¿Cuál es la conquista de la oposición?

Fernando Bárcenas
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El autor es ingeniero eléctrico.

Artículos de Fernando Bárcenas

…El problema es que la Coalición no es para promover el combate de masas, sino, para acceder a un pedazo grande de pastel, y se ponen zancadillas a cada paso. …Las masas los descartan al igual que a Ortega. Es lo que revela la encuesta de CID GALLUP… Ortega ve al PLC como su mejor arma. Su entrada en la coalición es como el obsequio que ideó Ulises para que ofreciendo a Troya un enorme caballo de madera, los griegos podrían adentrarse, con tal estratagema, en sus murallas inexpugnables luego de un cerco infructuoso de diez años. Salvo que el PLC de Arnoldo Alemán aquí no debería engañar a nadie… La Coalición es sólo un apéndice de la estrategia internacional, totalmente inútil por sí sola. La oposición electoral … no puede abordar qué ocurre si Ortega gana las elecciones (cuya esencia dictatorial no es únicamente el fraude electoral). Obviamente, legitimarían a Ortega porque no tienen una estrategia de lucha contra la dictadura, sino, de repartición de cuotas de poder.

Bonifacio Miranda, un ex asesor de la UNAB, escribe un nuevo artículo en Confidencial del 20 de junio, titulado “Una hoja de ruta para reconquistar el derecho a decidir”.

¿Una hoja de ruta para quién? ¿Para la población o para la oposición? Miranda piensa que escribe para la oposición, la población no cuenta mucho para él, en su posición nostálgica de asesor legal. ¿Qué es el derecho a decidir? Una ocurrencia confusa de Miranda, quizás quiso decir: elecciones libres.

En la sociedad, bajo un orden democrático, se delega el derecho a decidir. ¿Qué decisión es la que se delega? Lo importante no es que se decida libremente en quién delegar, sino, que se delega la decisión sobre cuál será el rumbo de la sociedad. Cuando la sociedad requiere una transformación progresista radical, no sólo en el orden jurídico, la conquista más importante no es en quien delegar, sino, que los luchadores decidan en qué transformar la sociedad.

Cuando se trata de un enfrentamiento estratégico no puede haber una hoja de ruta, como ocurre cuando se planifica una excursión por el bosque. Simplemente, porque en la lucha social se trata de vencer, de forma dinámica, la estrategia enemiga con múltiples enfrentamientos inesperados.

La política desde una visión formal, burocrática 

Rebatir el escrito de Miranda puede servir para aclarar la relación entre la oposición tradicional, electorera, sus conflictos, y el movimiento de masas; y sobre las tareas del momento desde una óptica revolucionaria. 

Escribe Miranda: “El proyecto político de la Coalición Nacional está basado en una arquitectura laberíntica”.

La Coalición se basa, no en la arquitectura, es decir, en sus estatutos, sino, en la idea compartida que si negocian en bloque con Ortega tienen mayores posibilidades de obtener más concesiones. Y en que la idea de la comunidad internacional es que actúen en bloque por una reforma electoral. De modo, que la etapa actual –para ellos- es la de formar un bloque (incluyendo a los partidos zancudos), que impida a Ortega negociar por separado unas reformas cosméticas. No se trata de una unidad como un fin en sí, como cree Miranda, sino, de una unidad táctica para aislar a Ortega.

Sin embargo, formar un bloque negociador es extremadamente difícil, precisamente, por la naturaleza conflictiva de sus integrantes: ahora corruptos, ahora torpes.

La arquitectura de la Coalición no interesa a nadie. Porque esa arquitectura es la que corresponde a la naturaleza de la Coalición, responde a los prejuicios e intereses contradictorios de sus integrantes. Es lo que permite, hasta cierto punto, que estén juntos provisionalmente, aunque no tengan mayor afinidad y se ataquen constantemente. Esa arquitectura es lo que han acordado para sus fines después de cuatro meses de negociar sus respectivas aprensiones y metas recónditas. Y no les basta, abren una nueva negociación sobre lo negociado (cómo tomar decisiones sobre temas sensibles). Ello es producto del ocio, de una agrupación que no se propone combatir, y que está a expensas que Ortega se decida a negociar cuando le parezca.

Miranda cree que puede sugerir una arquitectura distinta, aunque no se corresponda con la idiosincrasia de los integrantes de la coalición. De manera, que escribe recomendaciones a sus anchas, como si estuviera ante una página en blanco. Les llama a elaborar un discurso, y a que se unan en torno a ese discurso sólo con el fin que cuenten con mayor respaldo para negociar.

