépticos del siglo XXI manifestaban abiertamente en su grupo virtual un resentimiento contra Hegel (y contra cualquier filósofo que no fuera del Círculo de Viena) por aquel intento de crítica ontológica hacia la física mecánica de Newton. No dejaba de parecerme insólito tanta acidez contra la razón filosófica proviniendo de compatriotas del ilustre José Ortega y Gasset y del excelente Fernando Savater, educador filosófico de toda Iberoamérica, de quien he disfrutado su trabajo audiovisual con la Aventura del Pensamiento.  

El Güegüense no conoce a los Diógenes 

Aparte de Alejandro Serrano Caldera (incluido en una lista de 100 filósofos vivos e influyentes en una revista alemana de Filosofía) y unos pocos educadores dotados de un humanismo elevado como Mariano Fiallos Gil, la Filosofía no ha encontrado terreno fértil en Nicaragua a pesar de que en otros tiempos la ciudad de León pudo haber sido una “Atenas de Centroamérica” al volverse un emporio de la intelectualidad con poetas y ensayistas dando rienda suelta a su ingenio para expresarse desde el arte y la crítica. A la ciudad de León llegaron a instruirse prominentes intelectuales (políticos, historiadores, juristas, sacerdotes, etc.) que se volverían lumbreras en las incipientes repúblicas centroamericanas. 

No es casualidad que la Universidad Nacional de León haya sido la última universidad fundada en el continente americano por la Corona española. En 1812 la Corte de Cádiz hizo del Seminario Conciliar de San Ramón o Colegio Tridentino de León de Nicaragua una institución universitaria emblemática de una ciudad que se convertiría en epicentro intelectual de la región. Lamentablemente, el desarrollo filosófico se atrofió en el camino entre guerras, revoluciones y cuartelazos de una clase política mezquina, apasionada e ignorante que, hasta la fecha, instrumentaliza la educación pública y desdeña el espíritu intelectualmente libre. 

Cierta vez una amiga que estudiaba Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua me relató que un docente galeno había dicho en clase que no sabía para qué servía la Filosofía y que, por tanto, le parecía inútil y prácticamente sobrancera en el plan de la carrera. Yo le respondí con gallardía que su docente había dicho la estolidez más grande que jamás pudo haber dicho un médico en una universidad y le sugerí un par de lecturas para estimular su curiosidad. En respuesta a mi gallardía, la estudiante hizo justo lo que debía hacer para anularla: no mostrar mayor interés sobre la cuestión, ni siquiera tomarse la molestia de hojear El Mundo de Sofía (1991)

En otra ocasión una estudiante me afirmó en clase que no tenían nada ver con la actividad filosófica la problemática de la violencia social contra las mujeres ni su encuadramiento ideológico. Estos sucesos podrían parecer aislados e inconexos, pero realmente el problema de fondo radica en la valorización o criterio de utilidad que socialmente se tiene de la Filosofía como carrera y visión del mundo. La carrera de Filosofía no figura en la oferta académica de las universidades públicas y privadas más grandes y reconocidas del país. Esto explica que la Filosofía importe en Nicaragua lo que Nicaragua aporta a la Filosofía: nada.

Como vemos, el Güegüense no conoce a los Diógenes. 

La Ciencia trata de lo comprobable, la Filosofía de lo posible 

Las disputas mordaces entre los europeos parecen acentuarse a partir de la bifurcación entre Filosofía Analítica y Filosofía Continental. Mientras los primeros piensan que las cuestiones filosóficas están limitadas exclusivamente al lenguaje y a la divulgación de la investigación científica; los segundos están completamente convencidos –mores majorum– que pueden escribir de todo y sobre todo, eso da licencia a readaptar el mito de la caverna de Platón, revisar la dialéctica desde el Tao Te King o hacerle una nueva crítica a Nietzsche. La Filosofía Analítica, al igual que el empirismo lógico, germinó en el ambiente académico inglés, con los soportes del atomismo lógico del prolífico Bertrand Russell.  

Los logicistas anglosajones en su empresa de limpiar el conocimiento de toda metafísica quisieron extraerle un nervio vital al colmillo philosophicus: la especulación. Esta concepción ha permeado en la comunidad científica y explica que el Premio Nobel de Física Stephen Hawking, en coautoría con Leonard Mlodinow, haya escrito en su libro El Gran Diseño (2010) lo siguiente: 

“Viviendo en este vasto mundo, que a veces es amable y a veces cruel, y contemplando la inmensidad del firmamento encima de nosotros, nos hemos hecho siempre una multitud de preguntas. ¿Cómo podemos comprender el mundo en el que nos hallamos? ¿Cómo se comporta el universo? ¿Cuál es la naturaleza de la realidad? ¿De dónde viene todo lo que nos rodea? ¿Necesita el Universo un Creador? La mayoría de nosotros no pasa la mayor parte de su tiempo preocupándose por estas cuestiones, pero casi todos nos preocupamos por ellas en algún instante… Tradicionalmente, esas son cuestiones para la filosofía, pero la filosofía ha muerto. La filosofía no se ha mantenido al corriente de los desarrollos modernos de la ciencia, en particular de la física. Los científicos se han convertido en los portadores de la antorcha del descubrimiento en la búsqueda de conocimientos.”

