El alumbramiento del Ser a través del silencio poético en Alejandra Pizarnik

Eneida A. Incer
+ posts

Poeta, ensayista, secretaria, maestra de educación primaria y secundaria.

Artículos de Eneida A. Incer

Martín Heidegger en su búsqueda de formular nuevos planteamientos a la filosofía moderna se preguntó en innumerables ocasiones sobre el Ser y su sentido para situarlo dentro de lo que él mismo denomina como ontología fundamental. Desde esta perspectiva, el filósofo pone mucho énfasis en la importancia del lenguaje para el Ser y la manera en que este lo alumbra desde el silencio. 

Desde esta perspectiva, el estudio que aquí se propone es un análisis sobre el silencio en la poética de Alejandra Pizarnik a fin de determinar cómo ese silencio, en sus diferentes manifestaciones alumbra el Ser poético. Para tal cometido, se seguirá la línea propuesta por Heidegger sobre la temática del silencio y la poesía y se analizarán algunos poemas de Pizarnik donde el silencio poético se hace evidente.

Sara Pizarnik fotografiada en Buenos Aires en 1967 por Sara Facio [Imagen el dominio público]
Alejandra Pizarnik fotografiada en Buenos Aires en 1967 por Sara Facio [Imagen en el dominio público]
  1. El silencio es el principio de todas las cosas.

Villoro (1999) dice que cuando los griegos quisieron definir al hombre lo llamaron zoom lógon éjon que en su sentido más primitivo significa “animal provisto de palabra” (p.5). La palabra es elemento diferenciador entre el ser humano y cualquier otra especie que exista. De hecho, antes del hombre ha sido la palabra y por eso Heidegger en la Carta sobre el humanismo (2001) dirá que “el lenguaje es la casa del ser, en su morada habita el hombre. Los pensadores y los poetas son los guardianes de esa morada.” (p.313). El Ser arrojado al mundo se cobija en la palabra y desde este espacio inicia todo discurso. Entonces, el lenguaje que sirve de fundamento al Ser, determina la relación de este con los demás, con el mundo y con el ente en general.

Colodro (2004) siguiendo a Heidegger considera el lenguaje como un dispositivo luminoso que devela lo que ha permanecido en la oscuridad:

El lenguaje como cualidad lumínica determina el alumbramiento del Ser, lo hace aparecer desde la profunda oscuridad de su origen para hacerlo visible y aprehensible (…) lo iluminado sería aquella región del Ser abierta a la comprensión por el lenguaje, traída desde la oscuridad del silencio a la claridad de lo ininteligible. (p.28).

De esta manera, la luz de la palabra abre un sendero en el bosque heideggeriano e ilumina una región, un topo y hace aparecer con él los contornos de los entes, pero el “escenario luminoso de la lichtung, en el que se presenta el ente, se encuentra circundado por un bosque más grande y más oscuro”. (Amoroso, p.205). Este paraje inmenso no será más que el silencio, pues si bien es cierto, las palabras iluminan y alumbran a los entes, también lo es que “el Ser en su totalidad de sentido permanece oculto en las profundidades del silencio” (Colodro, p.29).

La palabra aparece, entonces, como algo esencialmente dispuesto al silencio que se convierte en una forma de existencia. En El Ser y el tiempo (1984) Heidegger dice que “sólo en el genuino hablar es posible un verdadero callar. Para callar necesita el ´ser ahí´ tener algo que decir. El silencio es un modo de habla.  (p.104). 

Años más tardes dirá también que: “los mortales hablan en la medida en que escuchan y están atentos a la invocación del mandato del silencio” (De camino al habla, p.29). En este sentido, la poesía es “una forma de estar a la escucha, de oír el mandato del silencio, abrirse al ser” (Labastida, p.6). En otras palabras, la poesía es un modo de habla y sólo los poetas y los filósofos -esos herejes de la palabra- son capaces de producir -por medio del lenguaje- el alumbramiento de ese Ser subsumido en el silencio.