La desconfianza en la Coalición crece

El quid del problema radica en que ningún estatuto o arquitectura organizativa cambia o neutraliza el comportamiento antidemocrático y trapero de los políticos tradicionales. En especial, de los zancudos de viejo cuño. Y que, en estas circunstancias, la oposición pretende atraer a los zancudos para que no negocien de manera independiente con Ortega reformas electorales cosméticas. Así, se ven obligados a meter dentro de la camisa a un pequeño Ortega. De modo, que el orteguismo corre por las venas de la oposición electorera.

Esta estrategia electorera se muestra inviable a cada paso. Todos desconfían de todos, con justa razón, y deben dormir con un ojo abierto y con un puñal entre los dientes, de espaldas a la pared.

Dice Miranda:

“Existe una desconexión entre el calvario cotidiano de la población en la lucha por la sobrevivencia, y la lucha contra la dictadura. La mayoría de los grupos de oposición no han logrado articular una política y discurso que sirva de nexo entre los requerimientos básicos e inmediatos de la población, y la batalla política por la democratización de Nicaragua”.

No hay discurso que sirva de nexo entre los requerimientos inmediatos de la población y la democratización de Nicaragua. Se trata, no de discursos de parte de políticos tradicionales, sino, de que la lucha de masas se convierta en lucha política. Y, para un partido combativo, de organizar tales luchas. La democratización de Nicaragua sólo es posible si las masas pasan a la lucha política contra la dictadura, no por reformas electorales o con discursos. De manera, que al hablar de la oposición tradicional es absurdo reclamarle que no vean a las masas como agentes de la democratización del país. Miranda las ve también como simples votantes, pero, cree que hay que estimularlas a votar con discursos sobre sus condiciones de existencia (como hace cualquier político tradicional).

La lucha por la sobrevivencia no es un calvario para el pueblo, porque es consustancial a la existencia humana. El calvario no es la lucha para satisfacer necesidades humanas en cualquier circunstancia, sino, en las circunstancias críticas actuales, que sólo se pueden resolver con el desmantelamiento de la dictadura orteguista. La crisis política, económica y sanitaria, esas condiciones concretas derivadas de la crisis de Ortega, es el calvario que padece la población. Significa, para las masas, el imperio de condiciones extremas por la crisis de la dictadura, que conlleva a un constante deterioro de las condiciones de existencia de la población. Por ahora, el calvario político es la dictadura orteguista, contra la que hay que luchar de manera directa. La pregunta latente es ¿qué decidirá la lucha directa de las masas? Seguramente, un desarrollo de la sociedad que brinde oportunidades a los sectores marginados.

Luego Miranda pasa a la demagogia abiertamente:

“La fuerza de la oposición no dependerá de cuantos grupos suscriban o formen parte de la Coalición Nacional, sino del discurso que se arraigue en el corazón de las masas populares”.

Quiso decir, por lógica, que no hay necesidad de formar una coalición, y que basta un solo hombre que pronuncie un discurso que se arraigue en el corazón de las masas. Debió decir, en cambio, que la fuerza de la oposición sería decisiva si las masas se dispusieran a luchar bajo su dirección. Pero, Miranda no habla de luchas de masas, a lo sumo habla de calvario. De modo, que no percibe que si más grupos sin escrúpulos acuden a la Coalición a negociar con Ortega más crecerá el antagonismo y las discrepancias a su interior. Porque mayor será el caos y la entropía en la Coalición.

Vemos que lo que interesa a Miranda es que la oposición comparezca al escenario electoral fuerte y compacta. Ello depende –según Miranda- de un discurso convincente. No de consignas combativas, sino, de discursos. ¿Qué hacen las masas con un discurso arraigado en su corazón? ¿Votar por la oposición? Para Miranda de eso se trata. Con eso basta. Pero, alguien con un discurso arraigado en el corazón seguramente sufrirá una crisis cardiaca severa. El problema es que la Coalición no es para promover el combate de masas, sino, para acceder a un pedazo grande de pastel, y se ponen zancadillas a cada paso. Por suerte, así no arraigan ningún discurso en el corazón de nadie. Las masas los descartan al igual que a Ortega. Es lo que revela la encuesta de CID GALLUP.

