Bella, misteriosa Granada
Bella, misteriosa Granada
En homenaje a tus primeros 500 años
«¡No la toquen!»
Rey Juan Carlos I de España
Año bisiesto 1524. En la loma de Jalteva, asentamiento del pueblo chorotega originario del norte de México, desde la que aún se divisan el inmenso lago Cocibolca y el volcán Mombacho, el lugarteniente Francisco Hernández de Córdoba (c. 1475 – 1526), enviado por el gobernador y capitán general Pedro Arias Dávila (c. 1440 – 1531) desde Castilla del Oro o actual Panamá, fundó la ciudad Granada. Era lunes 8 de diciembre, día en que los españoles celebraban el aún no proclamado dogma de la Inmaculada Concepción de María.
Cuatro meses después, el 10 de abril de 1525, Sebastián de Belalcázar (1480 – 1551) le entregaría a Pedrarias una misiva de parte de su compañero Hernández de Córdoba que, a finales de mes, Pedrarias remitiría a Carlos V (1500 – 1558), rey de España y del Sacro Imperio Romano. La misiva decía: «… de la dicha nueva Granada bajamos a la provincia de Imabite [y] en medio de ella se pobló la nueva ciudad de León».
Esta carta de relación, encontrada por el historiador Carlos Molina Argüello (1991 – 1998) en el Archivo General de Indias junto con otros documentos aún no refutados, deja claro que León Viejo, situado en la región de los indios imabites a orillas del lago Xolotlán, fue fundado diez días después por Fernández de Córdoba, es decir, el 18 de diciembre de 1524, día de Nuestra Señora de la Piedad. Por ello la primera iglesia de León Viejo, elevada a catedral en 1534, llevó su nombre.
Ochenta y seis años después, en 1610, León Santiago de los Caballeros sería refundado bajo nuevas leyes jurídicas y eclesiásticas en la localidad de los indios sutiabas tras convertirse el asentamiento original en una ciudad fantasma luego de varios terremotos y erupciones volcánicas del cercano Momotombo.
La hermosa Granada, cuyo nombre posiblemente provenga del latín granatum, milenaria fruta rojiza cultivada en la cuenca del Mediterráneo, o del árabe gar-anat, «ciudad de peregrinos», fue descrita por el periodista y diplomático estadounidense, Ephraim George Squier (1821 – 1888), en su testimonio Nicaragua: Its People, Scenary, Monuments (1852) en los siguientes términos:
Granada era una gran ciudad mucho antes de que los Peregrinos [los primeros en llegar a lo que hoy es la costa Este de los Estados Unidos en el barco The Mayflower] arribaran en Plymouth [Massachusetts, 1620] y antes de que [Henry] Hudson entrara en la bahía de Nueva York [1609].
A partir de aquel lunes 8 de diciembre de 1524 Granada ha acogido a muchos peregrinos. A diferencia de otras ciudades de Nicaragua y debido a su privilegiada posición geográfica en ruta del Desaguadero o posible vía para unir el Atlántico con el Pacífico, Granada, según escribiera el arquitecto y especialista en arquitectura virreinal Manuel González Galván (1933 – 2004) se convertiría en:
[…] la ciudad más linda de Nicaragua y la que tiene mayor unidad urbana en sus volúmenes, composición y material constructivo. Se trata de un caso de monumentalidad total, es decir, que no vale tanto por sus obras aisladas cuanto por el conjunto armonioso del todo; no es ciudad de monumentos que deben su gloria al genio creador de uno o varios autores, sino a la expresión de la sensibilidad común anónima de todos sus habitantes que en forma unánime manifiestan su gusto y su manera de vivir en la similitud repetida de sus casas de habitación (De Guatemala a Nicaragua: diario de viaje de un estudiante de arte, 1968).
Granada es y ha sido diamante que atrae y esparce luz, energía, valor. Por sus calles han transitado personas de diversas partes del mundo, muchas afincándose en ella para luego impulsar a sus intrépidos ciudadanos a erigir la columna vertebral de la economía nicaragüense.