Las palabras del afamado científico británico cayeron como baldazo de agua fría sobre quienes tenían la visión de que la investigación científica y la razón filosófica se reencontraran en el camino hacia la búsqueda de verdades generales y específicas. El Dr. Hawking tuvo que retractarse de haber declarado muerta la Filosofía, no tanto por el revuelo causado entre los académicos de las Humanidades, cuanto más por recapacitar que su afirmación encerraba precisamente una posición filosófica, incurriendo en una suerte de autorrefutación. El físico que ambicionaba una «teoría del todo» cayó en cuenta que ni el científico más des-filosofado se salva de utilizar premisas filosóficas para explicar el funcionamiento del universo observable. 

La Ciencia trata del campo de lo comprobable, la Filosofía del campo de lo posible. Lo filosófico se ocupa de lo científico y extracientífico (lo actitudinal, personal, existencial y vital); con esto último entiéndase la realidad humana total con sus creencias religiosas, tradiciones culturales, sentimientos amorosos, pasiones sexuales, obras estéticas y valores ético-políticos.  En la analogía del gato negro en una habitación oscura, además de una lámpara, se necesita de conciencia para encontrarlo. 

En América Latina, mientras unos se embriagan con ideologías peligrosas y nocivas, personajes de espíritu aristotélico como el Prof. Mario Bunge, del país suramericano con el sol en la bandera albiceleste, han construido puentes, como si fueran ingenieros epistemológicos, para que la Filosofía y las Ciencias –madre e hijas– se reencuentren para ampliar la mirada hacia el horizonte.  Se requiere apertura, diálogo e imaginación para comprender que una concepción dialéctica de la realidad (depurada de nociones metafísicas y politizadas preexistentes del hegelianismo y marxismo) puede complementarse perfectamente con la evolución de las especies y la dualidad cuántica onda-partícula. 

Por fortuna, hay quienes han tomado la iniciativa de usar medios digitales. Roxana Kreimer, exponente talentosa de un feminismo científico, arroja luces desde su canal en YouTube sobre la naturaleza humana valiéndose de disciplinas científicas como Biología, Neurociencia y Psicología Evolutiva, abogando por una Filosofía científicamente informada. Por su parte, el profesor Gustavo Esteban Romero, desde su canal de YouTube, enseña con rigor de doctor y claridad de pedagogo un curso completo de Filosofía de la Ciencia, concatenando problemas científicos con problemas filosóficos. Roxana y Gustavo también son argentinos.

La navaja filosófica 

No veo positivo ni útil una educación con una Filosofía acientífica, desamorada de la sociedad informática y digital. Es poco atractiva una cosmovisión que hace refritos de lo mismo o que sólo problematiza pero no resuelve problemas (ni les da respuesta a las grandes preguntas). 

Además de lo subjetivamente provechoso que puede resultar una conferencia sobre Leopoldo Zea Aguilar o una interpretación emancipadora sobre el film Matrix (1999), el conocimiento universal se enriquece cuando acercamos a un punto interseccional las cosmovisiones Philosophia y Scientia en su aproximación tenaz a la verdad de las cosas. El acervo intelectual humano evoluciona cuando cerebros como Jordan Peterson y Slavoj Žižek aceptan el sano debate practicando acuerdos y desacuerdos amigables en sus armonías y contradicciones. 

No basta con dar por hecho que la Filosofía es necesaria, se debe convencer que lo es. Eso pasa por reinventar sus maneras de pensar, sentir y hacer filosofía en aras de volverla atractiva a las juventudes, vinculándola con los problemas acuciantes de su tiempo y apostando a la interdisciplinariedad, sin renunciar al ideal de formar individuos con una educación completa (moral, intelectual, emocional y espiritual). El pensamiento filosófico debe verse como fuente de vitaminas cognitivas, como el vientre desde el cual se nutren el pensamiento científico-técnico, creativo e innovador. 

Sea en América Latina, España o cualquier otra parte del globo terráqueo, siempre que se menosprecie, desdeñe y/o ataque a la cosmovisión filosófica se estará ofendiendo a toda la humanidad pensante sin importar las fronteras, las culturas y los idiomas. La conmemoración del 18 de noviembre pasado sólo tiene sentido si asumimos y mantenemos una defensa vital del pensamiento crítico y liberador para evitar procesos involutivos. Educandos sin la facultad de filosofar, son como viajantes a la deriva en un planeta sin brújula. La visión del mundo nacida con los antiguos griegos ocasionalmente se pone al filo de la navaja, pero los hechos históricos indican que es capaz de resurgir con su estilo agudo e incisivo, como una navaja filosófica a disposición de los McGyver de las grandes concepciones epistémicas para cortar los hilos terribles y vulgares de grupos de intereses sospechosamente contrafilosóficos, tecnocráticos y filosoficidas. 

¡Felices fiestas filósofos y filósofas de todo el mundo!

Marco Aurelio Peña
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Autor en la Revista de Pensamiento Filosófico “Cátedra Alejandro Serrano Caldera”

Marco Aurelio Peña

Autor en la Revista de Pensamiento Filosófico “Cátedra Alejandro Serrano Caldera”