El diálogo no es la salida pacífica

Pío Martínez
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“El diálogo es la única salida para la dictadura, es el rescate de la dictadura”

Que el diálogo es la única salida pacífica a la crisis que atraviesa el país, dicen aquellos que lo promueven, que tienen una silla en él y escupen en esa rueda. Pero esa frase es un engaño. Con ella se pretende castrar la imaginación del pueblo, para que nadie busque otra salida, para que todos se casen con esta noción que Ortega y el Gran Capital quieren imponernos porque esa componenda que ahora arreglan es la salida que conviene a ellos, los negociadores de ambos lados. Son ellos quienes se benefician de esa negociación. El diálogo es la única salida para la dictadura, es el rescate de la dictadura. A nosotros no nos sirve.

Tenemos que estar claros de esto: ese diálogo no es, como dicen, “la única salida”, y es, además, la más violenta de todas las salidas posibles, la menos pacífica de ellas. Ya hemos visto que mientras ese diálogo se producía el año pasado, los crímenes de la dictadura continuaban. No hubo nada pacífico en ese diálogo, ni antes, ni durante ni después de esas conversaciones. Lo hemos visto también ahora en este diálogo reeditado que empezó a finales de febrero. Mientras dialoga, la dictadura sigue robando, matando, hiriendo, secuestrando, torturando a nuestro pueblo, como lo hizo en el primer diálogo, aunque ahora en menor medida porque aparentemente controlan la situación.

La cosa no termina ahí, sin embargo, pues si las partes en ese diálogo llegaran a un acuerdo, eso significaría que Ortega y su gente saldrán amnistiados en el arreglo que se produjera. Ortega ha acudido a ese diálogo a procurarse, entre otras cosas, una amnistía para él y los suyos, la garantía de su impunidad. El grupo de negociadores de la mal llamada Alianza Cívica sabe muy bien esto y sabiéndolo está sentada, atornillada a esa mesa. Quizás ya han alcanzado un acuerdo en el que entre otras cosas hay amnistía para Ortega pero posiblemente tardan en presentárnoslo porque aún no han encontrado la manera de dorarnos la píldora. Quizás están esperando a que ocurra algo que haga que la gente acepte sin chistar el arreglo con la dictadura.

El diálogo, eso que presentan como una salida, ni siquiera lo es. Solo es una nueva entrada para un nuevo cogobierno de la dictadura con los empresarios, que será más de lo mismo, más de lo que hemos vivido en estos doce años: más represión, más violencia, más crimen, más muertes, más desaparecidos, más Ortega-Murillo. De nada habrá servido la dolorosa lucha de un año entero por todo un pueblo. Decir que esta salida es pacífica es decir que la dictadura es pacífica. ¿Pretenden burlarse de nosotros? ¿Pacífico un cogobierno con la dictadura? A otro tonto con ese cuento. Lo que nos están proponiendo no es paz, es violencia pura, es muerte, es terror, es horror. Como dice un bloguero amigo, hay que oponerse al diálogo, porque el diálogo es el camino a la amnistía, y a través de la amnistía, a la continuidad del FSLN como fuerza subversora de cualquier democracia.

Es hora de desconocer ese diálogo y de rechazar eso que dicen es una “salida pacífica”. Es hora de desconocer a esos que se llaman a sí mismos “negociadores” y solo son los segundones del gran capital jugando a dialogar con los segundones de la dictadura mientras allá, tras bambalinas, sus amos hacen la verdadera negociación. Es hora de separar la paja del trigo y salir de una vez de esa aberración que se llama Alianza Cívica.

La salida realmente pacífica es la vía de la rebelión desarmada que este pueblo sabiamente escogió hace un año y que ha sido continuamente saboteada por intereses que no son los del pueblo. Esta lucha es la que puede dar al traste con la dictadura. Yo no puedo decirles que por esta vía no habrá más muertos, más violencia, más sufrimiento, pues esto no depende de nosotros, la dictadura nos atacará siempre, si hacemos algo y si no hacemos nada pues su esencia es criminal, eso no podemos cambiarlo. De lo que si estoy seguro es que esta es la vía más eficiente, más corta para llegar al país que queremos.

La Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB) debería asumir ahora de una vez, con valentía, el papel que tendría que haber asumido desde hace tiempo: el papel aglutinador de las fuerzas que el pueblo le ha mandado asumir. Necesita la UNAB ponerse en primera fila de una lucha frontal contra la dictadura donde el único diálogo posible es entre los patriotas, pues con la dictadura no hay nada que hablar. Tenemos que dialogar y ponernos de acuerdo en los métodos, en las acciones a emprender para salir de la tiranía, para trazar una estrategia de lucha por la democracia.

Ya vimos cómo el año pasado el pueblo alzado pacíficamente puso a la dictadura al borde del precipicio. Ahora andan por ahí algunos diciendo que ya no es tiempo para estas cosas, que ya pasó la oportunidad, pero eso no es cierto. Mientras la dictadura esté viva la lucha debe seguir y debe aún continuar cuando la hayamos enterrado pues la lucha apenas entonces empezará, pues tendremos entonces que construir un país. ¡Y hay tantas cosas que pueden hacerse para combatir pacífica y efectivamente a la dictadura! Es cuestión de sentarse y discutir sobre las opciones que tenemos.

“La desobediencia civil seriamente practicada, la parálisis fiscal, el paro económico y una eventual ocupación de las calles son armas de lucha muy eficientes que han dado resultados en otras sociedades, en diversas épocas”

Yo no puedo imaginar todo lo que es posible hacer, nadie puede en solitario hacerlo, esta es una acción que necesita que nos juntemos todos, que juntemos, como dijo nuestro poeta “tantos vigores dispersos” que andan por ahí. No puedo imaginar, pues, qué podemos hacer, pero la desobediencia civil seriamente practicada, la parálisis fiscal, el paro económico y una eventual ocupación de las calles son armas de lucha muy eficientes que han dado resultados en otras sociedades, en diversas épocas. Hay que poner a trabajar la imaginación, no admitir ningún freno para ella. Se trata de dejar a la dictadura sola con sus sicarios, con sus fusiles, con sus balas, y quitarles el país de entre las manos, hacerlo ingobernable, hacerlo desaparecer frente a sus ojos, profundizar la brecha que separa las dos realidades paralelas que ya existen en nuestra sociedad: la una el mundo de ellos, el mundo de la muerte, y la otra nuestro mundo lleno de vida, de espera paciente, de desobediencia, de creación de una nueva realidad, de una nueva sociedad, de una nueva manera de relacionarnos, de vivir. No se puede gobernar y no va a ninguna parte un país de zombis, de asesinos a sueldo. Si nosotros, los ciudadanos, no nos dejamos gobernar, tampoco tiene existencia un gobernante. Lo he dicho ya cien veces: si nos plantamos, como las mulas, nadie nos moverá.

Con todo lo que le digo probablemente me ve usted como loco, como iluso, y no importa, véame como loco pero júntese conmigo y juntémonos todos los locos y hagamos, sin miedo, un país de locos, pero no de esa locura sicodélica opresiva, asfixiante, empequeñecedora, no, nada de ese horrendo engendro de pequeñísimas mentes ¡no! Creemos una sociedad de locos felices, donde todos quepamos, donde dé gusto vivir y no deseemos escapar a otros países, donde queramos, sin miedo, tener a nuestros hijos y verles crecer felices. Estamos ahora a las puertas de todo esto, no dejemos escapar esta oportunidad. Si la dejamos escapar pasará mucho tiempo y correrá mucha sangre antes de que vuelva a presentarse. Puede ser que de tanto pensar en esto se me ha secado el seso, pero puede ser que no esté tan loco. ¿Usted qué piensa?