Economía y política en la lucha por la libertad de Nicaragua

<<Como la nueva clase orteguista ha ascendido a la cumbre del poder económico, al proteger los privilegios de la oligarquía protege los propios. Esto explica también la enorme renuencia de la oligarquía y de todos sus operadores políticos a enfrentarse al poder. Esto explica casi seis años de hablar de “diálogo y elecciones”; y hay que decir que lo explica, en algunos casos por que la mano pachona gobierna a los partidarios del eleccionismo, de la mal llamada “salida democrática” y de la distorsionada “vía cívica”.>>

Primero, aclaremos el léxico para evitar confusiones. Cuando se habla del crecimiento económico, la medición generalmente empleada es el Producto Interno Bruto. Esta es una manera de medir lo que en total la economía crea durante un período, o sea, el valor agregado de dicho período. La idea es que vivimos de esa nueva producción; que, para sobrevivir, y para acumular ahorros y riquezas, necesitamos tomar lo que ha sido producido antes, y transformarlo en algo de mayor valor. Tomás la semilla, que vale X, y la convertís en una cosecha, que vale 4 veces X. De la diferencia, 4-1, es que se pagan salarios, ganancias empresariales, rentas e intereses, a los diferentes participantes en la economía. Salarios a los trabajadores, ganancias empresariales a los dueños de los negocios, rentas a quienes alquilan propiedades, tierras, edificios, etc., e intereses, a los que son dueños de capital financiero. El PIB, entonces, puede crecer 4%, pero no quiere decir que salarios, ganancias empresariales, rentas, e intereses, crezcan todos por igual. Sin embargo, un crecimiento más rápido crea la oportunidad para una mejora en las condiciones de vida de todos.

Hablemos ahora de Nicaragua. Lo primero que hay que decir es que crecimiento del PIB es relativamente bajo (apenas 3-4%), y que se trata de una economía en la cual hay una pequeña isla de seis grupos familiares milmillonarios rodeados de un mar de pobreza. Lo segundo es que la economía en su conjunto no está en caída libre: no está, ha rebotado desde el fondo que alcanzó por la crisis política que la abrumó. Lo tercero es que, aunque el PIB (“la economía”) rebota, la situación de la gran mayoría, de los que viven de salarios, no mejora. ¿Por qué? Porque desigualdad de poder político y desigualdad económica van juntas, y el magro crecimiento que hay muy poco, o nada, hace aumentar los salarios, en términos relativos, o sea, de poder de compra. Es decir, el valor agregado, lo que todos producen, crece, pero ese crecimiento se va, todo o casi todo, para los bolsillos de unos pocos, poquísimos. En el mar de la pobreza se ahoga la mayoría, mientras el oro flota para la isla de la oligarquía. En otras palabras, La economía está una fase de crecimiento de las ganancias en la cima del poder (económico y político), y empobrecimiento relativo para la mayoría, seguramente con aumento de la pobreza extrema. 

Si no se produce una crisis de consumo por este fenómeno (según el Banco Central el consumo doméstico aumenta moderadamente, más o menos al paso del PIB) es, con ironía cruel, por la consecuencia perversa del colapso (ese sí es colapso) de las libertades públicas, y de la enorme caída inicial del PIB en 2018-2020, que fue muy fuerte: ambas causas han forzado al exilio político-económico al 10% de la población, la mayoría en edad laboral, y han creado una marea de remesas que ayuda a sostener, aunque sea de manera precaria, el consumo. Manteniendo el consumo, algunas industrias domésticas logran, también de manera precaria, rebotar. 

Por otro lado, los datos del Banco Central sugieren otras tendencias que hay que tomar en cuenta, para entender la situación de nuestro pueblo en estos momentos, que es lo que nos concierne: el Banco reporta que hubo, a través del 2022, una caída muy fuerte de la inversión pública, 13%, que provocó una caída similar en la industria de la construcción (12.2%). El consumo de gobierno, o sea, las compras generales del gobierno, cayeron también en proporción semejante (semejantemente brutal): 15%.  

Es decir, el Estado, usurpado por el clan genocida, reasigna prioridades. Deja de gastar en las necesidades actuales y futuras de la población,  mientras aumenta sus reservas internacionales para intentar blindarse de un posible aislamiento financiero; y lógicamente, si gastan, prefieren gastar en represión, que para ellos representa supervivencia. Esto queda más que demostrado en la disparidad que reporta el Banco entre el crecimiento del PIB para todo el año (3.8%), y el crecimiento de “Administración Pública y Defensa”, de apenas 1.5% [según dice el BCN, “como resultado de mayores servicios prestados por el Gobierno a la población”]. Nótese que agrupan “Administración Pública” con “Defensa”. No hace falta ser muy imaginativo para saber cuál de las dos se lleva la mayor tajada, y aún de “Administración Pública” puede razonablemente especularse que el gasto no es para mayor eficiencia de los servicios no represivos del Estado. 

