De mitos y realidades 

Todas las personas necesitamos creer en algo. Debe ser una vida muy triste, muy terrible, si no creemos en nada ni nadie, si no tenemos una ilusión. No se puede vivir de esa manera. Quizás ni siquiera se podría llamar a eso vida. Viviríamos como pensamos que viven las plantas, sin esperar nada, sin creer en nada, sin pensar nada. Las ilusiones, las creencias, las esperanzas, nos ayudan a vivir, dan contenido a nuestras vidas, les dan color. Pero hay de todo tipo de creencias, las hay que son positivas y la hay que son negativas. De más está decir que es saludable deshacernos de las creencias negativas y enfocarnos en aquellas que son positivas, que son útiles para nuestra vida, para las cosas que hacemos, para nuestro desarrollo.

Hay ideas, creencias, mitos, ilusiones, que son extendidos entre los nicaragüenses y que son un atraso a nuestro crecimiento como sociedad y a la liberación y el desarrollo de nuestro país.

Hay mentiras que nos contamos que nos mantienen estancados, hundidos en el fango, sin poder movernos hacia adelante. Debemos examinar algunos de esos mitos, mentiras e ilusiones que nos atrasan y enfrentar la realidad, porque si queremos cambiar las cosas, si queremos lograr liberarnos de la dictadura y empezar a andar hacia la democracia, es necesario que tengamos un conocimiento pleno de la realidad en la que estamos inmersos, que no empañemos la visión de nuestra realidad con creencias que no tienen asidero real. Hoy voy a señalar solo dos de esas creencias. En otra oportunidad hablaré de otros mitos, de otras ilusiones y mentiras que nos contamos. Hay más muchas más que invito a usted a observar a su alrededor y a procurar liberarse de ellas. Ese primer acto de liberación personal es un avance en el camino de la liberación de nuestro pueblo. Al paso que vayamos siendo cada vez más los que vemos la realidad de nuestro país tal y como es y no como queremos verla, a ese paso iremos transformando esa realidad.

Un primer mito al que voy a referirme es ese que se ha convertido realmente en una creencia firme en la mente de mucha gente en nuestro país, es la idea de que es necesaria una gran unidad de las organizaciones que se hacen llamar de oposición para poder salir de la dictadura.

Probablemente los orígenes de esta creencia sean en primer lugar nuestro poco desarrollo político, la falta de democracia que siempre hemos tenido, y en segundo lugar, las ideas que personas y grupos interesados en que no conozcamos nuestra historia nos han imbuido sobre ciertos momentos de nuestro pasado. Una unidad así concebida, de todos los opositores a la dictadura, es una idea anti-democrática, pues atenta contra la diversidad de pensamiento, que es elemento fundamental en la democracia. Esa idea se corresponde más bien con sociedades donde no hay pluralismo político y solo existe un único partido.

Pero incluso si la idea de una unidad total no fuese anti-democrática, nuestra historia nos demuestra que para hacer grandes transformaciones o para lograr grandes cambios, nunca fue necesaria una enorme unidad de los grupos de oposición. Nos muestra que el elemento fundamental en esos momentos claves de nuestra historia fue el actuar de nuestro pueblo, empujando unido en una misma dirección.

Eso fue lo que ocurrió en 1979. Entonces fue la insurrección popular, el pueblo alzado lo que hizo ingobernable el país para la dictadura de Somoza hasta lograr derrocarla. No fue como nos cuentan los que se apropiaron del triunfo popular y luego escribieron la historia a su conveniencia. El protagonista fue el pueblo decidido a salir de la dictadura, rebelándose en cada barrio, en cada ciudad de nuestro país. Fue la unidad del pueblo, decidido a sacudirse el yugo, no la de agrupaciones políticas lo que hizo posible derrocar a la dictadura.

Más adelante, luego de la fallida revolución, en 1990, no fue la unidad de débiles organizaciones opositoras lo que logró sacar del gobierno a los sandinistas. Una conjunción de hechos y circunstancias imposibles de replicar, hizo posible la realización de elecciones libres en Nicaragua. Fue una mayoría de nuestro pueblo, que por fin tenía la capacidad de ejercer su poder, la que votó para salir de los sandinistas. No es culpa de nuestra gente que luego la señora Chamorro y su familia hayan traicionado la voluntad popular y pactado con los hermanos Ortega Saavedra y les hayan dejado conservar su poder y hayan permitido a los sandinistas saquear el país y hacerse de enormes riquezas que aún a estas horas los nicaragüenses estamos pagando.