Muñoz (2006) considera que en Heidegger “el silencio significa la máxima expresión de la palabra y la posibilidad máxima de acercamiento al ser” (p.11). Desde este planteamiento, el Ser y el silencio están íntimamente relacionados porque “cuanto más necesario el decir pensante acerca del ser, tanto más inevitable deviene el silencio” (Heidegger, Aportes a la filosofía, p.34). Muñoz también considera que el silencio es tan decisivo en el pensamiento heideggeriano porque “es el espacio desde donde el ser aparece de forma manifiesta y libre”. (p.20). 

  1. El silencio y sus modalidades

Si el silencio es una especie de lenguaje que debe ser escuchado, conviene tener presente algunas maneras en la que el mimo se manifiesta y desde la cuales se puede oír.

  1. 1. El silencio hermenéutico 

La primera forma de manifestación es la que se denominará silencio hermenéutico o filosófico.  Este actúa en la línea del pensamiento y se fundamenta en la interpretación de lo que se dice (lee). En Introducción a la metafísica (2001) Heidegger asegura que “la interpretación auténtica debe mostrar aquello que ya no se percibe en las palabras, y sin embargo estas dicen” (p.148). Así pues, interpretar consiste en un concreto saber escuchar o a como el propio Heidegger creía –de acuerdo a Muñoz- leer lo escrito consiste más bien en un modo de escuchar lo dicho, un decir que es un pensar previamente acerca de las cosas. (p.33).

Interpretar implica atender a lo que la palabra calla, en lo que sugiere y no en lo que afirma en su decir, porque la palabra nunca representa algo, sino que apunta a algo, esto es a mostrar algo, porque –a como dice el mismo Heidegger- “eso que parece no decir nada, dice propiamente todo, lo que cabe decir aquí; y lo dice de la manera que les propia: el no decir”. (La proposición del fundamento, p. 81). 

Así pues, con la expresión silencio hermenéutico se designa justamente ese momento de la interpretación donde lo no dicho (silencio) ocupa un lugar privilegiado ya que en ese callar es donde justamente habita lo que quiere decirse. 

  1. 2. El silencio meditativo 

La segunda manera de manifestación es el silencio meditativo:

El silencio propicio y necesario para llevar a cabo la tarea del pensar. El silencio meditativo es el que se produce cuando el pensador calla, se recoge en sí mismo y desde ese silencio deja libre el camino al Ser para que se manifieste. Este tipo de silencio es necesario para conseguir escuchar al Ser en su habla. El habla del Ser es un habla que habla en silencio a través del hombre si éste sabe ponerse adecuadamente a su escucha. (Muñoz, p.37).

En la soledad de la meditación el pensador y el poeta se encuentran frente al Ser. En ese alumbramiento meditativo es también necesaria la escucha, única actividad por la cual puede captarse y manifestarse el Ser. 

Steiner (2003) decía:

Oye lo más profundo. Presionando hacia el terreno del Ser, el oído interno del pensador, del poeta o del maestro de la metáfora, parecen aprehender el silencio cargado que precede al primer resplandor de la forma naciente. (p.320).

  1. 3. El silencio poético.

Una última manifestación es lo que se denomina como silencio poético. Guilead (1991) en su libro Ser y libertad dice que “el pensamiento original y la poesía son esencialmente vecinos, porque su patria común es el silencioso del Ser.” (p.158). Para Muñoz, el silencio poético es el tipo de silencio que “se produce en la poesía cuando el poeta con su poema trae a presencia aquello de lo que nos habla sin nombrarlo”. (p.38). El silencio poético es pues, aquel tipo de silencio que trae a presencia la cosa de la forma más plena posible.

Para comprender mejor el silencio poético, Muñoz considera que es importante tener en cuenta la noción que Heidegger tenía sobre la creación artística, ya que, para el autor de la Carta al humanismo, el poeta más que crear belleza, lo que hace es develarla en su obra, ofrece una mirada pura hacia las cosas o a como lo decía Huidobro: hay que hacer que la rosa florezca en el poema. En este sentido, el poeta nombra, conjura y devela en el silencio el objeto de su poema porque cuando nomina a Dios, al árbol o al cielo hace que la esencia de esas realidades se revele del modo más radical posible.

