Cultura de Paz (Entrega III)
Anastasio Lovo
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3.2 Evolución y desarrollo del Concepto Cultura de Paz
El concepto de Cultura de Paz, como dijimos, fue concebido en 1986 por Felipe E. Mc Gregor, sacerdote y pedagogo jesuita de nacionalidad peruana, quien lo utilizó como título de un manual para maestros. Desde sus inicios Mc Gregor le dio el sentido de una cultura contrapuesta a la cultura de la guerra y a la cultura de la violencia. Así mismo, el Padre Mc Gregor ha profundizado, ampliado y enriquecido este concepto trascendental para la historia de la humanidad, por lo que el Maestro Federico Mayor Zaragoza, Director General de la UNESCO, le hizo un reconocimiento público en Marzo de 1996 en Lima, Perú.
Los latinoamericanos debemos sentirnos particularmente orgullosos de haber aportado este término que ha ampliado su campo semántico, su cobertura en diversas culturas, hasta llegar a ser un término aceptado por la ONU y todo un paradigma del conocimiento universal.
Cabe señalar que el concepto Cultura de Paz cobra la importancia, trascendencia y utilidad que se merece cuando la UNESCO lo adopta a su lenguaje oficial a partir de una reunión regional de Ministros de Educación realizada en 1986 en Bogotá, Colombia. Una vez adoptado por la UNESCO se empieza a enriquecer el concepto y a formular programas operativos referidos a la Cultura de Paz: Programa de Cultura de Paz de la UNESCO (1993).
También es justo y oportuno destacar la contribución de Federico Mayor Zaragoza, Director General de la UNESCO, al enriquecimiento epistemológico, estético y funcional del concepto de Cultura de Paz. Mayor Zaragoza y la UNESCO redimensionan y amplían el campo semántico del concepto cuando se escribe por ejemplo en la Declaración y Plan de Acción sobre una Cultura de paz aprobada por la ONU el 13 de septiembre de 1999: La Cultura de Paz es un conjunto de valores, actitudes y comportamientos que reflejan el respeto a la vida, al ser humano y a su dignidad. La Cultura de Paz pone en primer plano los Derechos Humanos; el rechazo a la violencia en todas sus formas y la adhesión a los principios de libertad, justicia, solidaridad y tolerancia, así como la comprensión entre los pueblos, los colectivos y las personas. (…)
Y esta cita, tomada de una obra del Maestro Mayor Zaragoza, que dice: Para construir una cultura de paz tenemos que devolver a la ética todo su valor, de suerte que sean sus principios los que inspiren nuestras decisiones y no los mecanismos de mercado ni los resultados de las encuestas de opinión, puesto que en última instancia, lo que realmente importa no es el «mercado libre» sino la gente libre.»
Y cuando Mayor Zaragoza afirma: «Cultura de paz es pues, cultura de cambio, cultura de vida, e implica una lucha sin cuartel contra la pobreza, la exclusión y los prejuicios. Es la única batalla que vale la pena librar con todas las fuerzas del espíritu, porque la pobreza, la exclusión y los prejuicios son el terreno fértil de los conflictos, la violencia y los extremismos. En resumen, significa la humanización efectiva de la especie humana.»
Aquí se está planteando una posibilidad real y trascendente de solución para un mundo con problemas capitales como: la crisis de referentes provocada por el agotamiento y vencimiento de los sistemas (meta relatos) totalitarios, la crisis axiológica (o sea de los valores) y principalmente ética de una cruel y perversa sociedad permisiva, las limitaciones y la crisis de la democracia representativa, los injustos e innecesarios límites económicos de la mayoría de seres humanos que viven en las democracias, la deificación del mercado libre y las monstruosas relaciones económicas internacionales: el intercambio económico desigual y la unipolaridad del poder político militar.
Don Ricardo Díaz Hochleitner, español y Presidente del Club de Roma, llamando la atención sobre la pobreza provocada por esta situación de explotación, inequidad y desigualdad dice lo siguiente: “La pobreza es actualmente la mayor vergüenza y el inmenso escándalo que hay que atajar cuanto antes, si no queremos ser todos víctimas de sus graves consecuencias; la incesante agresión a la biosfera, pese a numerosas cumbres y conferencias luego frustradas por intereses en conflicto; el despilfarro de recursos naturales y energéticos, así como las actuaciones individuales y colectivas, tantas veces incoherentes con los valores éticos y morales proclamados, se suman a los conflictos armados, el terrorismo y el genocidio al interior de muchos países.”
En la actualidad podemos hablar que las crisis sanitaria por la pandemia COVID 19, la crisis geopolítica entre las potencias (EEUU-China-Rusia-UE); las guerras regionales que se han dado en zonas conflictivas del mundo (Siria, Libia, el problema del Kurdistán-Turquía-Siria; los conflictos por el Tíbet entre India y China; los conflictos geopolíticos de China con Hong Kong y Taiwán; la guerra recién librada entre Armenia y Azerbaiyán; la crisis económica mundial por la pandemia; las inmensas olas migratorias hacia metrópolis centrales como Europa Occidental y los EEUU; la crisis de las democracias y el surgimiento de populismos fascistas y autoritarios en todo el mundo; la crisis de los organismos multilaterales, el cambio climático y el recalentamiento global etc.) que están provocando profundos desequilibrios en el sistema del gobierno mundial conocido como Naciones Unidas, una sistemática y masiva violación a los derechos humanos que pone en crisis el ordenamiento jurídico internacional mientras se levantan amenazas al planeta con guerras de mayor dimensión.
Estos eventos reales y concretos provocan, como toda guerra, una mayor contaminación y degradación del medio ambiente por el uso de las armas, los gases que emiten y por los grandes incendios de oleoductos y refinerías que mandan toneladas de CO2 a la atmósfera.
En el aspecto político podríamos decir que los Estados Unidos de América pretende imponer a Irak, a Afganistán y a todos los países del mundo una democracia contaminada y contaminante en el aspecto estrictamente ecológico, ya que esta gran potencia que emite a la atmósfera la mayor cantidad de gases de CO2 no ha firmado la Declaración de Kioto sobre el Medio Ambiente de 1997 ni el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático de 2015.
En un artículo intitulado La Paz, un Derecho Humano, la Señora Cora Weiss, estadounidense y Presidenta del Llamamiento de La Haya por la Paz, sobre la gravedad del problema de la guerra afirma con sabias palabras: “Si pudimos abolir el apartheid, ¿por qué no la guerra?, preguntó el obispo Desmond Tutu en 1998 cuando anunciaba el Llamamiento a la Paz de La Haya. Creo que ya es tiempo de preguntar por qué la institución de la guerra continúa siendo protegida por las leyes; por qué la gente sigue pagando impuestos para financiar la guerra y por qué nuestras culturas, todas nuestras culturas glorifican a la guerra y a los guerreros. Es nuestra convicción que ha llegado el tiempo de sembrar las semillas para la abolición de la guerra y de declarar la paz como un derecho humano.”
Detrás de todo esto lo que podemos hallar es una gran ausencia de una ética, de principios morales que le apuesten al amor y la vida y de un contrato ético mundial cuyos códigos jurídicos sean el plexo de los Derechos Humanos y la Cultura de Paz.