¿Basta derrotar a Trump para salvar la democracia?
Esta semana ha sido insoportable para todos nosotros. Lo sé, aproximadamente la mitad de nuestra población que apoya a Trump está tan frustrada como aquellos de nosotros que queremos que Biden / Harris gane. Desde las elecciones del martes, hemos estado esperando que se termine de contar los votos en varios estados que están pendientes. Cada día nos acerca a una presidencia de Biden / Harris. El dúo Demócrata ya ha logrado una rotunda mayoría del voto popular. Pero nuestro sistema requiere que cada estado certifique su veredicto y luego que el colegio electoral declare al ganador. Veremos esto en las próximas semanas, si no días. Estamos en el umbral de poder deshacernos de un presidente que posiblemente hizo más daño a nuestra nación y al mundo que cualquier otro en la historia reciente.
Aún así, me preocupan varias cosas: la mayoría de los expertos académicos y de los medios de comunicación continúan analizando esta elección y sus resultados como si solo estuviéramos tratando de deshacernos de un presidente racista, misógino, homofóbico, xenófobo y autoritario cuyo efecto polarizador en el país es simplemente una extensión lógica de su «carácter grosero». De hecho, estamos tratando con un sociópata, cuyo comportamiento — en cada minuto de su Twitter y demás — nos amenaza de formas que nuestra lógica no logra comprender. Donald Trump ha nutrido un ejército de tropas de choque de camisas pardas listo para luchar en su defensa. En repetidas ocasiones ha dicho que no puede perder, que no cederá las elecciones ni abandonará la Casa Blanca. Desde que los votos en muchos estados comenzaron a disminuir sus posibilidades, ha tejido de manera constante una narrativa de acusaciones y mentiras infundadas, además de instigar procedimientos judiciales que espera lleguen a una Corte Suprema que ha logrado rellenar con un tercer ideólogo de derecha. Y como su Fiscal General ha cumplido todos sus deseos, no se puede contar con nuestro Departamento de Justicia para tratar de manera equitativa esta situación. Queda por ver cómo reaccionarán nuestras Fuerzas Armadas si se les pide que preserven la paz. Una guerra civil no puede descartarse.
Aunque algunos de ellos han reaccionado con atraso, últimamente nuestros principales medios de comunicación han estado haciendo todo lo posible para informar los hechos y denunciar las mentiras. El jueves, cuando Trump dio una conferencia de prensa llena de acusaciones infundadas, varias cadenas de televisión importantes lo interrumpieron. Pero, como presidente, Trump se ha beneficiado durante toda la campaña presidencial de la publicidad gratuita, tanto en las redes sociales como en otros medios. Nuestros medios periodísticos deben dejar de darle esta plataforma desde la que soltar su veneno y sembrar sus semillas de rebelión derechista.
La maquinaria del Partido Demócrata no ha estado a la altura de su discurso de inclusión e igualdad. Si bien algunos senadores demócratas, como Bernie Sanders y algunos representantes como Alexandria Ocasio-Cortéz y las otras tres en “el escuadrón» están trabajando incansablemente por el cambio social, la burocracia del partido ha defendido durante mucho tiempo los intereses neoliberales de un estado capitalista avanzado. Esta defensa ha sido extremadamente arrogante, y así lo perciben muchas mujeres, minorías y jóvenes cuyo resentimiento las ha empujado al campo de Trump. Puede que no les guste su comportamiento, pero él los ha convencido de que es un “outsider”, y lo creen más transparente que los Demócratas. Muchos de los que votamos por Biden / Harris lo hicimos sabiendo que debemos sacar a Trump, incluso si eso significa reemplazarlo con una alternativa mediocre. Todos trabajamos dentro de un sistema que está lejos de ser perfecto. Creo que debemos trabajar dentro de ese sistema mientras se establecen las bases sólidas para uno mejor. Pero me preocupa la libertad que muchos dan a los Demócratas cuando han demostrado ser una alternativa tan tibia, incluso oportunista.
El idioma es importante. Conduce a la acción. Si dejamos que etiquetas absurdas como «socialista» o «comunista» no se cuestionen cuando se utilizan para describir a neoliberales como Joe Biden, promovemos una narrativa que no tiene nada que ver con la realidad. Cada vez que excusamos el lenguaje racista, misógino u homofóbico, alegando que «no es lo que dice una persona sino lo que hace lo que importa», estamos fomentando una cultura en la que el odio al Otro es la norma. Cuando no hacemos responsables a Trump y sus compinches por cada mentira que dicen, nos estamos robando el futuro.
Esta semana sigue siendo intensa. Además de una crisis climática que está diezmando nuestro hábitat, además de una pandemia que cada día cobra más vidas y medios de subsistencia, estamos en medio de una crisis constitucional que es compleja y frecuentemente tergiversada. No nos adormezcamos creyendo que una victoria de Biden / Harris resolverá todos nuestros problemas. Trump todavía tiene una gran cantidad de seguidores. Continuarán pensando en él como su «presidente» y actuarán en consecuencia. El trumpismo está ahora profundamente arraigado en la mente y el corazón de una gran cantidad de ciudadanos. Muchos de ellos viven en zonas rurales y ven a sus adversarios como matones de las grandes ciudades que denigran sus valores y necesidades. Debemos encontrar una manera de unirnos, no solo para sanar, sino para escucharnos, escucharnos de verdad unos a otros.
Si observamos la historia —Alemania en los años 30, Vietnam en los 60 y 70, el cono sur de América Latina en los 70, Centroamérica en los 70 y 80— sabemos el tipo de daño irreparable que trae el fascismo. Depende de cada uno de nosotros detener la amenaza aquí y ahora.