Rivera (1998) en el Silencio originario considera que el poema es un canto que hace que el Ser se manifieste.

La palabra poética nos pone delante el ser de lo que ella canta, y lo hace surgir como si brotara por vez primera desde la nada del no-ser. Haciendo esto, el poeta pone de manifiesto el esplendor del Ser, lo glorifica. (p.184). 

Desde esta óptica, el silencio poético cumple una función comunicativa, una especie de discurso de lo no dicho donde los interludios pueden manifestarse de formas diversas. Así, por ejemplo, en los poemas visuales –como en el caso de Pizarnik, Olga Orozco y Eielson- el silencio puede estar marcado por la ausencia de título de tal manera que la voz poética irrumpe intempestivamente con el primer verso. 

Existen poemas que dan mayor importancia al ritmo oral y usa recursos propios: el balbuceo y el tartamudeo para crear una especie de interferencias divinas o demoníacas dentro del discurso –por ejemplo, los balbuceos finales de Altazor, o en el duetto de amor del acto II de Tristán-. Puede usarse también el proceso de sumarización que permite construir un texto a partir de otro haciendo en el último ciertas abstenciones. 

Otra manifestación del silencio poético es la tematización del mismo. En este sentido, el tópico se usa como un recurso que puede en ciertos casos –como en Pizarnik- considerarse un emblema de su quehacer poético. También se identifica el contraste como un tipo de silencio que permite la oposición entre dos elementos ya sea a nivel semántico o sintáctico o el uso de la aposiopesis calculada mediante la cual se presenta el objeto elidido como mayor, temible e inexpresable. (Serra, 2001).

De acuerdo a Torrent y Bassols (1997) la aposiopesis es un “discurso discontinuo en el que el hablante se comporta como si no fuese capaz de seguir o no quisiese continuar y que manifiesta espontaneidad o produce efectos emocionales”. (p.139).

Amelia del Caño (1999) distingue la elipsis, la aposiopesis y el asíndeton como figuras que permiten identificar el silencio poético. Soublin por su parte habla de las figuras por omisión para referirse a aquellas formas que afectan a los niveles siguientes: la palabra, la proposición, el silogismo, por tanto, puede faltar una sílaba en una palabra (aféresis, síncopa, apócope); puede faltar una palabra en una proposición y en este sentido puede estar regido por una frase inacabada (aposiopesis, reticencia o anapodosis) o por una figura paratáctica (elipsis propiamente dicha). También se incluye en estas categorías el uso de signos suspensivos, dos puntos o terminar de forma abrupta el poema.

El símbolo por su parte también desempeña un papel dentro del silencio poético. “el símbolo representa la cosa, literalmente: provee una presencia que suplanta a otra” (Villoro, p.16). De esta forma –y parafraseando a Wittgenstein- el símbolo reemplaza la realidad tal y como lo hace la notación musical con la sinfonía y al suplantar la realidad sugiere lo que no está dicho y que además debe ser descodificado por quien lo percibe. En ese sugerir lo que no está dicho será donde precisamente radique el silencio poético.

  1. El silencio poético en Alejandra Pizarnik.

La poética del silencio tiene sus antecedentes en autores de la talla de Hölderlin y Rimbau, pues más allá de los poemas casi vertiginosos de ambos, está el silencio elegido como lugar de la renuncia. Pizarnik comparte con ellos los vacíos de sus versos como actos premonitorios del silencio, de tal manera que las palabras se agolpan, se forman explicaciones que no se concluyen, preguntas sin respuestas o una serie de contradicciones.

Paz (1967) considera que:

La poesía moderna es una tentativa por abolir todas las significaciones porque ella misma se presiente como significado último de la vida y del hombre. Por eso es, a un tiempo, destrucción y creación del lenguaje. Destrucción de las palabras y de los significados, reino del silencio, pero igualmente palabras en busca de palabras. (p.7).