Torna Miranda contra la arquitectura de la coalición:

“Contrario a la sensatez política, definieron estructuras organizativas, antes de ponerse de acuerdo en los temas políticos cruciales. Primero establecer las políticas y el discurso, y después definir el tipo organización capaz de impulsar esos acuerdos”.

El objetivo inmediato, para tales grupos opositores, es lograr unas reformas electorales formando un único bloque negociador con Ortega. Más nada. Les interesa, en consecuencia, definir un bloque que resista por algún tiempo la tendencia a la dispersión de sus intereses mezquinamente antagónicos. Sobre temas políticos cruciales nadie se pone de acuerdo. En política, los acuerdos se realizan sobre líneas de acción de masas, no sobre temas políticos. Y la acción de masas no sólo no es el objetivo de esta coalición electoral, que se propone negociar con Ortega, sino, que es su mayor espanto. Como lo es para Miranda.

En las actuales circunstancias, un tema político que no se enfoque como lucha de masas, no es crucial. La discusión, el debate táctico no es sobre discursos, sino, sobre el enfrentamiento de las masas con el orteguismo para cambiar la correlación de fuerzas.

Miranda es un asesor repetitivamente limitado:

“Solo existen, por el momento, dos casillas posibles para la oposición: el PLC y el Partido Ciudadanos por la Libertad (CxL). Todas las propuestas de unidad de la oposición al final terminan en esta disyuntiva, porque la actual Ley Electoral está diseñada para obligar a las alianzas a ir en la casilla de un partido político determinado, para mantener el bipartidismo”.

La razón de ser de la unidad en la Coalición no es para operar bajo la actual ley electoral, sino, para negociar conjuntamente una reforma electoral con Ortega, apoyada por la comunidad internacional. Pero, si fracasan en la negociación por falta de presión de la comunidad internacional, como buenos oportunistas pretenderán insistir en acudir a las elecciones con un plan B. En tal caso, el PLC, como segunda fuerza del bipartidismo, conserva la carta triunfadora dentro de la Coalición para tomar la parte del león. 

Ortega ve al PLC como su mejor arma. Su entrada en la coalición es como el obsequio que ideó Ulises para que ofreciendo a Troya un enorme caballo de madera, los griegos podrían adentrarse, con tal estratagema, en sus murallas inexpugnables luego de un cerco infructuoso de diez años. Salvo que el PLC de Arnoldo Alemán aquí no debería engañar a nadie.

Miranda termina por contradecir todo lo que ha dicho:

“Todos los grupos de oposición debemos cerrar filas en torno a la propuesta consensuada de reformas electorales que se presentó el 12 de diciembre del año 2019”.

Cerrar filas –por una reforma electoral- quiere decir que la fuerza de la oposición depende de cuántos grupos cierran filas y de cuántos grupos forman parte de la Coalición electoral. Miranda se contradice. Alguien podría pensar que por coherencia debió decir que se debe cerrar filas en torno a un discurso que eche raíces en el corazón de las masas, no en torno a una reforma electoral. La coalición, precisamente, es el intento de cierto número de organizaciones de cerrar filas en torno a unas reformas únicas a negociar con Ortega (si son las de diciembre de 2019 u otras es irrelevante, en vista que lo decisivo es lo que apruebe Ortega, y que la correlación de fuerzas no cambia por cerrar filas). 

Luego Miranda explica con qué acompañar las reformas:

“Cualquier negociación sobre reformas electorales debe estar acompañada de la exigencia de libertad inmediata para los presos políticos, el retorno seguro de los exiliados, y la restauración plena de los derechos y garantías contemplados en la Constitución”.

Esas demandas deben ser impulsadas independientemente que se produzca cualquier negociación. Se puede exigir cualquier cosa, el punto decisivo es ¿cuál es la correlación de fuerzas entre las partes, y cómo esa correlación de fuerzas puede ser cambiada a favor de la nación? Seguramente, Miranda piense que con un discurso que se arraigue en el corazón.

Miranda, por supuesto, falla el objetivo:

“La oposición debe impulsar una campaña masiva a favor de la creación de condiciones para la realización de elecciones libres, única manera de derrotar el pesimismo y el abstencionismo”.

La creación de condiciones para la realización de elecciones libres sólo es posible si las masas derrotan a Ortega, no con una campaña masiva. El objetivo a derrotar no es el pesimismo o el abstencionismo electoral de la población. El objetivo inmediato, esencial, para un partido revolucionario, es organizar las luchas de la población para derrotar a Ortega, táctica y estratégicamente. 

