El fanatismo: o la pervivencia del espíritu censor del sandinismo

Carlos A. Lucas A.
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Ese espíritu de negación de lo diferente permanece en ese sandinismo residual que se mantiene como larva en nuestras conciencias.

A pesar de la dura realidad, que nos desnuda el fracaso absoluto de todo planteamiento que pueda pretenderse “sandinista” en este periodo, asombra ver cómo la historia se nos presenta más bien como histeria, como incapacidad hasta intelectual de asimilar ese hundimiento. El magistrado sandinista Rafael Solís era un hombre muy culto, muy estudioso, astuto en su especialidad…pero su espíritu individual estaba totalmente sometido y quizás no se daba cuenta de ello, hasta el último momento que reaccionó.

Por eso me asombra cómo, al estilo de Freddy Kruger, el sandinismo residual (creo así lo llamó El Uliteo en una de sus puntillas), saca sus navajas de exterminio en cuanto detectan, aun cuando se identifican como parte de la “oposición”, cualquier diversidad, desviación o cuestionamiento real o imaginado. Entonces no se hace esperar el alud de adjetivos de descalificación, ataques personales y bullaranga porque no quieren escuchar algo diferente a sus nuevas construcciones.

Es ni más ni menos el espíritu totalitario de los años 80, que hizo que por ejemplo, Guillermo Rothschuh Villanueva, hoy afortunadamente defensor de la libertad de expresión y prensa y que goza de toda mi simpatía actual, asumiera en esos años, el rol de censor uniformado de los medios no sandinistas ante el cual yo, como colaborador del diario El Pueblo, tenía que presentarle mis notas para que Gobernación las autorizase. Ese espíritu de negación de lo diferente, sin embargo, permanece en ese sandinismo residual que se mantiene como larva en nuestras conciencias. Pervive el espíritu censor del sandinismo.

Por allí leí un escrito donde la autora se quejaba que no había un grupito iluminado que fuera dando de a poco las consignas justas en cada momento. Se han tragado el cuento que en la lucha contra el somocismo todo fue un plan preconcebido de la sabia dirección de nueve comandantes, sin acordarse que esos nueve eran 3×3 dirigentes que habían fraccionado al FSLN, precisamente por intolerancia, autoritarismo y exclusión.

Esas personas, aun cuando bien intencionadas, son del tipo de las que se detienen en un alto puente sobre un río sinuoso y se admiran de la sabiduría con la que alguna mano divina le trazó, brillantemente, su suave decurso. Así ven la historia, como obra de iluminados avatares de planes impolutos, políticamente perfectos.

Eso hace que una dirigente ex sandinista decida ir a México a “informar” a Andrés López Obrador de cuánta gente ha matado Ortega (en el supuesto que no se da cuenta de ello) y algunos dicen, ¡qué bien! y otros dicen ¡qué mal! y se arma el desbarajuste de ataques personales a los que dicen que está mal, porque esa dirigente es sabia, impoluta, goza de algo así como la infalibilidad papal en lo político y criticar ese inútil acercamiento (es imposible no cometer inútiles esfuerzos en algo, eso es parte de la lucha en la vida), es falta de respeto, es divisionismo, es debilitar la lucha contra el FSLN-ORMUR.

“Sos infiltrado, “¿de qué lado estas?”, “tus opiniones son nefastas y dañinas”, y demás pre-controles del tipo concebido por Philip K. Dick en su obra Reporte de minoría y de Pre-crimen, conceptos aplicados en los 80 y actualmente por el aparato censor-represivo del FSLN.

En Nicaragua aún no descubrimos, ni hemos vivido, la democracia en su esencial sentido humano. No hemos descubierto el inmenso valor de lo diverso, lo diferente, lo anómalo, lo fuera de lo normal (en el sentido de la campana de Gauss), lo complementario y lo contradictorio. Nos aterra toparnos con alguien diferente a la idea que tenemos de nosotros mismos y de plano le huimos, le rechazamos.

Pero no hay que ser tan pesimista como en la afirmación de Voltaire: “Cuando el fanatismo ha gangrenado tu cerebro, la enfermedad es incurable”.

Sólo tomemos en cuenta, por ejemplo, que ese fanatismo es el impulso que está llevando a Trump a arrastrar a Estados Unidos a una encrucijada por pensar que un muro fronterizo les sirve para separar lo diferente a su idea de sí mismos. Y los muros no protegen, sino que separan, buscan impedir la interacción, la mezcla, la comunicación y de hecho, cortar la posibilidad de encuentro de mundos distintos.

Eso nos hace huir de la historia y dejarnos llevar por la histeria.