En el caso de Pizarnik existe un sentimiento de frustración por lenguaje que la lleva a refugiarse en el silencio y convertirlo en el centro de tensión de su creación poética hasta tematizarlo. En Poesía completa (2016) se lee un poema que desde el inicio conduce al silencio por dos razones. La primera por la ausencia de título que premoniza el silencio y la segunda, porque es un tópico del mismo: 

Silencio

yo me uno al silencio

yo me he unido al silencio (p.143).

En Los trabajos y las noches también dirá: hablemos de nuestro silencio. En el poema El reconocimiento bajo el proceso de desautomatización le habla a otro interlocutor y le dice: tú haces el silencio de las lilas.

El silencio además será en Pizarnik un espacio con el que se trabaja la palabra y se transforma en fuego: 

yo trabajo el silencio

lo hago llama (p.315). 

Y si no fuera suficiente con esto, Alejandra presenta a un Ser embriagado de silencio, es decir, ebrio por aquello que no alcanza a nombrar:

 Ebria de silencio

 de los jardines abandonados

 mi memoria se abre y se cierra

como una memoria al viento. (p.319).

En Fragmentos para dominar el silencio, existe un evidente reemplazo de las palabras por lo que sólo en silencio puede decirse: “cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo”. (p.223). En este poema hay una desconstrucción del yo que es propio de Pizarnik, pero es este yo en fuga el que muestra a través del silencio ese Ser que quiere manifestarse y lo hace en la más perfecta quietud de la palabra, en la ausencia del lenguaje.

Esa fragmentación del yo que surge desde el silencio muestra a un Ser escindido que está en constante angustia. En el poema Sólo un nombre dice:

alejandra

alejandra

debajo estoy yo

alejandra (p.65). 

Esta forma abrupta de terminar el poema hace que el nombre quede flotando en el silencio. Desde este espacio –el silencio- se identifica a un Ser que padece una zozobra nominal. Heidegger decía que el ser arrojado al mundo se cobija en el nombre y lo habita, pero no es el caso de Pizarnik que muestra una degradación del Ser al escribir en minúscula su propio nombre. Esa minúscula expresada con toda consciencia cumple el papel de vulgarizar su forma nominal. 

Existe además una búsqueda de sí misma, la existencia de dos o más Alejandras que se desdoblan en busca de la esencia, de ese Ser que se ausenta, que no se sabe dónde está y de ahí la insistencia en la elección de un nombre que sea autorretrato de ese Ser elidido.

De lo anterior, no debe entenderse, sin embargo, que el silencio en Pizarnik es un mero espacio en blanco, ornamento, alienación de una palabra, epifenómeno o residuo de algo. La insistente tematización del silencio en esta autora no es más que un preludio de un lenguaje continuo, un silencio que irrumpe abruptamente el habla para hacerla posible (hay una gran cantidad de poemas de la autora sin títulos, otros simplemente numerados). 

Así pues, el silencio es una pulsión positiva e intencional que se transforma en presencia, en un extrañamiento que invita a oír otras voces que le son propias. Es decir, es una forma de oír al Ser. En el poema Silencio expresa: 

la muerte siempre al lado

escucho su decir

sólo me oigo. (p.188). 

En este texto como en tantos otros de Alejandra, brota el tema de la muerte –que tanto obsesionó a Pizarnik- unido al silencio y al Ser cumpliéndose en Alejandra lo que ya Heidegger dijo en su momento: el proyecto verdadero del Ser es ser para la muerte. 

Otras formas en que Alejandra introduce el silencio en su quehacer poético son terminando de manera abrupta el poema. En Reloj, texto perteneciente a Los trabajos y las noches se lee: 

Dama pequeñísima

moradora en el corazón de un pájaro

 sale al alba a pronunciar una sílaba

 NO. (p.183). 

Se observa entonces como una sola sílaba rompe con toda enunciación y ritmo textual.

El juego de palabras crea el efecto de inconsecuencia en los poemas, que también es otro recurso en Pizarnik para provocar el silencio, esto se puede identificar en el poema Balada de la piedra que llora:

La muerte se muere de risa pero la vida

se muere de llanto pero la muerte pero la vida

pero nada nada nada. (p.62). 

