El “ciudadano Tünnermann” de Enrique Sáenz: cómo construir el olvido histórico para la conveniencia de élites dañinas

El Sr. Enrique Sáenz, antiguo presidente del MRS, ha publicado en sus redes una evaluación abrumadoramente positiva de la actuación pública, política del Dr. Carlos Tünnermann Bernheim, personaje público recientemente fallecido. Los comentarios del Sr. Sáenz merecen contestación, porque Nicaragua se ahoga; nuestra tierra vive un aplastamiento represivo por parte de quienes en el pasado ––y en el poder–– compartieron armas, autoridad y visión con los fundadores y líderes de lo que el pueblo llama, agrupando bajo un membrete a todos los afines a la disidencia del FSLN, miembros o no de alguna organización, “los MRS”. 

Entre ellos se encuentran figuras prominentes de la dictadura feroz que destruyó Nicaragua en los 1980. Gente como Luis Carrión, antiguo miembro de la Dirección Nacional; Sergio Ramírez Mercado, co-dictador de Ortega en los años más aciagos de aquella década; Carlos Fernando Chamorro, quien dirigió durante el mismo período Barricada, el único órgano de prensa permitido ininterrumpidamente, porque era el órgano oficial del FSLN; Gioconda Belli, propagandista internacional del “partido”, y muchos otros que hoy, en alianza con los grandes capitales de Nicaragua, intentan, en contra de la voluntad popular, regresar al poder a través de un proceso de diálogo y elecciones con el régimen, que ya ha impuesto enormes costos a la ciudadanía nicaragüense, incluyendo el exilio de cientos de miles, quizás cerca de un millón de personas, desde abril de 2018.

Para hacer digestibles a estos personajes ante un pueblo que ya los ha sufrido, hay que hacer que se olvide quiénes son, qué hicieron, qué piensan, qué motivos los han guiado en sus trayectorias. 

Hay que hacer olvidar, por ejemplo, que para Carlos Fernando Chamorro los campesinos levantados en armas, a quienes el Ejército Popular Sandinista mataba en las montañas, eran “perros”, o “bestias”.  Hay que hacer olvidar que, para Sergio Ramírez Mercado, “Daniel Ortega es mi hermano y el mejor presidente que ha tenido Nicaragua”. Hay que hacer olvidar que, para Gioconda Belli, “los sueños de Fidel Castro valieron la pena”.  Hay que olvidar que Luis Carrión, aparte de su pertenencia a la Dirección Nacional del FSLN, la cual exigía a la población obediencia absoluta (“¡Dirección Nacional, ordene!) estuvo a cargo, como segundo de Tomás Borge, de imponer un régimen de terror a los ciudadanos opositores. Y también ––este es, claramente, el propósito de distorsionar la imagen del difunto Dr. Carlos Tünnermann Bernheim–– hay que olvidar que fue política del Frente Sandinista de Liberación Nacional (que entonces incluía al hoy “sandinismo disidente” de “los MRS”), adoctrinar infantes, enseñándoles a leer en manuales que cuasi-religiosamente presentaban a personajes del partido en el poder. Hay que olvidar que fue política del FSLN militarizar la educación infantil, enseñando las bases de la aritmética con sumas y restas de fusiles, haciendo a los niños alinearse marcialmente y desfilar “armados”. 

Para que se olvide todo esto, hay que hacer que se olvide quién fue el funcionario líder del esfuerzo: el Ministro de Educación, Dr. Carlos Tünnermann Bernheim. También hay que olvidar que lo que para ellos es la hermosa “revolución sandinista”, ya a mediados de los 1980 era un baño de sangre, en el que la dictadura secuestraba chavalos en los colegios para engrosar las filas de los conscriptos y llevarlos a la montaña a matar a campesinos nicaragüenses que se habían levantado en armas contra la expropiación, el maltrato, y la opresión. 

