Aplanar la curva exponencial del contagio

Fernando Bárcenas
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El autor es ingeniero eléctrico.

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Quizás, la demanda más consecuente para superar el orteguismo, sea la disolución del ejército sandinista. Sin tal ejército partidario, el orteguismo, con su policía y sus paramilitares, es imposible. El ejército sandinista es la columna vertebral de la dictadura, y quien más se beneficia de la misma. Después de trece años de orteguismo, es fácil comprobar que este ejército es el legado estratégico más opresivo del sandinismo de los ochenta, que ha hecho retroceder al país por más de cuarenta años.

En Nicaragua, la epidemia no es vista por el régimen en el poder como una amenaza que debe ser contrarrestada científicamente, de manera, que su análisis, su seguimiento, su posible control, corresponda a criterios que emanan del comportamiento epidemiológico del virus, de acuerdo a sus características bioquímicas y fisiológicas que le permiten difundir el contagio y afectar el organismo humano. El régimen orteguista, ve la epidemia como un fenómeno con consecuencias políticas que afectan su control absolutista de la sociedad. Y para él, asegurar su poder discrecional pasa a ser la prioridad de las políticas públicas en esta emergencia sanitaria.

Distraerse de tal prioridad podría debilitar la lógica del Estado policial, que está más allá de los intereses de los ciudadanos.

La irracionalidad orteguista

En teoría, la epidemia pudo ser percibida por Ortega como un evento propicio para consolidar su poder, pudo aprovecharla para salir del aislamiento y formar alianzas. Sin embargo, se aisló más, y convirtió la epidemia en un elemento político nocivo, de gran impacto en su contra. Decidió ocultar y reprimir la información, a sabiendas que la contaminación y sus efectos es imposible de ocultar. Ahora, de forma más fría y premeditada, el régimen reproduce el mismo enfrentamiento de abril, que le llevó a usar el Estado como aparato de exterminio. Y con tal actitud no podía formar alianzas para enfrentar la epidemia. 

Cuando el INCAE le ofreció una tregua tuvo una gran oportunidad que, por infantilismo e ignorancia, nunca pudo percibir correctamente. Quedó vulnerable al impacto trágico de la epidemia. Magnificó el impacto negativo que ésta podía producir sobre la población. 

El poder absolutista no admite tregua para que prevalezca momentáneamente la sensatez. Adoptar las medidas correctas para mitigar las consecuencias desastrosas de una amenaza sanitaria bajo la dirección de la ciencia médica, le harían perder algo de su poder absolutista. 

Ortega se ve empujado por la lógica del absolutismo anacrónico a actuar en solitario, con irracionalidad respecto a los intereses nacionales. Los creyentes dirían que es como si dios lo quisiera perder. Su propia idiosincrasia lo empuja hacia el abismo. Vive noche y día montado en el poder dictatorial, con la misma obsesión del artista del trapecio, del cuento de Kafka, que vivía noche y día en el trapecio.

El gatopardismo perdido

El ejército, a partir de abril, pudo hacer gatopardismo. Hacer cambios oportunos para que todo quede igual, sin el Estado medieval orteguista. Perdió su oportunidad. Hoy es parte esencial del modelo dictatorial en crisis, y estratégicamente tiene todo que perder. Es obvio que no vio un aliado con la más mínima capacidad en la sociedad civil, pero, se encerró sin independencia creíble en el proceso de implosión, cada vez más acelerado a medida que el orteguismo se llena de amenazas que convierte en crisis simultáneas. En el desmontaje inevitable del orteguismo se incluye, estratégicamente, el desmontaje del ejército sandinista y de su poder económico. El consejo de generales pensó, de forma infantil, que después de abril podía deshojar margaritas, sin consecuencias estratégicas. Este es un ejército volcado, con total impunidad, a los negocios inmediatos, que carece de pensamiento estratégico, y que no se ubica dentro de un modelo político de largo plazo. Su horizonte no va más allá del día inmediato.

No se puede entender un grupo de uniformados que adquiere privilegios a manos llenas bajo un régimen dictatorial sin ideología alguna, que lleva al país esotéricamente a la bancarrota inminente. Estos aventureros uniformados, sin vínculo con un proyecto político nacional, no son propiamente militares, aunque tengan armas de guerra. Son otra cosa.

No sólo las sanciones de Estados Unidos se veían venir, sino, también su disolución, como demanda democrática elemental para reedificar la nación sin vicios ocultos que pongan en riesgo la estabilidad de los cambios profundos que requiere la sociedad.

Quizás, la demanda más consecuente para superar el orteguismo, sea la disolución del ejército sandinista. Sin tal ejército partidario, el orteguismo, con su policía y sus paramilitares, es imposible. El ejército sandinista es la columna vertebral de la dictadura, y quien más se beneficia de la misma. Después de trece años de orteguismo, es fácil comprobar que este ejército es el legado estratégico más opresivo del sandinismo de los ochenta, que ha hecho retroceder al país por más de cuarenta años.

Etapa de desarrollo exponencial de la epidemia

En su comparecencia más reciente, del 18 de mayo, además de mostrar que ha perdido la noción del tiempo (debieron apuntarle por tres veces que ese día era 18 de mayo y no 21), Ortega señaló que la ejecución de Somoza ocurrió en la fecha que fue asesinado Sandino (es decir, el 21 de febrero en lugar del 21 de septiembre), pensando, incluso, que la conmemoración de tal hecho correspondía al día de su comparecencia. Habló por cadena de radio y televisión del tranque de los furgones en Costa Rica (que se deriva del manejo poco eficiente de la pandemia en Panamá y Nicaragua), y abordó este hecho, relativamente de segundo orden, fuera de la prioridad de evitar la difusión intrafronteriza de la epidemia. 

