Breves apuntes sobre «Canto de guerra de las cosas»
Roberto Carlos Pérez
Canto de guerra de las cosas… El sustantivo «Canto» en el título ofrece una importante clave para entender la estructura del poema. En la poesía medieval y renacentista se denominaba «canto» (del latín cantus o «acto de cantar») a todo poema narrativo y extenso, y también a las partes o capítulos de dichos poemas.
Ejemplos de poemas compuestos en «cantos» son La divina comedia de Dante Alighieri (100 cantos), Las lusiadas de Luís de Camões (10 cantos), La araucana de Alonso de Ercilla (37 cantos), y el «canto» contemporáneo Los cantos de Ezra Pound (116 cantos).
La división en «cantos» era necesaria puesto que los juglares y trovadores no se asistían del libro para ejecutar las piezas, ya que el tamaño era demasiado grande. Los libros se encontraban en los refectorios o scriptoria de los conventos medievales y, en menor medida, entre la realeza.
Aunque en su primera versión «Canto de guerra de las cosas» estaba compuesto por 16 estrofas, se publicó con 14 que bien podrían considerarse «cantos» por su extensión y carácter épico.
Como los «cantos» de la antigüedad o los de los escritores contemporáneos, las estrofas o «cantos» de Joaquín Pasos se diferencian ya por los temas o por la intensidad poética. A esta estructura o división debe añadírsele al «Canto de guerra de las cosas» la idea general de lo que es un canto: un himno o una alabanza, en este caso una entonación a la destrucción.
Reproducimos íntegramente las estrofas que fueron suprimidas por el poeta antes de la publicación definitiva del poema en 1946 en la Revista Nuevos Horizontes, aunque existen fragmentos que remiten a una primera versión de 1943.
Es preciso notar que, a pesar de que estas también hablan sobre la guerra, difieren de la unidad del resto de «Canto de guerra de las cosas». Estos fragmentos no se integran al terror y el espanto descritos en el poema. Su supresión muestra la capacidad de autocrítica de Pasos respecto a su propio trabajo. Dichos fragmentos dicen así:
Fragmento 1*
Grande, alto, fuerte, de enorme músculo encendido,
el día se levanta y alza la mano en busca del rostro del
Señor.
No hacen un día todas las vidas de los hombres.
Ni todas las guerras juntas hacen tanta lucha.
Es triste el hombre vivo que ensaya el pobre aliento
en su pierna, en su caballo, en su mujer.
Ni todas las piernas del mundo hacen la carrera del día,
ni todos los caballos pueden arrastrar un ayer.
Pero este día arrastra al otro y al otro día,
perfectos y redondos modelos del trabajo del sol
ante el hombre de manos inútiles que ha dejado escapar
el milagro,
ante las barbas del hombre el brazo del día se alza día a día
hasta tocar las barbas del Señor.
¡Las espantosas barbas del Señor!
Fragmento 2**
Dicen que vais a la guerra.
¡Qué vais a ir!
Dicen que partís al alba.
¡Qué vais a partir!
Dicen que sois fuertes, dicen que sois altos,
dicen que vais a luchar.
Dicen que anheláis la lucha.
¡Qué va!
Dicen que daréis la sangre
además
de viejos tubos de dentífrico y de jabón de afeitar.
Dicen que vais a acabar
con el hambre de los pueblos,
pero después de cenar.
Dicen que pondréis las cosas
en su lugar,
pero hay mucho lugar sin cosas y muchas cosas sin lugar.
Os esperan esas cosas
enfurecidas, allá;
¿y vais a partir? ¡Qué va!
Allá sólo el bronce tiembla
y lo hace para cantar.
¡Y vosotros, ya tembláis!
Tembláis de miedo a morir,
y dicen que vais a la guerra…
¡Qué vais a ir!
*Fragmento publicado por primera vez en el suplemento La Prensa Literaria, Managua, Nicaragua, 5 de diciembre de 1965.
**Este segundo fragmento fue recogido por Luis Alberto Cabrales en su libro Política de Estados Unidos y poesía de Hispanoamérica, Managua, 1958.
Vosotros, dominadores del cristal, he ahí vuestros vidrios fundidos./Vuestras casas de porcelana, vuestros trenes de mica,/vuestras lágrimas envueltas en celofán, vuestros corazones de baquelita… Vidrio, porcelana, mica, celofán y baquelita son materiales que se inventaron o, cuando menos, fueron producidos a gran escala a principios del siglo XX gracias a la Revolución Industrial, iniciada a finales del siglo XVIII y que alcanzó su máximo apogeo en el XIX.
Hay que notar que la modernidad por la que Europa y los Estados Unidos abogaron durante este periodo de expansión económica gracias a la invención y la aceleración en la producción de bienes de consumo, se estrella a principios del siglo XX ante esta «modernidad» chata que Joaquín Pasos describe con ironía.
Pasos retoma la idea de modernidad, término ambiguo para Rubén Darío y el conjunto modernista para quienes, al igual que los poetas malditos, lo «moderno» representaba lo mecánico y lo vulgar, y la mira en progresión deteriorante. Quizás sea el único de sus contemporáneos nicaragüenses en ver que toda esa modernidad «barata» es signo de una inconmensurable pérdida espiritual.
Todo lo que Pasos describe a los «dominadores del cristal», de «risibles y hediondos pies de hule», es una carcajada socarrona y hasta lacrimosa hacia la nueva burguesía nicaragüense que ostentaba con orgullo lo que para Europa era ya tecnología inferior.
El 9 de diciembre de 1941 Anastasio Somoza García (1896 – 1956) le declaró la guerra a Japón por haber atacado la base de Pearl Harbor dos días antes, entrando, junto con los Estados Unidos, en la Segunda Guerra Mundial.
Joaquín Pasos pareciera decirles a todos los que apoyaron tal decisión y llenaban sus casas de lámparas de porcelana o productos esmaltados con baquelita: «¿Para ufanarnos de esta modernidad barata entramos y respaldamos este horror y toda su destrucción?»