Los voceros del “sandinismo disidente” se esfuerzan porque se logre tal olvido, porque de lo contrario no puede olvidarse que, a cargo del manejo del Estado en esa época, en una función comparable a la que hoy desempeña Rosario Murillo, se encontraba nada menos que el escritor Sergio Ramírez Mercado. Tampoco podría olvidarse que, en la función del Valdrack Jaentzke, el canciller Colindres y otros, se encontraba el Dr. Carlos Tünnermann Bernheim, defendiendo ante el mundo las atrocidades cometidas entonces, que no son diferentes de las que hoy se experimentan, y que de hecho causaron una mortandad mayor, una destrucción económica más abismal, y un exilio que quizás en términos porcentuales podría ser hasta mayor al que se ha experimentado desde el 2018.

Para que todo esto se olvide, y la imagen de “los MRS” actuales y de su proyecto brillen de pureza y de bondad, hace falta que las acciones de todos estos personajes se olviden. Hace falta crear una narrativa falsa para todos ellos, que oculte los incómodos detalles de su actuación como personajes del poder.  Hace falta, en el caso que nos atañe, que solo recordemos que el Dr. Tünnermann Bernheim fue un esposo y padre amoroso, lo cual, dicho sea de paso, no me atrevo a cuestionar, ni a afirmar, ya que discuto los actos públicos del personaje público, y no mis afectos personales, ni los suyos, que pertenecen al sagrado ámbito de su vida privada; que fue tan precoz que, a los 30 años de edad, nos cuenta el Sr. Sáenz, ya era Rector de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (una proeza que probablemente no haya sido alcanzada con frecuencia en el mundo, donde llegar a un cargo tal es un triunfo académico culminante); que escribía poemas, como alma sensible, y libros a granel, como intelecto activo, lo cual, tampoco, es tema central. Y, cereza en el pastel, aunque parezca inverosímil, un comentario sobre la única imperfección del Dr. Tünnermann citada en el escrito: no le quedaban bien las gorras.  

Es decir, más que una valoración seria del personaje público, el escrito del Sr. Sáenz constituye una banalización. Es inevitable que así sea cuando se despoja la narrativa de los elementos de más peso en la hoja de vida de un personaje público. Imaginemos si de Napoleón recordáramos apenas sus cartas de amor, o si llenáramos las páginas que habría que llenar con la lista de favores que un político hace a través de su carrera…

Es inevitable, sin embargo, que los elementos más importantes se borren, porque no hay en curso una valoración del personaje público, sino un intento de ocultar sus actos políticos. ¿Por qué? Porque valorar a este personaje público es valorar las políticas públicas que impulsó y dirigió, que están indisolublemente asociadas con la hoja colectiva de vida de “los MRS” cuya defensa es la meta de la narración con que el Sr. Sáenz intenta blanquear el pasado de sus líderes.

Quieren, en otras palabras, un borramiento tal que legitime el pasado, que desbroce el camino presente hacia un soñado futuro en el cual no solo pasearán por el mundo recibiendo los premios de la hipocresía de la “comunidad internacional”, sino que, en alianza con sus antiguos enemigos en “el imperio”, y “el gran capital”, regresarán por la puerta oscura de las componendas y pactos oligárquico-autoritarios a recuperar lo perdido y a detentar el poder a que creen ser herederos naturales.

Pero los nicaragüenses tenemos derecho a un final mejor para esta trágica fase de nuestra historia. Para ello necesitamos de la verdad como la vida necesita del agua. Y necesitamos que quede registrada esa verdad, para nuestros coetáneos, y para las generaciones que reconstruirán nuestro país, recuperarán la soberanía y harán posible que nacer en Nicaragua no sea la condena de los pobres. Sin el coraje de enfrentarnos a los falsificadores de la historia, no habrá esperanza. Si permitimos que se escuden detrás de nuestra empatía, de nuestra compasión, nunca habrá justicia. Si permitimos que lancen sus velos gruesos sobre el pasado, que blanqueen las acciones de sus políticos, que los erijan en dioses impolutos de un paraíso perdido, nuestros jóvenes volverán a morir en las calles. Serán víctimas una vez más del engaño. Serán víctimas de nuestra cobardía, si no enfrentamos y proclamamos la verdad, incomode a quien incomode.

Francisco Larios
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El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.

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