Sin embargo, obvió por completo referirse al hecho que las muertes por coronavirus se duplicaron en una semana en nuestro país, de nueve casos a diecisiete -según sus registros nada creíbles-, y que los contagios, en una semana, pasaron de 25 a 470, multiplicándose 19 veces (con una duplicación cada dos días).

Conocida la morbilidad acelerada de este virus (cada enfermo contagia a cuatro), debió referirse con especial énfasis a las medidas adoptadas con urgencia para contener la difusión de la epidemia y para aplanar la curva de contagios en esta etapa de evidente desarrollo exponencial incontrolado. Y debió delegar en el ministro de economía y en el de salud la adopción de protocolos para que el flujo del transporte por Costa Rica cumpla con normas sanitarias estrictas en estas circunstancias (conforme a los requerimientos sensatos del país que mejor ha manejado la pandemia en el continente). Costa Rica es objeto de estudio mundial.

Ortega creyó que podía aprovechar el conflicto de los furgones para poner a Costa Rica a la defensiva. Se fue de boca. No previó que rápidamente la comunidad científica, la Cámara de Industrias y el ministerio de salud de Costa Rica llegarían a un acuerdo, basado en las prioridades de la salud del pueblo costarricense. Y que de inmediato, sobre esa prioridad recíproca, se llegaría a un acuerdo con las autoridades de Panamá. De manera, que en menos de 24 horas sería Ortega quien dificultaría un acuerdo para resolver el tránsito de los furgones bajo normas de control sanitario responsable. Pasando Ortega a la defensiva, bajo la propuesta costarricense de proyectos pilotos concebidos bajo una estrategia sanitaria.

Ortega no mencionó que con el protocolo sanitario de Costa Rica dieron positivo 55 transportistas de los 942 furgones. Es decir, 5.8 %. De ellos, 35 nicaragüenses dieron positivos, que conducían 92 furgones, para una tasa de 38 %.

Este es un muestreo estadístico terrible para Nicaragua. ¿Qué se puede inferir sobre la propagación del virus en nuestro país? Y uno se pregunta ¿cómo pasaron por la frontera y por el territorio nacional los 20 camioneros contagiados del resto de Centroamérica, que fueron detectados hasta que llegaron a la frontera costarricense? 

Obviamente, la irresponsabilidad del gobierno de Nicaragua y la falta de estrategia de contención de la epidemia no se puede filtrar a través de la frontera hacia Costa Rica (aunque se trabe momentáneamente el comercio). 

Ortega se dejó llevar por el bochinche. Fue una movida estratégica torpe que se revertiría rápidamente en su contra dado que la contradicción de los furgones varados ocurre en un ámbito científico de contención de la epidemia, a la cual debe ajustarse racionalmente, por fuerza, el tráfico comercial terrestre. Este incidente dejaría en evidencia la falta de estrategia global del orteguismo para contener la epidemia. 

Ortega lee un informe del MINSA sin análisis técnico

La burocracia orteguista no hace análisis técnicos. En las universidades se debe enseñar a pensar científicamente. A indagar metódicamente. Y a hacer previsiones por medio de leyes que explican los fenómenos, y que pueden reproducir experimentalmente su comportamiento. Las decisiones del orteguismo, caprichosas, discrecionales, mutilan el pensamiento científico, y lo reprimen a fin que el funcionario pierda independencia de criterio. De modo, que los informes de la burocracia carecen de análisis técnico, y de credibilidad.

El problema es que ante esta epidemia a Ortega lo ponen a leer informes, en cadena de radio y televisión, sin análisis técnico. Y resulta irracional, contradictorio, se revela incapaz de captar la realidad. Expresa conclusiones absurdas.

A Ortega le dan unos gráficos de barras, con cifras comparativas de las afecciones por neumonías, y de muertes por esta causa, en los cuatro primeros meses de 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020. Y Ortega lee las cifras que corresponde a cada barra, y concluye: “Esto para poder entender la forma en que estamos enfrentando esta Pandemia y cómo hemos logrado contrarrestar la Pandemia”.

Es obvio que esos gráficos no tienen nada que ver ni con la estrategia para enfrentar la epidemia, ni con los resultados de tal estrategia.

Los gráficos pudieron servir para reflejar la evolución de las incidencias de neumonías como resultado de planes específicos para reducir su incidencia debido a la inmunización en personas mayores de cincuenta años, con vacunas contra la influenza y contra neumonías graves por neumococos 23 valente.

En tal caso, los gráficos muestran una tendencia hacia la baja de esta enfermedad, y de su letalidad. Pero, a partir de 2020, hay una contra tendencia inexplicable, y los casos de neumonía respecto a 2019 se incrementan en 87 defunciones más (40 % más), y en 768 enfermos más (35 % más), en estos primeros cuatro meses.

Es decir, los gráficos de Ortega contradicen a Ortega. Muestran que en estos cuatro meses los casos de neumonía se han incrementado sin explicación estadística alguna. Pero, lo que Ortega debe hacer es bien simple. Explicar en situ, a una comisión de la OMS y a una comisión de médicos independientes, cuántas pruebas PCR y cuántos test rápidos se han hecho, con qué resultados, cuántos casos positivos se atienden en los hospitales, cuántos en sus casas, cuántos están en cuidados intensivos, cuántos han muerto. Y, ahora, que el contagio es exponencial, con qué medidas se piensa reducir la velocidad de contagio, mientras se fortalece la capacidad hospitalaria. 

Esto no es una sugerencia metodológica, es una simple constatación de una insensata inoperancia al frente de la estrategia del país cuando el contagio, y las muertes, es una curva exponencial agravada por las políticas públicas.

Fernando Bárcenas

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