Por otro lado, la inversión privada apenas avanza, y lo hace muy por debajo del promedio de crecimiento del PIB, expandiéndose solo 2.8%. Esta es una referencia importante, porque indica que no hay, de cara al futuro, vitalidad económica: los productores privados invierten poco, a la vez que el gobierno detiene el gasto, en el mejor estilo de las recetas del Fondo Monetario Internacional, que lo aplaude. 

Aquí aprovecho para recordar al público, especialmente a aquellos que mal caracterizan al régimen (y es importante caracterizar, es decir, entender la naturaleza, del enemigo) como “socialista”, o “de izquierda”. 

No se trata de defender tal o cual membrete, o de atacarlo, hay que entender contra qué luchamos. Por eso, importa mucho entender que las políticas económicas del régimen reflejan los intereses de quienes son sus pilares, y además entender que, puesto a escoger entre satisfacer a los guardianes financieros que desde el imperio monitorean estas cosas, y el bienestar de los ciudadanos, pues la escogencia está hecha. No en vano el FMI aplaude. “Ortega es un hijo de perra, pero es nuestro hijo de perra”, parecieran decir. A fin de cuentas, los dictadores de turno aplican políticas neoliberales extremas, que protegen el estatus quo, que es el de una economía extremadamente desigual, con una oligarquía de media docena de familias que continúa, aunque haya tropiezos y peligro, recibiendo beneficios. 

Que sigan recibiendo beneficios es inevitable, a menos que los expropien, porque, como la nueva clase orteguista ha ascendido a la cumbre del poder económico, al proteger los privilegios de la oligarquía protege los propios. Esto explica también la enorme renuencia de la oligarquía y de todos sus operadores políticos a enfrentarse al poder. Esto explica casi seis años de hablar de “diálogo y elecciones”; y hay que decir que lo explica, en algunos casos por que la mano pachona gobierna a los partidarios del eleccionismo, de la mal llamada “salida democrática” y de la distorsionada “vía cívica”; pero, en otros casos, porque hay opositores que, aunque en privado no son electoreros, temen al poder del Gran Capital, o sencillamente temen que, pase lo que pase, “poderoso caballero es don dinero”, y por eso apuestan a que el sistema de poder que crea dictaduras va a sobrevivir, y ellos quieren caer como los gatos. 

Pero todo esto explica también, y es lo más importante, que no hay que dejarse llevar por la cifra del llamado “crecimiento económico positivo”, como un indicador benigno para el pueblo, ni tampoco como evidencia de la victoria estratégica de la tiranía. Esta sigue arriesgando un costo político con tal de mantener su pólvora económica seca y defender su supervivencia como régimen. Los dictadores de turno pueden despotricar todo lo que quieran, pero al final son perritos domésticos, felices de agachar la cabeza ante el banco del imperio, el FMI y dispuestos a profundizar más el atraso del país al reducir la inversión pública. 

Por su parte, el silencio de la oligarquía no es producto del mismo miedo que siente el ciudadano común. Claro que temen al capo mayor, a quien escogieron, y quien los domina. Pero siguen beneficiándose, y siguen apostando a que van a seguir beneficiándose. Para ellos ––que en el peor de sus casos ya tienen fortunas millonarias en el exterior–– quedarse callado, esperar a que los tiranos se mueran, o aceptar un pacto de elecciones, son, por sus intereses (y por su ética) opciones preferidas a la de enfrentar al régimen. Por eso han entorpecido de mil maneras a la oposición anti-sistema, a la oposición beligerantemente democrática. Y en el camino han hecho posible que el régimen se blinde financieramente con préstamos internacionales. 

La moraleja: hay que hacer propaganda internacional que no sea de súplica a los gobiernos poderosos, sino que apele a los pueblos para que apoyen directamente nuestra lucha, y para que presionen a sus gobiernos para lograr que haya sanciones reales, que verdaderamente corten el oxígeno a los dictadores de turno: turismo, préstamos internacionales, los privilegios del CAFTA que benefician a los milmillonarios, las finanzas internacionales del Ejército. 

Todo esto servirá para debilitar la capacidad del régimen de controlar y reprimir, y ayudará a profundizar conflictos internos dentro de la dictadura, e incluso a reducir su capacidad de represión. Pero no habrá solución democrática, salida a la democracia, si esos conflictos y ese debilitamiento no son acompañados del crecimiento de un movimiento popular democrático que los aproveche.

Francisco Larios
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El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.

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