Cuando el Todo se Recuerda a Sí Mismo
Una reflexión sobre conciencia, multiplicidad y sentido
Existe una posibilidad que atraviesa tanto la ciencia como la filosofía:
que la conciencia no sea un efecto de la materia, sino su causa.
Que no seamos cuerpos que generan mente, sino mente que toma forma.
Y que lo que llamamos “realidad” sea la expresión de una inteligencia mayor explorando sus propias posibilidades.
Cada uno: una expresión del todo
Como las células que repiten el patrón del organismo completo,
cada ser contiene en sí la totalidad en potencia.
Pero es la diferencia lo que permite la experiencia,
y la experiencia lo que permite la conciencia de sí.
Así, el Todo no se impone como unidad:
se diversifica para reconocerse,
como si se observara a sí mismo desde todos los ángulos posibles.
La conciencia como latido
Hay quienes ven al universo no como una máquina,
sino como un proceso rítmico: expansión y contracción.
En cada expansión, creación.
En cada contracción, comprensión.
Y si este ritmo no fuera sólo físico,
sino también interior:
una conciencia que se despliega, vive, aprende
y luego vuelve a sí misma transformada.
¿Y si se completa el ciclo?
¿Qué pasaría si cada “uno” reconociera plenamente lo que es?
Tal vez no el final, sino un nuevo tipo de comienzo:
no desde la carencia, sino desde la lucidez.
Un universo que ya no necesita buscar para saber,
sino que elige crear para celebrar.
¿Una intuición o una verdad?
No pretendemos definir el origen ni el destino,
pero al menos vale la pregunta:
¿Y si no estamos separados?
¿Y si no somos visitantes, sino expresiones legítimas
de una totalidad que se experimenta a través de nosotros?
No hay que creerlo. Solo contemplarlo.
Como quien mira el mar sin entenderlo del todo,
pero sabiendo que algo profundo lo habita.
Oky Arguello