El grito de libertad de mi padre: a través del lente de su cámara
Kelly Grandal
En las dictaduras uno aprende otros lenguajes.
Mi padre dejó su país, con $3 en el bolsillo, para que yo tuviera un futuro. No mejor ni peor, sino un futuro en el que yo pudiera decidir qué ser y hacer.
Mi padre dejó su país, con $3 en el bolsillo, porque su vida no podía girar en torno a conseguir una botella de aceite. Dejó su país porque era muy bocón y tenía miedo de que lo metieran preso. Lo dejó para que yo pudiera ser bocona.
Cuando mi padre volvió a su país le dieron un cabillazo, para robarle la cámara, que lo condenó a la inmovilidad. Eso podría pasar en cualquier parte, pero nos prometieron que no pasaría.
Nuestra historia no es excepcional, es la de muchos. Es nada comparada a la de muchos. Es nada.
Mi padre no era un radical de derecha ni tenía el cerebro lavado por la propaganda imperialista. Mi padre me enseñó que, sea de la tendencia que sea, dictadura es dictadura y que, en las dictaduras, la gente habla bajito. Si gritan, les caen a palos.
Hablo de él porque ya no está. Para mi madre aplica el doble.
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Mi padre hizo esta foto en 1993. Era su grito. En las dictaduras uno aprende otros lenguajes.
Mi padre me visita en sueños. Me pide que no me calle.
Excelente reflexión e imaginativa foto. Como fotógrafo se que quizás el no sabia la idea excelsa cinematográfica. Víva Nicaragua libre del Carmen.