Bolivia y Nicaragua

Al momento de escribir esto, la rebelión popular contra Evo Morales se extiende. Cuerpos de policía de muchas ciudades se unen al pueblo, el ejército se pronuncia renuente a reprimir, la cómplice OEA, de la mano del taimado Almagro, tira una última tabla de salvación a Morales: nueva elección con nuevas autoridades electorales, aunque de paso no tiene más remedio que confirmar el fraude, reducir a cero la legitimidad del régimen. Qué sucederá después es incierto, como es normal, pero ya podemos sacar algunas conclusiones iluminadoras para el caso de Nicaragua.

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La Alianza Cívica y la reconciliación con Ortega

La narrativa de la Alianza Cívica que busca—vanamente—defender a la organización del alud de críticas que resultan del contraste dramático entre su actuación y la de los opositores bolivianos, es que la única diferencia entre Nicaragua y Bolivia consistiría, dicen ellos, en que allá los policías y militares se negaron a reprimir.

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La unidad como principio del fin de las dictaduras

«Ortega y Murillo, junto con sus voceros serviles, incluidos los partidos políticos satélites, pregonan que la oposición está dividida y que constantemente se sacan los trapos sucios. Es verdad, la oposición aparentemente muestra división, no estar organizada y no tener experiencia. Sin embargo, nosotros, la oposición, estamos hechos de otro tipo de calado. No nos pareceremos a ellos y por tanto no tenemos ese tipo de cualidades. Los sandinistas no dicen que la oposición, desde abril mismo, está construyendo la democracia en Nicaragua».

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