El machismo: una herida que aún sangra
¿Se imaginan un mundo sin machismo? No es utopía: es una deuda pendiente. El machismo no solo ha lastimado a las mujeres, sino que ha atrofiado la evolución de toda la humanidad. Y lo más inquietante: no muere, muta. Incluso hoy, en países poderosos como EE. UU., reaparece con fuerza desde el poder político.
¿Por qué persiste?
Porque es útil para quienes temen la igualdad. Porque muchos hombres —y no pocas mujeres— han sido educados para creer que el control masculino es “natural”. Simone de Beauvoir ya lo advirtió: “El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los oprimidos.”
Trump: símbolo vigente del patriarcado
Donald Trump, actual presidente de EE. UU., ha sido declarado responsable de abuso sexual y difamación contra la escritora E. Jean Carroll, con indemnizaciones que suman más de 88 millones de dólares. Estas condenas judiciales no son solo un dato legal; son un símbolo de cómo el machismo puede encarnarse en figuras de poder que, lejos de esconder su misoginia, la convierten en bandera política.
Una pandemia silenciada
Cada 68 segundos, una persona es agredida sexualmente en EE. UU. Cada 9 minutos, la víctima es un menor. Más de 370 millones de mujeres y niñas han sido abusadas antes de los 18 años en el mundo. Y los abusos en línea a menores superan los 300 millones de casos anuales. ¿Y si fuera tu madre, tu esposa, tu hija, tu bebé…? ¿Qué harías?
La mujer: superioridad silenciada
Más resistentes, longevas, empáticas. Según el genetista Sharon Moalem, la mujer es biológicamente más fuerte. También lo es emocional e intelectualmente, pero ha sido silenciada, subestimada y castigada por siglos.
Esto no es revancha. Es justicia.
No venimos a imponer un matriarcado. Venimos a sanar. A proponer un pacto nuevo. Como escribió John Stuart Mill: “El progreso de una sociedad se mide por el progreso de sus mujeres.”
El machismo no es exageración del feminismo. Es una raíz de sufrimiento y muerte. Erradicarlo es urgente. No para dominar, sino para compartir. No para castigar, sino para construir.
— Oky Arguello