De cultura de paz (II Entrega: Historia de la Cultura de Paz)

Anastasio Lovo
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  1. Historia de la Cultura de Paz.
  1.  Las  guerras calientes, la guerra fría y la cultura de paz

La máxima expresión de la guerra humana mostró -en Europa, Atlántico Norte, Norte de África, Medio Oriente, Pacífico Sur, Polinesias, Filipinas, Indochina, Japón, China, Corea-  su más monstruoso y terrible rostro en el período comprendido entre los inicios de la Primera Guerra Mundial (1914) y el final de la Segunda Guerra Mundial (1945). La I y la II Guerras Mundiales son las peores guerras vividas por la humanidad.

Así como surgieron las guerras y en concomitancia con ellas, producto de la crisis del capitalismo, la competencia imperialista por los mercados, la pugna por la obtención de riquezas naturales territoriales y el mismo proceso de consolidación – ampliación de los estados nacionales europeos, hicieron emerger –entre otras causas- en Europa los regímenes totalitarios como: el  fascista de Benito Mussolini (Italia 1922), el régimen comunista-estalinista  de José Stalin (URSS 1924), el nazi de Adolfo Hitler (Alemania 1934) y el militarismo japonés (Japón 1936).

Estos regímenes totalitarios construyeron unas poderosas armazones ideológicas capaces de justificar los exterminios más absurdos y crueles, la supresión total de los derechos humanos y la aniquilación de las individualidades. Fueron ideologías políticas que no toleraban el disenso ni la crítica, que no permitieron la libertad de opinión, expresión o de prensa, tampoco consintieron alternativas políticas o el ejercicio de la democracia. Totalitarismos que, armados de poderosos aparatos represivos, se cebaron sobre la población anulando al individuo y deificando al estado, al partido, a la raza, a la clase, al ejército, para crear un sistema opresivo de total control.  Un universo concentracionario (campos de concentración y gulags) nunca antes visto en la historia de la humanidad. 

<<los regímenes totalitarios se caracterizan por la creación de una profunda división entre los ciudadanos.>>

Se obligó a la ciudadanía a aceptar la militarización de la sociedad y la superioridad de un sector de la población basada en la raza para Alemania, la ideología fascista para Italia, la ideología marxista leninista proletaria para la URSS, la superioridad de los militaristas japoneses. Esta última basada, en la sumisión del estado y la ciudadanía bajo la égida de los militares a la voluntad del emperador, él mismo considerado, por el pueblo nipón, un dios. 

Es decir los regímenes totalitarios se caracterizan por la creación de una profunda división entre los ciudadanos. Unos que adscritos, sumisos o militantes de la ideología en el poder, gozan de todos los privilegios: y aquellos otros que no pertenecen a la ideología del poder, son sacrificados, procesados, encarcelados, violados, asesinados, desaparecidos, porque no gozan de ningún derecho humano que los proteja frente al totalitarismo. Por supuesto que el paso de uno a otro grupo también se puede dar por delirios de persecución del poder, por correlación de fuerzas políticas o por meras invectivas de enemigos del sistema (internos y externos) realizadas por la policía política de los poderes totalitarios. 

Las guerras mundiales causaron daños incalculables en la infraestructura material, como en vidas humanas. Sumando las dos guerras, los historiadores calculan que produjeron alrededor de 80 millones de muertos. Una cifra espeluznante. Desde la infraestructura material, solamente el Plan Marshall para reconstruir Europa alcanzó la astronómica cifra de 20,000 millones de dólares equivalentes a unos 200 mil millones de dólares en la actualidad. No debemos olvidar que el dólar, según la Wikipedia, ha perdido un 96.4% desde 1774 al año 2009.

Estados Unidos impulsa el Plan Marshall porque había salido fortificado de la guerra, representando su producto bruto interno el 50 % de todo el planeta, con un dólar consolidado como medio de pago, y con reservas de oro del 80%, con respecto al total del mundo; no podía por sí solo permanecer en la cúspide, sin contar con mercados para sus productos exportables, que no eran consumidos por los otros países europeos, por la carencia de dinero. Este Plan Marshall tenía objetivos geopolíticos específicos de contención de la expansión comunista en Europa, pero la lucha no solamente se dio en la esfera de la economía. 

