El fantasma del golpe de estado y el “no” al nuevo embajador de Estados Unidos
<<El círculo íntimo del orteguismo está calculando que la posible derrota del partido demócrata en las elecciones del próximo noviembre le permitirá ganar tiempo.>>
El retiro del beneplácito concedido al embajador norteamericano designado por parte de la dictadura Ortega-Murillo muestra que existe un ambiente de nerviosismo al interior de la cúpula de poder. Existe el temor de que el nuevo embajador norteamericano tuviera el objetivo de promocionar un “cisne negro” con miembros del ejército en alianza con altos funcionarios del aparato de gobierno. En vista de la cantidad y magnitud de problemas domésticos que ya enfrenta la dictadura, hoy más que nunca necesita un nuevo pacto con el gran capital y los políticos tradicionales.
La dictadura sabe que la actual situación (presos políticos, represión indiscriminada, aislamiento internacional, descontento social, etcétera) no puede durar mucho tiempo por ser insostenible y que están dadas las condiciones para que se produzca una salida política no controlada por ellos. Por las dificultades de encontrar una salida favorable a su permanencia en el poder, se han creado condiciones para que se produzca un “cisne negro político”.
Los “cisnes negros” son sucesos casos atípicos, raros, sorpresivos, fuera de las expectativas regulares, pero que tienen un impacto importante en el acontecer político, social o económico. Es decir, un “cisne negro” es una metáfora que hace referencia a un acontecimiento de gran impacto socioeconómico o político, impredecible o inesperado para la sociedad que pueda desencadenar ya sea la implosión del régimen o un golpe de estado militar. El embajador designado declaró en el Senado de EE.UU.: “si se me confirma apoyaría el uso de todas las herramientas económicas y diplomáticas para lograr un cambio de dirección en Nicaragua. Sacar a Nicaragua del CAFTA es una herramienta potencialmente muy poderosa”.
Ese es el temor de la dictadura, ya que están conscientes que las condiciones están dadas para que se produzca un “cisne negro” por eso implementan la represión indiscriminada y, ahora, rechazan el nombramiento del nuevo embajador norteamericano por el temor de que en su “agenda” estuviera el favorecer un “cisne negro” que la cúpula del poder no pudiera controlar. En éstos, como en tantos de los desafíos que agobian a la dictadura, Ortega se ve constreñido por un margen de maniobra mucho menor de lo que admite en público.
Tomando en cuenta el contexto actual, es probable que el régimen trate de retrasar el nombramiento de un nuevo embajador norteamericano favorable a crear un “cisne negro”, con el objetivo de ganar tiempo para lograr una salida favorable a sus intereses a través de un nuevo pacto con el gran capital y con sectores de la política tradicional con la intención de evitar que se produzca, en los próximos meses, un “cisne negro” en Nicaragua.
El círculo íntimo del orteguismo está calculando que dada la crisis política interna en EE.UU. y la posible derrota del partido demócrata en las elecciones del próximo noviembre le permite ganar tiempo. Ellos piensan que un triunfo de los republicanos va a trastabillar la política estadounidense por varios meses. El rechazo del nombramiento del embajador norteamericano se enmarca en la lógica de “ganar tiempo” con la esperanza de lograr un pacto con los poderes fácticos tradicionales y evitar de esa forma un “cisne negro”.