Bajar el gas

Pío Martínez
+ posts

«No podemos ni debemos bajar el gas y menos aún en este momento: es que por bajar el gas estamos donde estamos, es que por mirar hacia otro lado y esperar que los problemas se resolvieran solos hemos llegado aquí, a esta situación. En este momento crucial de nuestra historia estamos obligados a subir el gas y a subir la barra, a no mirar hacia otro lado, a no dejar pasar las cosas, sobre todo si son nuestros amigos quienes hacen las cosas indebidas».

Que les baje el gas a mis escritos, me aconseja gente que me es muy cercana y muy querida. Que no les dé tan duro a las élites, que no limpie el piso con ellas, que parezco envenenado, me dicen. Y yo, riéndome, les respondo que por culpa de mi buena educación y mi suave carácter ni siquiera digo la mitad de lo que siento y pienso, que me gustaría ser más firme, fustigar más fuertemente a la élite que ha conducido a este país por siglos al camino de su propio interés, según la conveniencia de su pequeñito grupo y pasando por encima del dolor de las grandes mayorías.

¿Bajar el gas? Jamás. Quienes escribimos, quienes criticamos por amor a nuestro paisito, tenemos que ser capaces de trasmitir el sentido de urgencia de lo que ocurre ahora en Nicaragua. No podemos quedarnos impasibles mientras a nuestro alrededor todo arde en llamas. Estamos en una encrucijada decisiva, nuestro futuro está en juego. Tenemos ahora que decidir entre seguir en lo mismo o abrirnos al cambio y empezar al fin a sentar las bases para una nueva sociedad, democrática, inclusiva, justa. 

Eso no se consigue bajando el gas y no podemos bajarlo; por el contrario, tenemos que ser aún más fuertes, tenemos que subir el gas hasta donde más se pueda, tenemos que echar arena en la corrupta, podrida maquinaria que produce dictadura, desigualdad, ignorancia y enriquecimiento de unos pocos sobre la miseria de una gran mayoría. Tenemos que impedir que hoy, otra vez, como siempre lo han hecho, las élites se arreglen entre sí según su conveniencia y en perjuicio del pueblo.

Que le bajáramos el gas pidió el tirano cuando aún duraba la protesta que empezó en abril y se encontraba contra la pared. Que dialogáramos, suplicó, y sus socios, asustados como él frente al empuje del pueblo, hicieron eco de sus palabras y pidieron también que se bajara el gas y el pueblo bajó el gas y ya sabemos lo que vino después.

No podemos ni debemos bajar el gas y menos aún en este momento: es que por bajar el gas estamos donde estamos, es que por mirar hacia otro lado y esperar que los problemas se resolvieran solos hemos llegado aquí, a esta situación. En este momento crucial de nuestra historia estamos obligados a subir el gas y a subir la barra, a no mirar hacia otro lado, a no dejar pasar las cosas, sobre todo si son nuestros amigos quienes hacen las cosas indebidas.

Porque siempre hemos bajado el gas tuvo que explotar la juventud en 2018, porque siempre fuimos haciéndonos de la vista gorda, permitiendo cualquier cosa, admitiendo que se nos subieran sobre nuestras cabezas, hasta que nuestra furia contenida, nuestra enorme frustración contenida, derribó al fin el dique que le habíamos construido y saltó hacia afuera.

No baje usted el gas, no es el momento de hacerlo. Yo procuraré subirlo.