CAOS Y ASCO DEL PAÍS MÁS SEGURO DEL MUNDO
<<¿Veremos pronto en El Salvador la eliminación masiva de organizaciones no gubernamentales? ¿Se les quitará la nacionalidad a los salvadoreños que “traicionen” a su patria enarbolando las verdades cotidianas?>>
La cultura en El Salvador es un estruendoso descalabro. El gobierno asumió como política de estado el desmantelamiento de la memoria y el pensamiento emancipador. Algunas muestras son la expulsión sumaria del periodismo crítico, la prohibición de que a las aulas escolares entren personas “ajenas” al Ministerio de Educación, revertir la misión cultural del canal 10 de televisión a mero órgano de propaganda gubernamental, la destrucción del sitio sagrado de Tacuscalco y del memorial de El Mozote o la demolición del edificio de la Biblioteca Nacional “Francisco Gavidia” para instalar un mall en forma de crucero.
Ahora cualquiera puede destruir patrimonio para hacer sus complejos residenciales sin que el gobierno oponga ningún requisito. En Nejapa se lucha contra una constructora que amenaza acabar con el pulmón de agua de la zona y dejar en la precariedad a los habitantes del lugar. El gobierno lo apadrina. De igual manera se ha desmantelado la lectura. Cierre total de Casas de la Cultura, de Red de Bibliotecas públicas, eliminación de la lectura de libros en los programas de estudio escolares y la shakirización de la Biblioteca Nacional, entre otras. La Universidad de El Salvador secuestrada por hordas de activistas gubernamentales con el aval de sus espurias autoridades, elegidas en procesos amañados y turbios. Esto como un breviario oscuro y amargo que amenaza con propagarse impunemente por todo El Salvador.
Un colmo lo representó la reciente captura del poeta y antropólogo salvadoreño-canadiense Carlos Bucio, quien decidió leer en voz alta los artículos de la Constitución de la República que prohíben tajantemente la reelección presidencial, obligación que tienen todas las instituciones del Estado, principalmente el Tribunal Supremo Electoral, pero que cobarde e irresponsablemente han callado, en total servidumbre al ejecutivo. A UN tan solo ejecutivo. La liberación de Bucio, tres días después, ante la ausencia de mérito legal para una detención, puso en evidencia el carácter represivo contra la libertad de prensa y de pensamiento que persiste en El Salvador.
Nos encontramos, pues, ya no ante el rigor de la ley, sino ante los caprichos y temores del aparato represor. Esto, a la luz de los afanes de la labor cultural deja en una situación de indefensión o de endeble oposición a los creadores auténticos. Paupérrimo favor hacen a los intelectuales y artistas los gobiernos que se apresuran a felicitar a un ciudadano que por muy “real” que sea su “triunfo” electoral, lo hace montado en una candidatura ilegal, ilegítima e inmoral.
Nos adentramos peligrosamente a una orteguización de la cultura en el más amplio de sus acepciones. ¿Veremos pronto en El Salvador la eliminación masiva de organizaciones no gubernamentales? ¿Se les quitará la nacionalidad a los salvadoreños que “traicionen” a su patria enarbolando las verdades cotidianas? ¿Se apresarán y eliminarán a los ciudadanos que no se alinean con el régimen? ¿Se volverá a asesinar sacerdotes?