En conclusión, frente a esa creencia arraigada en la mente de nuestra gente de que es necesaria una gran unidad de organizaciones opositoras, la realidad es que el elemento fundamental para producir un cambio, para salir de una dictadura, es la unidad del pueblo enfocado en una misma dirección y con un mismo propósito. La historia nos lo demuestra con multitud de ejemplos que podrían citarse en nuestra historia y en la historia universal y que recomiendo a nuestra gente estudiar.

Otra idea, que continúa arraigada en la mente de muchas personas, a pesar de que han pasado más de 5 años desde la insurrección pacífica de abril del 2018, es la de que es posible lograr esa enorme unidad de la que hablamos. La realidad, que es terca, nos ha demostrado que eso no es posible en Nicaragua, que no hay avances en ese camino, que incluso ahora mismo surgen, como hongos después de la lluvia, multitud de agrupaciones que pretenden organizar la unidad alrededor de sí mismas. Aunque al presente la palabra unidad se ha puesto de moda, lo que ha ocurrido es más bien un retroceso, que se manifiesta en la separación de las agrupaciones políticas en el exilio en campos claramente diferenciados.

Seguir a estas alturas pensando en querer conseguir la unidad total es un obstáculo que nos ponemos nosotros mismos, pues algunos grupos y personas se dedican a esperar a alcanzarla para luego enfrentar a la dictadura, otros desvían los escasos recursos que se tienen a la persecución de esa unidad que es inalcanzable, pues no es posible juntar a todos los nicaragüenses, a todas las organizaciones que se dicen de oposición, porque no todas persiguen las mismas cosas, no todas quieren salir de la dictadura, no todas quieren derrocarla y hay algunos grupos y personas que quieren únicamente hacerse con el poder sin cambiar nada más, es decir que buscan la continuación del mismo sistema de poder que por 200 años nos ha sido impuesto y nos tiene donde ahora estamos. Esta dictadura va a caer pero si no desmontamos el sistema de poder que la hace posible, seguiremos como hasta ahora el mismo ciclo de dictaduras y caos y regresaremos más adelante a este mismo lugar en el que ahora estamos. Es un sistema de poder que en esos 200 años ha ido destruyendo nuestro país y si no ha logrado aún destruirlo completamente es porque es un país por naturaleza sumamente rico.

Frente a esa idea de que es posible y necesaria una gran unidad de los grupos que se hacen llamar de oposición la realidad nos muestra en innumerables casos que el surgimiento de fuerzas capaces de hacer grandes transformaciones, se produce cuando hay un movimiento que empieza muy pequeño, que va ejecutando acciones efectivas y va demostrando su capacidad de acción, en nuestro caso, para derrocar a una dictadura. Es en el trabajo de ese movimiento, es por medio de sus efectivas acciones, que va atrayéndose a otros grupos, que se va constituyendo la fuerza triunfante. La unidad efectiva, real, la que produce resultados no ocurre en una oficina o frente a un computador, o en un congreso, sino en el trabajo de cada día, en la ejecución de acciones que son espacios de colaboración y creación de lazos entre personas y organizaciones. Es así y no de otra manera como va tomando forma y fuerza el movimiento de liberación.

Es la unidad del pueblo nicaragüense todo, de los de dentro del país y los de afuera, la que interesa realmente y es hacia allá que deberíamos dirigir nuestros esfuerzos y nuestros recursos. La construcción dentro del país de un movimiento popular beligerante decidido a derrocar a la dictadura haciéndole ingobernable el país, apoyado de todas las maneras posibles por los nicaragüenses de afuera debería ser la meta de las organizaciones de nicaragüenses en el exilio. En eso y no otras cosas deberíamos trabajar cada día.

Nuestros esfuerzos deben estar dirigidos a trabajar dentro de nuestro país en la formación de células de resistencia que entran en contacto unas con las otras y van formando así una enorme red de redes, van uniendo a nuestro pueblo, con el objetivo inmediato de derrocar a la dictadura y con el objetivo a largo plazo de construir un país democrático que aspira al desarrollo económico y social.

Solo con nuestro pueblo como protagonista de su liberación, como arquitecto de su propio destino, será posible la liberación y la construcción de la república democrática.

Nicaragüenses Libres
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"El movimiento Nicaragüenses Libres nació para impulsar la revolución democrática en Nicaragua."

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