Apuntes sobre la presentación de CLIC seguido de excepto de Antonio Méndez Rubio
(por, Jorge Salmerón Gálvez)
A veces cuesta trazar una línea entre el poeta y la persona que se encuentra detrás. En el caso de Antonio Méndez Rubio, nos une una amistad que traspasa fronteras y ha dado lugar a un nuevo reencuentro poético en Barcelona. En esta ocasión, el bueno de Juan Pablo Roa nos ha dado cobijo en su librería Animal Sospechoso, un espacio donde el tiempo se detiene y la poesía te abraza desde los anaqueles que descansan en sus paredes. En este contexto, dimos luz a su último libro CLIC seguido de excepto (Olifante Ediciones).
Nos recibió un variado público de amigos, poetas, escritores y algún que otro curioso que se acercó a escuchar al poeta.
Para comenzar, Antonio explica: «los poemas de CLIC dialogan entre sí, fue un trabajo difícil con un momento de vida especialmente difícil que creo ya pasó». Durante su escritura, el poeta no sabía muy bien dónde estaba y, más recientemente, escribió unos textos que le dieron la sensación de explicar un poco dónde había estado.
Leyó con cierta timidez, de manera pausada y entre certeros silencios, varios poemas de su poemario, dejando para el final este:
La atención hace
que de frío tiemble
hasta lo más vacío.
La mirada hace
que duela hasta una imagen
por insignificante que sea.
Una palabra hace
que tú te tambalees
de solo oírla.
El silencio hace
que se escuche lo demás.
La escucha hace el resto.
Tras la lectura, surge un interesante y esclarecedor diálogo con los asistentes. Durante este intercambio, surgieron ideas muy valiosas.
Pareciera que estemos huyendo del silencio, del vacío. El poema debe dejarse atravesar por ese vacío, por las elipsis, las pausas a destiempo. El poema debe respirar. Como dice Pilar Fraile en la solapa del libro «nos aleja de esa asfixia de la que partíamos para enfrentarnos con nuestra cara más humana: el reconocimiento del no saber».
Asegura también, Antonio, que sus textos no son para poner en voz alta, para recitar o declamar. Cuentan con el silencio y la soledad como punto de encuentro.
Hay un cruce entre lo que uno dice («poeta») y lo que dice el poema, un cuerpo, una materia que habla sola.
Juan Larrea dice que «el poema aparece cuando un espejo se rompe». Antonio intenta que el poema sea autocrítico, no tiene por qué ser un reflejo, una identificación con el poeta. Lo que espera del poema es un proceso de extrañamiento. El poema debe ser anarquista, jugando un poco con las palabras de García Lorca: «El poeta es anarquista, sólo debe escuchar su voz».
El poeta queda en un segundo plano. El poema existe solo en el momento de la lectura. El «yo» es un lugar que se ve desbordado, no negado. La voz desborda al cuerpo, viniendo de él, y deja de ser propia, pero no del todo.
Atreverse a leer CLIC seguido de excepto es atreverse a enfrentarse a esos fantasmas que quizá hacía tiempo no nos visitaban, hacer frente al silencio como terapia para escucharnos, para escuchar al poema atentamente e intentar entenderlo desde nuestro desconocimiento.