Crónicas de un nica exiliado en Guanajuato
(Segunda parte: «Yo», el hermanastro de K.L.)

Uno deja de ser persona en otro país; te volvés un monigote de tus propias circunstancias. La extranjería se asemeja, pues, a Comala, el pueblo ficticio de Juan Rulfo: ahí la tierra exige a sus habitantes desaparecer en lamentos constreñidos y prietos, en un lugar donde no existen voces ni seres reales. Por ello, todo exiliado se termina convirtiendo en un habitante de Comala: soporta no tener voz ni ser.