La inconsecuencia se denota primero por el contraste entre muerte y vida; entre risa y llanto, entre alegría y tristeza para luego comenzar a jugar con las palabras que arrojan el silencio cuando repite insistentemente: nada nada nada.

En Los trabajos y las noches se también se lee: 

no el tiempo

sólo los instantes

no el amor

no

no. 

En estos poemas hay un decir que no logra completarse y que solo provoca la adhesión al silencio. Un silencio que arroja un Ser que no sabe qué palabras usar, que no tiene seguridad en el lenguaje y muestra al amor como el lugar de la herida.

El uso de algo o de un símbolo que coloca lo existente en una relación perceptible con algo no existente es otra forma de introducir el silencio. En este sentido Alejandra dirá: explicar con palabras de este mundo

 que partió un barco llevándome.

  En ese poema el símbolo es el barco y el barco es algo existente en lo que se conoce o concibe como realidad. En el caso de Pizarnik representa la tabla de salvación que la conduce “a la otra orilla” artaudiana. Lo inexistente es ese otro lugar –silencio toponímico- que es innominado en el poema. 

El uso de signos supensivos es una manera más en que la autora del Infierno musical se entrega al silencio: En La tierra más ajena (1955) titula un poema de la siguiente manera: DE MI DIARIO. Existe en este título el preludio de un silencio que hace pensar –por las connotaciones que tiene un diario- que el lector está a las puertas de vislumbrar algo de la intimidad de la autora, sin embargo, el texto no revela nada privado, ni siquiera tiene relación con el título. De esta forma los signos suspensivos se configuran como un juego textual que evoca un silencio primero. 

En el poema Agua de lumbre, el uso de los signos suspensivos es distinto. En este texto la función es la de un silencio intermedio que luego es interrumpido por la voz poética: Sí. Llueve

el cielo gime montones desteñidos (p.15). 

En las Aventuras perdidas, la voz poética llega su término para unirse al silencio donde las palabras quedan flotando: Estas son las versiones que nos propone:

 un agujero, una pared que tiembla(p.104).

Al estilo de Huidobro, Pizarnik ofrece en Ceniza un balbuceo que conduce a un silencio momentáneo para luego alumbrar un Ser doliente y sufrido a través del uso de la personificación de la noche: 

¿Qué haré conmigo?

 porque a Ti te debo lo que soy

pero no tengo mañana

porque a Ti te…

La noche sufre. (p.55).

El silencio es tan importante en Alejandra por sus múltiples significaciones. Sobre el silencio Alejandra dirá que es el fantasma de las palabras (Aproximaciones, p.309), que es luz y desdicha (p.301), pero también oscuridad (p.203), de ahí que todo lo gris rompa el silencio y desde ahí sus voces sean una con ese silencio tal y como lo dice en su poema Jardín o tiempo, pues los nombres hilan el silencio de las cosas y en los bordes de esas cosas se vuelve al silencio que se convierte en presencia, alumbramiento:

 los bordes de silencio de las cosas

 lo callado que recorre la presencia de las cosas. (p.309).

Las sombras están obligadas a rendir cuenta del silencio –dirá Alejandra en Un dibujo de Wols-. El silencio es el lugar del alumbramiento de los yoes, del Ser en todo su esplendor, pero ese Ser que se alumbra no sólo está fragmentado, está herido, asustado, con miedo y aúlla a la muerte. En ese silencio hay criaturas y fantasmas que la hacen sentir pavor.  En Despedida se lee: 

Tantas criaturas ávidas en mi silencio

y esta pequeña lluvia que me acompaña. (p.170). 

Una tribu de palabras mutiladas

 busca asilo en mi garganta

 para que no canten ellos, los funestos, los dueños del silencio –dirá en Anillos de ceniza- (p.181).

Figuras y silencios es un poema donde el miedo a ser exiliada de este mundo es latente para el Ser. Este poema es una especie de súplica. Una voz que emerge desde el silencio en el más absoluto desespero: 

manos crispadas me confinan al exilio

Ayúdenme a no pedir ayuda. 

