Con respecto a si los jóvenes nicaragüenses debemos hacer política (Dos caminos que pudiera tomar la resistencia cívica nicaragüense)

Manuel Fabien Aliana
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«Si analizamos detenidamente el termómetro social, nos damos cuenta de que Nicaragua se está volviendo nuevamente una olla a presión social. Es por eso que tanto los partidos tradicionales como la AC y la UNAB están haciendo todo lo que pueden para evitar un nuevo estallido. Sin embargo, ninguna cúpula parece entender que, en un país en el que casi 60 % de la población tiene menos de 40 años, la única manera de evitar que esto vuelva a estallar es abriendo los espacios de decisión a los jóvenes y capacitarlos para reconstruir el país».

En estos momentos de desencanto, de desesperación, de desilusión y de depresión cívica y política, los partidos tradicionales han salido a la palestra para ocupar esos vacíos políticos que nosotros los jóvenes hemos dejado vacantes. 

Joven manifestante en Managua bajo la lluvia con rostro cubierto por una bandera de Nicaragua. Foto de Evelyn Flores.
Foto: Evelyn Flores

Como joven, no creo equivocarme si expreso que hemos sido manipulados, abandonados, menospreciados y desvalorizados por viejos caciques, cúpulas políticas y representantes del gran capital que solo han buscado a los jóvenes para sacarse la foto y tenerlos como caras bonitas de la lucha. Como dije en una publicación anterior: nadie se ha molestado en formar, capacitar y organizar realmente a una juventud que anhela reconstruir Nicaragua, pero que en este momento carece de herramientas y de organización suficientes para hacerlo. No tenemos jóvenes profesionales de la política porque las cúpulas no quieren que haya nuevos profesionales de la política que puedan cuestionarlas.

Hoy, en 2020, estamos claros de que los partidos tradicionales (los llamados «zancudos») se están jugando su sobrevivencia política de cara al 2021. Pero todos sabemos que cualquiera de esos partidos está en la incapacidad práctica de asumir un próximo gobierno de transición democrática. Es más, visto lo contaminada que está la política nicaragüense (y es duro decir esto), los partidos tradicionales ganarían más con una reelección de Ortega que asumiendo las riendas de un país en crisis, en bancarrota, traumado y, por encima de todo, con un pueblo encachimbado con las élites políticas y económicas.

En ese sentido, estoy percibiendo dos caminos a mediano y largo plazo para la oposición nicaragüense:

1) El primer camino y por ahora el menos probable es el de la construcción de un bloque de verdadera oposición, que represente a la juventud nicaragüense de cara a las «futuras elecciones». Un bloque en el que los jóvenes tengan capacidad de decisión, de organización y de liderazgo. Un bloque en el que, lejos de toda manipulación adultista, esté representada la voluntad de luchar por una nueva cultura política nicaragüense. Y cuando hablo de «nueva cultura política» me refiero a algo nacional, no a algo que copiemos de fuera. Algo que inventemos nosotros, sin pedirle permiso a nadie. El éxito de esta oposición dependerá del pulso que actualmente se juega entre las bases y las cúpulas en ciertas organizaciones y partidos políticos. Es un pulso difícil de ganar para las bases, y solo podrán ganarlo con ideas, liderazgos y organización. Y si digo que es un pulso difícil de ganar no es solo porque nos faltan ideas, sino también porque son las cúpulas las que controlan los recursos y los administran en forma mafiosa y selectiva.

2) La otra opción (la que veo como más probable) es la de un bloque joven, antielectoral, que tenga como lemas el «Que se vayan todos» y el «No a elecciones con Ortega». Ese bloque debería luchar en contra de la vieja cultura política y en contra de la farsa electoral que nos quieren imponer los caciques políticos, las cúpulas mafiosas y el gran capital. Porque, digámoslo, así como percibimos el panorama político, nos damos cuenta de que nadie está verdaderamente haciendo presión sobre la dictadura. O sea que, por el momento, las «futuras elecciones de 2021» serían a conveniencia de la cúpula del FSLN y de la familia Ortega Murillo. 

Si analizamos detenidamente el termómetro social, nos damos cuenta de que Nicaragua se está volviendo nuevamente (por enésima vez) una olla a presión social. Es por eso que tanto los partidos tradicionales como la AC y la UNAB están haciendo todo lo que pueden para evitar un nuevo estallido. Sin embargo, ninguna cúpula parece entender que, en un país en el que casi 60 % de la población tiene menos de 40 años, la única manera de evitar que esto vuelva a estallar es abriendo los espacios de decisión a los jóvenes y capacitarlos para reconstruir el país.

Lamentablemente, casi dos años después de abril 2018 (y más de 700 muertos después), no hemos terminado de entender que esta lucha es en contra de un sistema político mafioso: es una lucha patriótica en contra de la maldita vieja cultura política nicaragüense que nos mantiene en el subdesarrollo.

Manuel Fabien Aliana

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