El discurso de Ortega: entre la espada y la pared

Oscar René Vargas
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Siempre que se da una disputa sociopolítica entre fuerzas vivientes, se puede prever la tendencia general de la lucha, pero es extremadamente difícil, si no imposible, pronosticar exactamente las etapas y su duración.

El discurso de Ortega de este 19 de julio pasado nos demostró que la derrota de la dictadura no se va a lograr con una alquimia que pueda desarrollarse en los salones del INCAE; la derrota de la dictadura sólo podrá lograrse por medio de una lucha con movilizaciones sociales efectivas (paro nacional, desobediencia civil, no pago de los impuestos y otras formas de presión), y, contando con una dirección política correcta.

A la crisis sociopolítica actual, no le veo ninguna salida normal, legal y pacífica. Hay dos tipos de salida: la permanencia de la dictadura por medio de la represión y asesinatos apoyada en las bandas armadas, y, la caída de la dictadura bajo la presión de los movimientos sociales, la depresión económica más la coacción de las sanciones internacionales.

La Alianza Cívica vacila entre estas dos posibilidades, entre estas dos variantes. No puedo pronosticar cuál será opción predominante. No estoy seguro de si el mismo Ortega lo sabe, porque duda y continúa discutiendo una salida con los Estados Unidos, aunque piense que no requiere del diálogo en el INCAE.

La dictadura se encuentra en un impasse. Ortega tiene dos ollas puestas al fuego, optando por la vieja fórmula de “esperar y ver”. Él sabe que no puede ganar nada con las sanciones, sólo puede perder. Las sanciones norteamericanas, la resolución de la OEA y la recesión económica son tóxicas para el régimen.

No se puede prever cómo se equilibrarán estas fuerzas contradictorias para asegurar la permanencia de Ortega-Murillo hasta el 2021. Creo que nadie puede hacerlo, porque hay factores que sólo el desarrollo de los acontecimientos permitirá medir; aunque me inclino a pensar que Ortega se verá forzado a negociar unas elecciones adelantadas. Es una repetición, en una nueva escala, de la experiencia de hace cuarenta años.

Para los sectores predominantes de la Alianza Cívica, cualquier vuelco de la situación, ya sea a favor de la dictadura o una caída temprana con un cambio político real, representa un peligro para sus intereses. De ahí que su único anhelo es, que la solución de la crisis sea a través de un aterrizaje al suave.

Nadie quiere la guerra. Todos declaran estar de acuerdo con una salida pacífica. Sin embargo, eso no ha impedido que Ortega haga uso de los paramilitares, imponiendo el uso de la fuerza en una escala sin precedentes y violando sistemáticamente los derechos humanos, para derrotar a los movimientos sociales.

La Alianza Cívica es una ecuación con muchas incógnitas, y entraña elementos de gran riesgo político con los representantes del gran capital. La Alianza se ha limitado solamente a demandar un cambio democrático a través de las negociaciones del INCAE. Esto significa, en la práctica, que no ha superado los límites establecidos por la dictadura.

Da la impresión de que la Alianza Cívica quiere una salida al suave, quiere orden, tranquilidad y el statu quo a cualquier costo. Su práctica política se manifiesta en que no quiere llevar la lucha de una manera más firme apoyando las sanciones internacionales, ni elaborar un plan de desobediencia civil, ni el no pago de los impuestos.

La Alianza cumple la función de una especie de freno de los movimientos sociales. Es hora de darnos cuenta de que se convirtieron en un factor conservador de la lucha política contra la dictadura. Estamos en el abismo de la repetición del pasado como una historia no concluida.

Los últimos meses han sido de repliegues de los movimientos sociales, y de triunfos parciales de la dictadura. Esta etapa no ha terminado, nos esperan peores momentos y atrocidades. No hay que olvidar que nada en el mundo convence más a las grandes masas que el éxito, aunque sea parcial, y nada repele más que la derrota.

Para no perder su influencia en determinados círculos, la Alianza Cívica recurre de tiempo en tiempo a ciertas frases radicales, pero son incapaces de proponer una estrategia de lucha real, para lo cual se requiere tener criterio independiente de los intereses del gran capital, y confianza en los movimientos sociales.

La política de la Alianza Cívica ha llevado a los líderes de los movimientos sociales a albergar falsas esperanzas en el diálogo, al estancamiento, y a contemporizar con un equilibrio político pasivo. El riesgo de esta política es que la población puede desilusionarse y los campesinos tomar distancia.

Por su lado, la vida política interna de la dictadura, al igual que la del ejército, está signada por las contradicciones entre los intereses de la nomenclatura y las necesidades del desarrollo económico, cultural y social de la nueva oligarquía.

Toda contradicción social se expresa, también, en los mandos superiores del ejército, convertido ahora en una casta privilegiada. A los representantes de la nueva oligarquía les asustan las sanciones porque saben mejor que nadie, que no las sobrevivirán como régimen.

Todo hombre o mujer de mentalidad independiente entra en conflicto con la nomenclatura parasitaria, y ésta tiene que decapitar a ese sector con el objetivo de preservarse a sí misma. La nomenclatura prefiere gente dócil y servil.

La nueva oligarquía es una casta parasitaria interesada en su poder, en sus privilegios y sus emolumentos, y subordina todo a sus intereses materiales, pues abandonó todos los principios menos el de auto conservación. Al mismo tiempo, la dictadura desfiguró y degradó a la pequeña y mediana burguesía, y carcomió la democracia. Como producto de todo lo anterior, nace el fascismo tropical.

Frente a la nueva coyuntura política, el trabajo de la Alianza Cívica parece demasiado difuso. Lo que se necesita es un plan estratégico concreto y acercamiento consecuente con todos los movimientos sociales.

La Alianza, para sobrevivir, necesita incorporar personas capaces e independientes, con mentalidad abierta. Un buen estratega necesita auxiliares independientes que lo rodeen, y, apreciar a cada persona de acuerdo con su valor intrínseco.

Hay que analizar, resumir y concretar toda la información que se tiene y crear un mapa de los movimientos sociales y de su influencia, porque los movimientos sociales son la clave para la derrota de la dictadura. Hay que convocar a una asamblea nacional para definir la estrategia, para establecer objetivos claros y precisos, y metas y modos de actuar.

Para la nueva coyuntura política se necesita personas nuevas para enfrentar las nuevas exigencias. La actual tarea central consiste en encontrar los elementos dinámicos en los movimientos sociales; debemos hacer que los ciudadanos autoconvocados extraigan conclusiones de su propia lógica democrática; tenemos que ampliar y profundizar los canales de comunicación de lucha entre los diferentes movimientos sociales. Si seguimos ese camino la cantidad se transformará en calidad.

San José/Costa Rica, 22 de julio de 2019.