La participación en un proceso electoral depende no de las condiciones que aseguren que las elecciones serán libres, sino, del grado de credibilidad que las elecciones tengan en el movimiento de masas, con respecto a la conciencia política de pasar a una movilización directa contra Ortega. Lo que interesa medir, no es el pesimismo o el abstencionismo electoral, o la transparencia electoral, sino, la conciencia política de las masas, su disposición a luchar.

Miranda consulta un manual de etiqueta sobre el orden con que se debe proceder:

“Los partidos políticos y movimientos sociales pueden agruparse desde ya en torno a intereses y puntos de vista comunes, organizando los bloques o frentes comunes, pero las alianzas electorales deben conformarse hasta mediados del 2021, cuando ya se encuentre despejado el panorama electoral”.

La alianza actual no es en torno a intereses comunes, sino, en torno a conformar un solo bloque negociador con Ortega. Ello se inscribe –para ellos- en el despeje del panorama electoral. 

Los integrantes de la coalición no tienen intereses comunes ni puntos de vista comunes. Por ahora, se limitan al intento de negociar en conjunto con Ortega, sin darle margen a que adelante una negociación fragmentada que, obviamente, le favorecería. Para una alianza de este tipo es irresistible definir algún reparto de puestos públicos, no discutir temas políticos, sino, formas de reparto de los puestos y de las cuotas de poder en distintas circunstancias. Es decir, tienen preocupaciones, llamémosles, arquitectónicas, laberínticas. De modo, que hay una permanente negociación y desencuentro, para cuya solución es determinante el padrinazgo específico de algún sector importante de la comunidad internacional.

Nadie se agrupa –ni siquiera un matrimonio- en torno a intereses y puntos de vista comunes. Además, difícilmente hay intereses comunes en una oposición electorera (que lleva adentro el germen del zancudismo). En política, las agrupaciones ocurren en torno a coincidencias tácticas, o bien, en torno a coincidencias estratégicas, no a puntos de vista. En tal sentido, la alianza electoral de la Coalición implica un acuerdo, también, sobre cómo despejar el panorama electoral. Seguramente, viendo hacia las medidas de presión de la comunidad internacional y no al movimiento de masas. 

De modo, que formar alianzas electorales tiene como objetivo inmediato convertirse en una opción creíble para la comunidad internacional, como una alternativa capaz de controlar el movimiento de masas, no de derrotar a Ortega. Nadie les pide que derroten a Ortega. La preocupación principal es que las masas no intervengan autónomamente en la lucha por la libertad. Desde esta óptica, sin estrategia nacional propia, formar una alianza electoral no corresponde a una etapa posterior, como cree Miranda, ya que el rol decisivo le compete a la comunidad internacional, que se espera sea quien despeje el panorama electoral si previamente se ha asegurado que cuenta con alguien capaz de clavarle un discurso en el corazón a las masas. 

La Coalición es sólo un apéndice de la estrategia internacional, totalmente inútil por sí sola. Pero, en este apéndice hay desplazamientos circunstanciales del peso relativo de sus integrantes. Ahora la UNAB es más significativa que la Alianza Cívica, que se ha resquebrajado dando muestras de extraordinaria torpeza (queriendo pasarse de listos). Este reacomodo es la esencia del momento actual en la Coalición. En esa arquitectura laberíntica se traman los intrincados golpes de mano que van definiendo los cambios en la correlación de fuerzas interna de la oposición electorera. 

Nadie, en la oposición electorera, se propone derrotar políticamente a Ortega o desmantelar a la dictadura, menos aún Miranda. En vista que apartan a las masas, el objetivo de la comunidad internacional es un aterrizaje suave, un salto gatopardista sobre la realidad que deje intacta la contradicción principal, con cambios formales en la legislación electoral.La oposición electoral, incluyendo a Miranda, no pueden abordar qué ocurre si Ortega gana las elecciones (cuya esencia dictatorial no es únicamente el fraude electoral). Obviamente, legitimarían a Ortega porque no tienen una estrategia de lucha contra la dictadura, sino, de repartición de cuotas de poder por un proceso electoral. Es decir, su objetivo mezquino, burocrático, es únicamente reconquistar el derecho a decidir, sin que importe quien y sobre qué se decide.

Fernando Bárcenas

El autor es ingeniero eléctrico. Artículos de Fernando Bárcenas