Currículum sin conciencia: El culto al título en la cultura política nicaragüense

En Nicaragua, pocas cosas pesan más que un título. No una idea, no una obra, no una contribución concreta al bien común: un título. Doctor, licenciado, director, consultor internacional, ex ministro de algo. En una cultura marcada por siglos de verticalismo colonial, el reconocimiento sigue viniendo “de arriba”. El poder no se gana por sustancia, sino por certificado.

Y el político nicaragüense lo sabe.

El ejemplo más refinado —y tal vez más representativo— es Juan Sebastián Chamorro. Hombre educado, sin duda. Con trayectoria pública, sí. Pero incapaz de separar un ensayo político de su propio currículum. Su biografía no es una presentación: es una carta de aplicación a un cargo imaginario, un loop de cargos y diplomas que no desemboca en pensamiento.

No escribe para proponer. Escribe para recordar que ha estado.

¿Quién lo culpa? En Nicaragua, fuimos entrenados a confundir autoridad con adorno, inteligencia con pose, y pensamiento con plataforma.

Una cultura política atrapada en la fachada

Lo de Chamorro no es un caso aislado. Es un síntoma.

Es el reflejo de una sociedad que:

  • teme al pensamiento incómodo,
  • idolatra al tecnócrata elegante,
  • y desprecia al intelectual sin título, pero con verdad.

El resultado es una inflación de egos con PowerPoint, donde cualquiera con un posgrado se proclama “analista político”, “líder emergente” o “opositor de alto perfil”.

Pero cuando llega la hora de hablar al pueblo, construir estrategia o sostener una ética…

no hay sustancia. Solo perfume.

El precio de esta cultura: desconfianza y vacío

El culto al título genera tres heridas:

1. El ego narcisista sin ideas.
2. La pérdida de confianza del pueblo, que ya no sabe a quién creer.
3. El desplazamiento de los pensadores humildes pero profundos, que no adornan su voz con siglas, pero conocen el dolor del pueblo.

¿Qué debemos aprender para no repetir el error?

Si queremos una Nicaragua distinta, no basta con cambiar de líderes.

Hay que cambiar el patrón de autoridad.

Debemos formar una ciudadanía que:

  • Pregunte: ¿qué dice?, no ¿qué ha sido?
  • Mire el pensamiento, no el perfil.
  • Valore la coherencia, no el cargo.

Porque, si no, seguiremos atrapados en los laberintos de una clase política que confunde el resumen con la visión, el título con la ética, y la patria con su marca personal.

Que lo de Juan Sebastián no nos ofenda como personas.

Que nos interpele como cultura.

Douglas Lee
+ posts

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *