¿Cuál es la ruta? Sobre la entrevista a Mario Arana, negociador de la Alianza
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.
“Las reacciones intensas y encontradas que ha generado esa entrevista evidencian que la crisis política de Nicaragua es una crisis de sistema, que sacude el edificio entero del poder en un país cuya carencia de libertad y democracia va más allá del nombre Ortega”
“Preocupante”, escribe un lector. “Si ese es el consenso dentro de la Alianza, no representa el consenso de la sociedad”, dice otro. “Debe ser mentira, no lo puedo creer” dice un tercero. “Manipulación”, clama el entrevistado, después de leer sus propios comentarios. ¿Cómo es posible que la entrevista a Mario Arana, negociador titular de la Alianza, despierte exclamaciones tan intensas, encontradas?
Que así sea, evidencia que la crisis política de Nicaragua es una crisis de sistema, que sacude el edificio entero del poder en un país cuya carencia de libertad y democracia va más allá del nombre Ortega: En crisis como esta caen las máscaras, queda el emperador desnudo y la gente, especialmente los más jóvenes, despiertan del letargo de la cotidianeidad a cuestionarlo todo, a preguntarse qué es cierto y qué es mentira en la “historia oficial”.
Y la batalla no es solo por el pasado lejano. Se trata también, sobre todo, de una batalla encarnizada por la verdad de hoy. Ya existen versiones alternativas sobre lo que ha venido ocurriendo desde abril de 2018, que se presentan a la opinión pública en medio de la niebla del combate. La mirada de la ciudadanía necesita atravesar esa niebla, para evitar que el día de mañana una versión falsificada de los hechos se asiente como verdad en las mentes de los ciudadanos, deformando de nacimiento futuras decisiones.
Por eso, por el bien de la sociedad, para evitar que los clanes políticos y económicos que han llevado al país a tan triste situación se salgan con la suya, es que hay que develar la verdad. Y por eso no es accidente que las élites busquen lo contrario, que prefieran negociar el destino del país con agentes extranjeros y en reuniones privadas, alejadas de las cámaras, de la vista de los nicaragüenses. Actuar de esa manera les ha servido a través de la historia para ejercitar, ellos sí, la manipulación, para entregarnos su versión convenientemente masticada de los hechos.
LA VERSIÓN DE LA ALIANZA
Según la narración de los hechos por los voceros de la Alianza, sus operadores políticos y los medios de comunicación que los apoyan, la historia de los últimos meses transcurre más o menos como sigue: convencidos de que la única alternativa a dialogar con la dictadura es ir a la guerra, y convencidos de que es posible derrotar a Ortega en una mesa de negociaciones, de obligarlo a permitir elecciones libres, a que se aparte del poder y que despeje el camino a la justicia, los miembros de la Alianza Cívica han hecho esfuerzos denodados por resolver el conflicto a través de la construcción de acuerdos con el régimen. Una y otra vez se enfrentan a la deshonestidad de Ortega, pero perseveran, en aras de la paz y la democracia, porque “no hay otra alternativa”. “Ortega está débil”, dicen, “cada vez más aislado”, “el país no aguanta hasta el 2021”, “hay que ir a elecciones adelantadas”, “dentro de la constitucionalidad”. Pero insisten, ante la sospecha ciudadana, que “no habrá amnistía”, que “la prioridad son los presos políticos”, que deben “restaurarse las libertades democráticas” y, sobre todo, que “no hay ni habrá ningún ‘pacto’”. Pacto, en Nicaragua, es palabra maldita en el léxico popular: es una forma más de decir “traición”.
¿QUÉ DICE LA EVIDENCIA?