En lo político y diplomático, después de terminada la II Guerra Mundial,  las potencias occidentales y sus aliados, con el consenso de potencias no democráticas como la URSS y China, se dieron a establecer una comunidad de naciones –la ONU 1945- con toda una legislación que expresa una voluntad de paz y formularon una Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, como pilar básico para la convivencia entre las personas y los estados.

1.2 ¿Qué es la guerra fría?

De estas guerras calientes la humanidad pasó al período que conocemos con el nombre de Guerra Fría: Se denomina “Guerra Fría” al enfrentamiento político, ideológico, económico, tecnológico y militar que tuvo lugar durante el siglo XX entre el bloque occidental-capitalista, liderado por Estados Unidos, y el oriental-comunista, liderado por la Unión Soviética; de éste se separó posteriormente China para ir creando su propia esfera de influencia en países asiáticos, africanos y latinoamericanos del llamado tercer mundo.

Estos dos bloques se caracterizaron por no enfrentarse nunca directamente. Siempre se enfrentaron un bloque directamente contra un país aliado del otro o a nivel de dos países perteneciente a cada uno de los bloques. O directamente una de las potencias hegemónicas de bloque en contra de un país no potencia. Ejemplos: EE.UU versus Corea del Norte, EEUU y aliados versus Viet Nam del Norte, URSS y aliados versus Afganistán.

<<Fueron terribles los sufrimientos del género humano durante la Primera y la Segunda Guerra Mundiales, eventos bélicos que entre otras cosas inauguran el exterminio masivo de los ejércitos mediante la utilización de armas de alto poder, de armas químicas y de armas nucleares y la puesta en práctica de los campos de concentración, los nazis alemanes, los fascistas italianos, los militaristas japoneses y los estalinistas rusos (principalmente) que lograron un efectivo exterminio de la población civil opositora o sencillamente no partidaria…>>

Si bien estos enfrentamientos no llegaron a desencadenar una guerra mundial, la cantidad y la gravedad de los conflictos e intereses económicos, políticos e ideológicos comprometidos marcaron significativamente la mayor parte de la historia de la segunda mitad del siglo XX, pues las dos superpotencias (EEUU y URSS) deseaban implantar su modelo de gobierno en todo el Planeta. Los límites temporales del enfrentamiento se ubican entre 1945 y 1948 (fin de la Segunda Guerra Mundial y fin de la posguerra respectivamente) hasta 1985 (inicio de la Perestroika) y 1991 (Disolución de la Unión Soviética).

Nunca antes el poder de destrucción del ser humano había alcanzado tal capacidad y nunca, el espíritu humano había realizado tan nefasta voluntad de poder expresada en las ansias explícitas por aniquilar totalmente al enemigo. Fueron terribles los sufrimientos del género humano durante la Primera y la Segunda Guerra Mundiales, eventos bélicos que entre otras cosas inauguran el exterminio masivo de los ejércitos mediante la utilización de armas de alto poder, de armas químicas y de armas nucleares y la puesta en práctica de los campos de concentración, los nazis alemanes, los fascistas italianos, los militaristas japoneses y los estalinistas rusos (principalmente) que lograron un efectivo exterminio de la población civil opositora o sencillamente no partidaria, crítica o simplemente indiferente a la ideología supremacista, o por no ser perteneciente a su raza o con opciones vitales diferentes (caso de los homosexuales).

La voluntad de paz desapareció casi absolutamente en las guerras mundiales, se redujo al accionar, manifestar y declarar de una minoría de personas que no se obnubilaron frente al avasallamiento de las ideologías totalitarias, guerreristas, fascistas, estalinistas, militaristas, imperialistas y colonialistas del siglo XX.

En el mundo, durante el siglo XX, se desató una locura ideológica jamás antes vista, y los grandes valores humanos como la paz, el amor, la solidaridad, la compasión, la misericordia, fueron diferidos a un segundo momento. Este segundo momento implicaba la conquista de una utopía de una sociedad “cualitativamente superior”, que bien podría llamarse: sociedad nacional socialista, sociedad fascista, sociedad militarista o sociedad socialista.

<<La guerra fría, producto de las culturas de violencia y guerras de las grandes potencias, operó como una estructura sistémica de equilibrio inestable, siempre amenazándonos con desbordarse en una III Guerra Mundial o en una hecatombe nuclear total y definitiva.>>

  1. Historia del Concepto Cultura de Paz.

Cultura de paz es un concepto nacido en Perú (América Latina) a mediados de la década de los años 80, es decir durante la segunda mitad del siglo XX cuando finalizaba la guerra fría. El concepto fue creado en 1986 por Felipe E. Mc Gregor, sacerdote jesuita de nacionalidad peruana quien lo utilizó como título de un manual para maestros de educación primaria o básica y le dio el sentido de una cultura contrapuesta a la Cultura de la guerra y a la Cultura de la violencia. 

