Bukele, “Coyoles”, y Ortega: volver al principio
Pío Martínez
Alguna gente opina que hablar los nicas de Nayib Bukele, analizar su comportamiento y criticar sus actitudes autoritarias, es una pérdida de tiempo. Nada más lejos de la realidad. Al hablar ahora sobre Bukele, al poner en el tapete su manera de actuar estamos adelantando la discusión sobre la Nicaragua que queremos cuando salgamos de los Ortega. Estamos hablando de liderazgo, de formas de gobierno, de democracia y regímenes autoritarios. No es en realidad de Bukele de quien hablamos, es de nosotros mismos. Es por ello una discusión que no debe cansarnos y no debemos abandonar. Es un espejo en el que constantemente tendremos que mirarnos.
Nos fascinan los hombres fuertes, esos que si los dejamos sueltos después de un tiempo se convierten en dictadores. Ahora mismo, mientras estamos empeñados en salir de la dictadura y decimos que queremos democracia, con frecuencia nos sentimos frustrados porque los que andan por ahí metidos a políticos son hombres de suaves voces y delicadas maneras que no nos dan ganas de seguirlos. Decimos que no hay líderes y nos lamentamos porque no vemos aparecer un hombre que “se eche los huevos al hombro” y se enfrente a la dictadura y nos enamore y nos haga correr tras de él. Deseamos que nos caiga del cielo un macho alfa que nos libre de este dictador, uno que más adelante se convertirá él mismo en uno igualito a este que hoy nos mantiene bajo su bota.
En noviembre del año 2008, cuando ya era evidente para quien quisiera verlo – aunque muchos miraban a otro lado– que Ortega establecía una dictadura, escribí en un viejo blog el post que sigue. Es este un tema que es dolorosamente actual desde hace doscientos años.
Coyoles
Si algo refleja con precisión la forma de dominación que el dictador Anastasio Somoza ejercía sobre sus subordinados eran las palabras con la que éstos, en adoración, se referían a su jefe. Entre la sopa de palabras sobresalían “el jefe”, “el capachón”, “el perro macho”, “el hombre” y la que a mi juicio denota la más absoluta rendición, la entrega total, el summum del servilismo, la palabra con la que los jefes de la Guardia Nacional y los más abyectos de sus serviles le llamaban: “Coyoles”.
Esa palabrita, tomada del nombre de esa fruta redonda y de tamaño aproximado al de un huevo pequeño de gallina, producida por una palmera muy común en Nicaragua, se utiliza comúnmente para referirse a los testículos del hombre. “Tener coyoles” es ser valiente, aguerrido, empecinado, firme y cuando se ejecuta una acción de valentía o de reto se dice que la persona “se agarró los coyoles” o “se echó los coyoles a tuto”. Al referirse al jefe y llamarlo “Coyoles”, la cosa va mucho más allá, se trata de que aquel ha pasado a ser lo que en etología y especialmente en el estudio de los grandes primates se conoce como el “macho alfa”, el macho dominante del grupo, el único entre los machos de la manada que tiene la potestad de aparearse y preñar a las hembras del grupo. Es como si aquel macho fuese el único macho en el grupo, como si los otros fuesen machos disminuidos, como si sólo el líder tuviera “coyoles”. Por supuesto, los primates sometidos hacen trampa y en los descuidos del jefe se aparean con las hembras de baja categoría ellos también, pero eso no es aquí lo importante, lo que importa es que los machos del grupo se someten ante el macho alfa hasta el más bajo punto, el punto en que renuncian a extender su propia descendencia y dejar que sea él, el macho dominante, quien se encargue de propagar sus genes. Los machos dominados aceptan el desaparecimiento de sí mismos, aceptan ser borrados del mapa genético para que sean los genes del macho dominante (“coyoles”) los que viajen en la descendencia del grupo.
Al llamar a su jefe “coyoles”, los somocistas estaban cortando, sacrificando, de modo figurado ante su jefe sus propios “coyoles”, convirtiéndose en eunucos para servir a su jefe. Al llamarle de este modo le demuestran que en su relación con él, ellos ya no se consideran a sí mismos hombres y que en cualquier momento y lugar el único macho con coyoles es él, el todopoderoso jefe. En la machista cultura nuestra, lo que indica quién es en realidad un macho poderoso no es la cantidad de mujeres con las que se aparea, sino el número de hombres que se le someten y la calidad, la profundidad, de este sometimiento. El escalón último del sometimiento es aceptar que tu jefe es “coyoles” y que en relación a él vos sos un eunuco.
Esta mañana, un allegado de Daniel Ortega le confirmó a uno de mis contactos que en su círculo más cercano y ya desde hace tiempo, los varones llaman a su jefe “Cojones”, la palabrita cubana que traducida al español nica significa, usted lo sabrá: “coyoles”. Dicen que “Cojones” sonríe embelesado cuando escucha la palabreja.
Hemos dado la vuelta entera y hemos vuelto al principio.