Prosa de prisa (diario de un nicaragüense en el extranjero)
- Don Quijote redefine el heroísmo. El héroe, por definición, debe ser fuerte y hábil. El Caballero de la Triste Figura es lo contrario: no es un súper hombre sino alguien que vence obstáculos.
- Para Cervantes lo sagrado y lo profano no se deben mezclar. Santa Teresa de Jesús lo hace en Las moradas, él no. No sabemos si Don Quijote va a misa o comulga. Quizás por eso la novela ha tenido mucha fortuna en el mundo protestante. Esta división es tremendamente moderna.
- El Quijote es, a la vez, alabanza y parodia de las novelas de caballería cuyo modelo era cristiano. Cervantes es siempre ambiguo: su novela no puede leerse en clave cristiana sino, más bien, en clave ética y existencial. Por eso, al final, se hace llamar Alonso Quijano el Bueno.
- A diferencia de Cervantes, Shakespeare recurre a la antigüedad. El novelista español crea la modernidad. Mientras Don Quijote afirma, Hamlet duda.
- Don Quijote es todo perdón. Perdona a ladrones (en Inglaterra los ladrones eran ejecutados) y por eso el Estado se abalanza sobre él, incluso la Iglesia.
- Como era de esperar de todo caballero durante la Edad Media, Don Quijote idealiza y le atribuye a Dulcinea virtudes cristianas. Dulcinea es moldeada en su imaginación a semejanza de la Virgen María.
- Cervantes inicia la novela moderna a través de la cotidianeidad. Las aventuras de Don Quijote no son «extraordinarias», son parte del día a día. La narración de lo cotidiano (lo que sucede en la venta de Juan Palomeque el Zurdo, las andanzas y sucesos en los Campos de Montiel, Sierra Morena, los diálogos entre Don Quijote, Sancho y los demás personajes, etcétera) es uno de los grandes aportes de Cervantes a la escritura universal. Este será el modelo que seguirán, por ejemplo, Nicanor Parra y Ernesto Cardenal con la política y la ideología en manos y boca, al hablar de Conversacionalismo o, como lo llaman en Nicaragua, Exteriorismo.