El concepto nace en las postrimerías del período conocido como Guerra Fría, vivido por la humanidad después de la II Guerra Mundial (1931-1945). La guerra fría, producto de las culturas de violencia y guerras de las grandes potencias,  operó como una estructura sistémica de equilibrio inestable, siempre amenazándonos con desbordarse en una III Guerra Mundial o en una hecatombe nuclear total y definitiva.

En el plano de la psicología de la sociedad, la guerra fría puede ser caracterizada como un período de nuestra historia donde los seres humanos –por primera vez- se sienten totalmente amenazados y con posibilidades reales de desaparecer como especie a causa de una hecatombe nuclear. 

Tengamos presente que el potencial nuclear de Estados Unidos,  la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, Francia, y China, llegó a contabilizar la pavorosa cifra de más de 65,000 ojivas nucleares en 1985, estimándose que esta cantidad se redujo en el año 2002 aproximadamente a 25,000 armas nucleares activas. Lo que alcanza para destruir unas 25 veces nuestro planeta, sin que quede el mínimo vestigio de civilización.

<<En los cinco años que siguieron a la caída del muro de Berlín, la palabra “genocidio” se escuchó mucho más a menudo que en cinco años cualesquiera de la guerra fría. Resulta claro que el paradigma de un solo mundo armonioso está demasiado alejado de la realidad para ser una guía útil en el mundo de la posguerra fría.”>>

El período de guerra fría y el de posguerra fría, desde esta perspectiva sistémica, ha sido el más propicio para observar cómo se activa el sistema paz-guerra-paz. El mismo Samuel P. Huntington en su clásico libro imperialista, chovinista y racista “El choque de las civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial” (Paidós, Buenos Aires, 2001) reconoce que al final de la guerra fría, en lo que él llama la postguerra fría, se viven las expectativas por la paz y los intereses por la guerra: “Las expectativas de armonía eran ampliamente compartidas. Los líderes políticos e intelectuales exponían perspectivas parecidas. El muro de Berlín había caído, los regímenes comunistas se habían derrumbado, las Naciones Unidas iban a asumir una importancia nueva, los antiguos rivales de la guerra fría entraban en una “asociación” y un “gran pacto”, el mantenimiento y la construcción de la paz estaban a la orden del día. (…)

El espejismo de armonía producido al final de dicha guerra fría pronto se disipó con la multiplicación de los conflictos étnicos y “la limpieza étnica”, el quebrantamiento de la ley y el orden, la aparición de nuevos modelos de alianza y conflicto entre Estados, el resurgimiento de movimientos neocomunistas y neofascistas, la intensificación del fundamentalismo religiosos, el final de la “diplomacia de sonrisas” y la “política de síes” en las relaciones de Rusia con Occidente, la incapacidad de las Naciones Unidas y los Estados Unidos para acabar con los sangrientos conflictos locales, y el carácter cada vez más reafirmativo de una China en alza. En los cinco años que siguieron a la caída del muro de Berlín, la palabra “genocidio” se escuchó mucho más a menudo que en cinco años cualesquiera de la guerra fría. Resulta claro que el paradigma de un solo mundo armonioso está demasiado alejado de la realidad para ser una guía útil en el mundo de la posguerra fría.”

Frente a tamaña amenaza de la incesante rueda del sistema guerra-paz-guerra, una región como la latinoamericana, que no ha tenido nunca en su historia conflagraciones bélicas como las ocurridas en Europa y Asia, logra formular el concepto de cultura de paz y, además, ser la sede del primer tratado de no proliferación de armas nucleares, Tlatelolco México 1967 y la primera región desnuclearizada del mundo (23 de octubre de 2002).

Existe una auténtica vocación de paz en los pueblos de América Latina que debemos de preservar y diseminar en el resto del mundo, pese a las grandes injusticias que se viven en nuestro continente que ha pasado por complejos procesos políticos como han sido la colonización, la independencia, la revolución, la contrarrevolución y la democratización.