Numerosas fuentes con acceso a las intimidades del proceso político que han sido consultadas afirman que la versión oficial de la Alianza no es fiel a la verdad. De hecho, tal afirmación parece ser un secreto a voces en los círculos políticos. Lo que en verdad estaría ocurriendo, informan, sería más bien lo siguiente. Bajo la influencia decisiva de los capitales de más caudal en el país, con la anuencia, por razones tácticas, del régimen, el apoyo de las burocracias diplomáticas de Estados Unidos y del Vaticano, y la aceptación del liderazgo de estas por la diplomacia europea, el esfuerzo de la Alianza estaría dirigido a construir un acuerdo en el cual la crisis sería superada a través de elecciones, posiblemente en el 2021 (o en el 2020), con la participación del FSLN de Ortega, tras haber presuntamente reformado el poder electoral, pero sin que se haya sometido a los culpables del genocidio a la justicia. Es decir, se daría una repetición del arreglo que puso fin a la guerra en 1990. Para alcanzar este objetivo, por demás difícil, dadas las características del orteguismo y sus necesidades de supervivencia, habría que negociar pacientemente, evitar que los grupos que favorecen la desobediencia civil y la protesta pública extendieran su influencia y exacerbaran el conflicto en las calles. De ahí la necesidad de “disciplinar” las conversaciones, de sacarlas del ámbito público, para que los autoconvocados “no hablen a las cámaras”. Dicho sea de paso, la paciencia estratégica requiere el abandono de toda condición previa, como la de la libertad de todos los presos políticos. “Todo”, dicen con frecuencia múltiples fuentes, “está cocinado”.
¿QUÉ DICE LA ENTREVISTA?
La entrevista con Arana parece en algunos aspectos fundamentales contradecir la versión de la Alianza, y es más congruente con la historia tal y como relatan las fuentes consultadas.
Las fuentes indican que la Alianza ha buscado impedir la protesta pacífica en las calles. La respuesta de Arana incluye este revelador pasaje: “No es que estamos oponiéndonos a las manifestaciones cívicas, es un derecho que defendemos, pero sí, se los hemos dicho, el llamado no fue totalmente coordinado y tal vez tampoco el más oportuno, en fin, había cosas que estaban moviéndose en ese momento que pudieron haberse visto afectadas.”
Las fuentes también indican que, contrario a lo prometido, la Alianza ha subordinado la exigencia de libertad de los presos políticos al avance general de la negociación. La respuesta de Arana sobre este particular lo confirma: “…tomamos la decisión que no íbamos a pre-condicionar esto en el diálogo y esto era en parte la experiencia de la historia, y los expertos nos manifestaban que para qué va a haber diálogo si las precondiciones lo que hacen es que no haya diálogo.”
“La transición prevista por los negociadores de la Alianza no requiere que Ortega salga enteramente de escena”
Sobre el crucial tema de la justicia, las fuentes indican una disposición por parte de la Alianza a aceptar alguna versión de amnistía con tal de salir de la crisis. Públicamente, la postura del grupo sigue siendo contraria a tal propuesta. De hecho, Arana es, de entrada, enfático:
“Nosotros no vamos a apoyar ninguna amnistía”. Sin embargo, tras la fachada inflexible de esas palabras iniciales asoman elementos de una postura muy distinta. Arana señala, por ejemplo, que como parte de los acuerdos se puede “definir algún tipo de condena que se defina en el marco de ese acuerdo de justicia transicional que no pretende tener la típica fuerza que tendría bajo condiciones normales, que busca hasta cierto punto que esas personas vean en esta salida una posibilidad que les permita en el futuro seguir con su vida, pero luego que han pasado por un proceso, luego que hayan pedido perdón, luego que las víctimas sean resarcidas de alguna manera…”. Es decir, clemencia para los acusados de crímenes políticos, o para decirlo a la usanza actual, una amnistía “light”. En cualquier caso, la declaración de Arana supone una confirmación de que la Alianza estaría dispuesta a posponer la demanda popular de justicia, a no incluirla en un acuerdo que potencialmente resolviera la crisis: “Sobre el tema de justicia no tengo grandes expectativas, verdaderamente creo que este es un tema que va a quedar para una siguiente administración.”
Finalmente, de las respuestas sobre el tema de la justicia, y de los comentarios finales del entrevistado, parece emerger una confirmación de lo que afirman las fuentes, en el sentido de que la transición prevista por los negociadores de la Alianza no requiere que Ortega salga enteramente de escena. Las palabras de Arana: “Obviamente el partido de gobierno tiene una base, esperemos que en realidad queden en minoría, pero no es eso algo que esté garantizado.” Y ante la pregunta de si contemplan un escenario de salida de la crisis en el cual Ortega permanezca en Nicaragua, en libertad y con acceso a sus recursos, la respuesta del entrevistado: “Si lo querés poner de esa manera, posiblemente sea una manera de verlo. Yo te digo, no creo que queda muy fuerte…”
Saque el lector sus propias conclusiones.