De Granada salieron expediciones para fundar ciudades como Nueva Segovia (1543) y Ciudad Rama (1887). Granadinos fueron también los fundadores del Ingenio San Antonio (1890) ubicado en Chichigalpa, departamento de Chinandega, los comerciantes que iniciaron la industria ganadera en Chontales, y los planificadores de la colonización de Costa Rica. Aún en el siglo XXI Granada es el centro mandálico del turismo nicaragüense. Granada no es la capital de Nicaragua pero es «el» capital de nuestra nación.
Más aún: Granada dio el pensamiento artístico más estructurado de Nicaragua mediante el Movimiento de Vanguardia iniciado en 1928 con las tertulias de sus integrantes en la torre de la iglesia La Merced, en donde intercalaban opiniones tanto de política como del arte Occidental.
La nuestra fue una Vanguardia única. No surgió, como erróneamente se ha sostenido, en 1927 con la publicación de la «Oda a Rubén Darío», de José Coronel Urtecho (1906 – 1994), pues dicha «Oda» no concretiza el pensamiento vanguardista de Nicaragua. Lastimosamente Rubén Darío (1867 – 1916) no llegaría a ver el fruto de su hazaña lingüística que directa e indirectamente heredaron los vanguardistas. Rubén Darío, como el resto de la Nicaragua de la segunda mitad del siglo XIX, tenía a Granada como una ciudad anti-intelectual. Sin embargo a partir de los años treintas Granada se convirtió en una ciudad letrada.
Uno de los integrantes del Movimiento de Vanguardia, don Pablo Antonio Cuadra (1912 – 2002), compuso el más emblemático y nostálgico de cuantos poemas ha inspirado la «Sultana del Gran Lago», tal como en 1882 la bautizó la novelista y periodista de la Granada de España, Emilia Serrano y García (1834 – 1923), autora de un libro hoy tristemente desconocido: América y sus mujeres (1890). El «Soneto a Granada» (1993) de Don Pablo Antonio dice así:
Granadino: si buscas a Granada
en Granada, verás que la ciudad
te oculta la ciudad y no es verdad
lo que ves. Tu ciudad imaginada
existe en tu recuerdo y en tu edad
pero tu recuerdo es olvido, es nada
y el Lago lava a diario la soñada
historia que a diario inventa la ciudad.
Granada es la presencia de su ausencia.
Granada la construye tu esperanza
Y lo que ves es sólo tu deseo.
Por eso su belleza, según creo,
desconcierta al tiempo con su esencia
pues nunca es realidad, sino añoranza.
Víctima de saqueos e incendios, el más conocido fue el ordenado por el filibustero estadounidense William Walker (1824 – 1860) y ejecutado por su soldado Charles Frederick Henningsen (1815 – 1877) la madrugada del 23 de noviembre de 1856. Entre cenizas y humo, Henningsen levantó un letrero que decía Here Was Granada («Aquí estaba Granada»).
Sin embargo, Granada, la bella, sigue en el mismo lugar. Y aunque no sea la «misma» de hace quinientos años, sigue desconcertando por el gallardo encanto que sus hijos buscamos, cual oro purísimo, día a día en nuestros corazones guiados por la melancolía.
Pero los granadinos no somos nostálgicos, pues la nostalgia evoca un pasado muerto. La melancolía, en cambio, es un estado psíquico que construye y conduce a la acción. De ahí que para animarnos sigamos al rey David (c. 1040 – 966 a.C.) aunque con una ligera modificación del Salmo 137: «Que se nos pegue la lengua al paladar si no nos acordamos de ti, si no te ponemos, Granada, por encima de nuestra propia alegría».
¡Bella, altiva, misteriosa, imaginada, oculta, desconcertante y añorada Granada, gracias por existir!
Roberto Carlos Pérez
-
Roberto Carlos Pérez#molongui-disabled-link
-
Roberto Carlos Pérez#molongui-disabled-link
-
Roberto Carlos Pérez#molongui-disabled-link
-
Roberto Carlos Pérez#molongui-disabled-link