2.1 Contexto Político Latinoamericana donde nace la Cultura de Paz

Pero… ¿Qué pasaba en América Latina durante la década de los 80 que es cuando el Padre Felipe McGregor S.J. acuña el concepto de cultura de paz? 

En 1979 se da el triunfo de la revolución popular sandinista en contra de la dictadura dinástica de los Somoza en Nicaragua, en un momento crucial cuando en América Latina hay una situación de dependencia y sujeción a la geopolítica diseñada por el Departamento de Estado de los Estados Unidos. El contexto a nivel global, no olvidemos, es el de la Guerra Fría. En América Latina los Estados Unidos impone los regímenes militares y las dictaduras de seguridad nacional, como parte de un esquema de seguridad nacional y de confrontación con la Unión Soviética y el bloque socialista. 

En los Estados Unidos de América se vive la década neoliberal (más bien neoconservadora) de las presidencias de Ronal Reagan. La ideología conservadora de reaganismo pretende restaurar los delirios imperiales de unos Estados Unidos que acaban de sufrir la dramática derrota militar y geopolítica en Viet Nam. 

Este triunfo de las fuerzas anti colonialialistas y anti imperialistas, como reacción provoca un rearme del conservatismo y el anticomunismo en los Estados Unidos y en todo el mundo. A la par de este rearme, el capitalismo acusa el agotamiento de las políticas del bienestar social (welfare) y de cierta intervención estatal en la orientación de la economía. 

La competencia desleal de los grandes oligopolios, monopolios y corporaciones trasnacionales capitalistas a través de organismos multilaterales controlados por ellos como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), imponen al mundo una agenda económica neoliberal donde el pez grande se come al pez chico, donde las grandes corporaciones convierten al consumidor individual en un esclavo de un mercado que supedita las políticas de estado a sus necesidades y convierte a los gobernantes latinoamericanos en meseros de sus designios.

Los Estados Unidos de América –uno de los polos de poder de la guerra fría– en la década de los 70 y 80, diseña e implementa una política de seguridad nacional, que implica concebir a América Latina como su natural zona de influencia. Fundamentada en la Doctrina Monroe (América para los americanos), la doctrina de la seguridad nacional de Estados Unidos, concibe a América Latina como un área extremadamente sensible para su propia seguridad estratégica. De ahí que los norteamericanos nos vean como su patio trasero –backyard- o una hipersensible zona baja, que nunca pueden descuidar.

Esta política implica la implantación, promoción y sostenimiento de dictaduras bananeras (de enclaves) tradicionales y de dictaduras  de doctrinas de  seguridad nacional, que le permitían a la potencia norteamericana conservar el territorio continental e insular de América bajo su esfera de influencia geopolítica (exceptuando Cuba). 

Así mismo, este esquema de dominación basado en la dictadura militar  logra someter a nuestra región a sus leyes económicas. A nivel de las masas trabajadoras –obreras y campesinas- se les aplica la ley de la plusvalía y a nivel del comercio entre las naciones y las regiones, a América Latina se le aplica la ley del intercambio desigual. Es decir por nuestras materias primas los centros colonialistas o metrópolis pagan muy poco y nos obligan a comprarles sus manufacturas a precios exorbitantes. Una dialéctica de la dependencia que por lo menos marca dos momentos de explotación económica inicua. Además de la dominación cultural que la imposición de este modelo neoliberal globalizado implica.

Esta despiadada explotación de nuestros recursos humanos, naturales y minerales convierte a nuestro continente en una zona de pobreza y subdesarrollo que lo relega al desempleo, al subempleo, a la pobreza y a la miseria. Lo que a su vez provoca  grandes conflictos sociales que van desde la revolución armada, las guerras civiles, los movimientos sociales de reivindicación de derechos, las grandes migraciones del campo a la ciudad en las naciones latinoamericanas, las oleadas de migrantes latinoamericanos hacia los Estados Unidos, a nivel regional, más la violencia social que genera el crimen organizado.

El continente americano históricamente (Abya Yala) ha sufrido una inmisericorde explotación colonialista e imperialista por parte de España, Inglaterra, Francia,  Portugal y Holanda. Esto la convierte también en un lugar de heroicas resistencias indígenas, proletarias, campesinas y de nuevos sectores sociales. La convierte en una zona de luchas de resistencia armada, de revoluciones de liberación nacional y de luchas por un socialismo latinoamericano. 