 Me quieren anochecer, me van a morir

 Ayúdenme a no pedir ayuda (p.222).

Así pues, el silencio en Alejandra Pizarnik es tentación y promesa, es el lugar de la herida, el territorio en el que el Ser se manifiesta a través de la escisión del yo. Esta multiplicidad de voces al no reconocerse en un sólo Ser se convierten en una fuga irreconciliable. De esta forma el Ser entra en una paradoja sin rumbo, una paulatina desorientación vital que impide a Pizarnik reconocerse en su Ser:

Si vieras a la que en ti duerme en un jardín de ruinas en la memoria. Allí yo, ebria de mil muertes, hablo de mí conmigo sólo por saber si es verdad que estoy debajo de la hierba (…) te deseas otra. La otra que eres se desea otra. (El hermoso delirio, Extracción de la piedra de la locura).

Nuevamente la escisión revela el Ser y lo hace en un mismo plano de consciencia en la escritura, pero esta multiplicidad de voces no se sustituye como sucede en Borges para quien la conciencia del Ser escindido es un testimonio de la aceptación irónica del drama del hombre.

“Yo no quiero decir, yo quiero ir” –dice en el Infierno musical– la palabra por tanto se erige como la única morada posible del Ser, el lenguaje es su casa y de ahí que en esta poeta surja la pretensión de que el poema sea el lugar del yo.

Conclusiones

De acuerdo a los filósofos el lenguaje es lo que diferencia al ser humano del resto de las especies. En el lenguaje se encuentra la palabra y habita el Ser que sólo es alumbrado a través del silencio, entendiendo este no como ausencia de ruido sino como una extensión de lo no dicho del lenguaje.

Existen varios tipos de silencios –filosófico, meditativo y poético- y desde todos es posible revelar al Ser en la medida en que se entre en la escucha. 

El lenguaje poético ha sido trabajado por diversos escritores, pero en el caso de Pizarnik se identifica el uso de varios mecanismos para evocar el silencio. Será precisamente en este silencio donde se manifieste el Ser de la autora como algo perturbado, temeroso, extraño y desconstruido. 


Referencias Bibliográficas   

Amoros, A. (1980). Introducción a la literatura. España: círculo de lectores.

Colodro, M. (2004). El silencio en la palabra: aproximaciones a lo innombrable. Guilead, R (1991). Ser y libertad. Un estudio sobre el último Heidegger. Madrid: G. del Toro.

Heidegger, M. (2001). Carta sobre el humanismo, trad. De Helena Cortés y Arturo Leyte. Madrid: Allanza Editorial.

_____ (1951). El ser y el tiempo. México: Gaos.

_____ (2003). Aportes a la Filosofía: acerca del evento. Buenos Aires: Editorial Biblos.

_____ (1987). De camino al habla. Barcelona: Serbal. 

_____ (2001). Introducción a la metafísica Barcelona: Gedisa. 

Labastida, J. (1997). Martín Heidegger, la poesía y el silencio. Revista de la Universidad de México No.557.

Muñoz, R. (2006).  Tratamiento ontológico del silencio en Heidegger. España: Nueva mínima del CIV. 

Paz, O. (1967). El arco y la lira. México: Editorial fondo de cultura económica. 

Santiago: Editorial cuarto propio

Pizarnik, A. (20016). Poesía Completa. México: Debolsillo

Rivera, J. (1998). El silencio originario en el pensar de Heidegger. Conferencia pronunciada el 17 de junio de 1997. Centro de Estudios públicos. 

Steiner, G. (2003). Lenguaje y silencio. Barcelona: Gedisa.

Torrent y Bassols (1991) Modelos textuales. Teoría y práctica. España: Octaedro 

Villoro, L. (1997). La significación del silencio. México: Verdehalago.

Serra, R. (2001). El lugar del silencio en el proceso de comunicación. Tesis doctoral 

Eneida A. Incer

Poeta, ensayista, secretaria, maestra de educación primaria y secundaria. Artículos de Eneida A. Incer