El grito de la dictadura: ¡muera la inteligencia! [sobre la captura de Oscar René Vargas]
<<¿Tantas decenas de guardias armados hasta los dientes hacen falta para detener a un escritor? ¿Qué inseguridad profunda, qué sensación de aislamiento los induce a dar zarpazos tan desproporcionados?>>
Nos llega de Managua la noticia del apresamiento, con lujo de violencia, del intelectual Oscar René Vargas. Desde Revista Abril denunciamos cada acto de agresión del régimen usurpador contra los derechos humanos. No hay víctimas pequeñas o grandes, de izquierda o derecha, justas o injustas, buenas o malas, pobres o ricas. Todas y cada una de las personas asesinadas, secuestradas, exiliadas, despedidas de sus empleos, expulsadas de sus centros de estudios, o de cualquier otra manera acosadas por la dictadura, son simplemente víctima de una pandilla criminal, que usurpa el poder político y lo ejerce en el más claro estilo fascista.
En esa dimensión fundamental no hay diferencia entre el caso del Dr. Óscar René Vargas y el de cada uno de los cientos de miles de ciudadanos cuyos derechos han sido atropellados por la pareja genocida de El Carmen. Sin embargo, el perfil personal y profesional de Óscar René Vargas es demostrativo de que el régimen se guía por el “¡muera la inteligencia!” o “¡mueran los intelectuales!” que según una narrativa de la guerra civil española pronunciara el general franquista Milán Astray contra el gran escritor español Miguel de Unamuno. Aunque ha habido disputas acerca del lenguaje empleado en ese choque emblemático entre barbarie y civilización, no cabe la menor duda de que las palabras atribuidas a Milán Astray representan fielmente el espíritu de la bota fascista, la bota de la brutalidad que quiere (y cree posible) mantenerse indefinida y arbitrariamente en el poder desterrando todo vestigio de humanidad.
Se comportan como bestias salvajes, animalizados por el odio, y sobre todo por el miedo; en su pánico mortal, quieren reducirnos a través del terror. Convierten en crimen el acto de pensar, y desprecian el derecho a vivir en libre paz.
Por eso alcanzan el absurdo de perseguir a Oscar René Vargas, un hombre de edad avanzada, con problemas cardíacos (le ha sido implantado un marcapasos) como si se tratara de un peligroso terrorista. ¿De qué pueden acusar a una persona cuya ocupación es escribir sobre economía, sociología y política, y que entrega generosamente su trabajo, sus puntos de vista, a las mentes de sus conciudadanos? ¿Por qué le temen tanto, por qué necesitan desplegar la violencia de gran número de paramilitares encapuchados para apresar a quien por armas tiene pensamiento y pluma? ¿Tantas decenas de guardias armados hasta los dientes hacen falta para detener a un escritor? ¿Qué inseguridad profunda, qué sensación de aislamiento los induce a dar zarpazos tan desproporcionados?
Desde Revista Abril, con la cual el Dr. Oscar René Vargas ha colaborado frecuentemente, exigimos que se le libere de inmediato, que su integridad física y moral sea respetada. Y exigimos que se libere incondicionalmente a todas las personas secuestradas por el régimen fascista de El Carmen, que se sostiene apenas, desprovisto de toda legitimidad política, por la fuerza del crimen dentro y fuera de las fronteras del país.
Exigimos, y advertimos: el régimen de Ortega empuja al pueblo a la violencia. Cuando basta el acto de pensar para que el terrorismo de Estado golpee con guante de hierro al ciudadano; cuando el derecho irrenunciable e inalienable a la conciencia se declara oficialmente “crimen”; cuando el Estado se transforma en instrumento de una banda criminal que actúa con tanta violencia como un ejército nazi, ¿Qué recursos quedan a un pueblo que quiere respirar?
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.