<<…por la fuerte carga ideológica de los partidos comunistas internacionales y la episteme revolucionaria característica de la época (de corte estalinista), estos modelos concretan la conculcación de las libertades individuales, sociales, políticas y culturales; pretenden someter la voluntad política y productiva (economía) en los niveles individual, gremial y colectiva a la voluntad del partido y el estado; lo que provocará el fracaso real de estos modelos revolucionarios: Nicaragua, Cuba, Chile, Bolivia y Perú. >>

Nuestro continente fue durante la guerra fría una bomba de tiempo, que contiene las grandes contradicciones sociales, las ansias de libertad,  las necesidades vitales por vivir en un mundo mejor, la tendencia hacia  revolución o la reforma social que posibilite una mejor distribución de las riquezas, la tierra y la democratización de los servicios. Durante este período de  guerra fría en América Latina se dan  revoluciones sociales o procesos de reforma en Guatemala 1950, Bolivia 1952, Cuba 1959, Perú 1968, Ecuador 1968, Chile 1973, Nicaragua 1979.

Durante este gran período de la guerra fría, América Latina se ve sometida al tensionamiento y experimentación política-económica que surge del enfrentamiento entre los dos polos ideológicos: el capitalismo de los Estados Unidos, Europa Occidental, Japón y Australia y el socialismo de Rusia y China, más países satélites. Además las revoluciones y los procesos de reformas sociales de corte socialista dados en América Latina, logran concretar y evidenciar un modelo de desarrollo distinto al planteado por el capitalismo imperialista. 

Pero por la fuerte carga ideológica de los partidos comunistas internacionales y la episteme revolucionaria característica de la época (de corte estalinista), estos modelos concretan la conculcación de las libertades individuales, sociales, políticas y culturales; pretenden someter la voluntad política y productiva (economía) en los niveles individual, gremial y colectiva a la voluntad del partido y el estado; lo que provocará el fracaso real de estos modelos revolucionarios: Nicaragua, Cuba, Chile, Bolivia y Perú. 

Una prueba irrebatible del argumento anterior es la reversibilidad de todos estos procesos revolucionarios y de reformas sociales que al caer bajo las políticas neoliberales del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional cooptaron todo el proceso de modernización logrado por los procesos revolucionarios o reformistas en favor del capitalismo global. El neoliberalismo tuvo una prodigiosa capacidad de revertir las reformas en Bolivia, Perú, Chile y Nicaragua. 

Sobre el caso chileno de la Unidad Popular y la Presidencia del socialista Salvador Allende Gossens, habría que señalar que este proceso se realizó en el marco de la democracia chilena, que gozó de derechos y libertades individuales y colectivas ausentes en otros procesos más radicales, pero que igual sucumbió ante la cara totalitaria y fascista del capitalismo imperialista. El proceso de reforma y modernización de la Unidad Popular, fue rápidamente asimilado, vulnerado y transformado por el capitalismo de los Chicagos Boys que formularon la ideología e implementaron las políticas neoliberales del pinochetismo en Chile.

La revolución agraria mexicana de 1910, su proceso de reforma  económica, política y social, la modernización de la sociedad mexicana, ha sido lo menos reversible y lo más prolongado en el tiempo de todas las experiencias políticas latinoamericanas. El PRI gobernó México durante 65 años y su nacionalismo logró que la penetración y entrega al capitalismo globalizado fuera más lenta y menos contrarrevolucionaria que en otros países.

Los procesos revolucionarios y reformistas en América Latina pusieron en evidencia la emergencia de nuevos sujetos sociales. Sujetos que iban más allá de la ortodoxia de los manuales de marxismo leninismo, más allá del horizonte ideológico revolucionario que prescribía un proletariado y su aliado natural el campesinado. Fue un desborde de los horizontes ideológicos tenidos como clásicos. Ni el neoliberalismo fue prefigurado por Marx, ni las respuestas alternativas que las masas oprimidas realizaron históricamente en contra de la violencia estructural que se da en la explotación, la opresión y la exclusión. 

Tal como lo previó Herbert Marcuse en su crítica al marxismo, en las décadas de los 60 y adelante, emergieron como grupos revolucionarios y reformistas: el movimiento estudiantil, los cristianos comprometidos, los grupos de mujeres que luchan por su emancipación/liberación, los pueblos indígenas, las minorías étnicas, los inmigrantes y los grupos de la diversidad sexual.