El Manual Samcam para Detectar un Infiltrado (¿De qué se trata?)
En numerosas ocasiones he leído, en la cadena de chismes, calumnias e insultos que pudre las redes sociales nicaragüenses, comentarios como “Roberto Samcam es un infiltrado”, sencillamente para descalificar, a conveniencia de quien lo dice, cualquier afirmación del Sr. Samcam. Debo aclarar que no tengo el gusto de conocer en persona a este compatriota, aunque sí he hablado con él un par de veces, una de ellas en público. Tengo por regla no dejarme guiar por afirmaciones como la que cito sobre él. A un lector sensato no tengo que explicarle por qué. Pero añado: no tengo ningún motivo para dudar de la autenticidad de su oposición al régimen hoy comandado por Daniel Ortega y Rosario Murillo. Tampoco puedo saber cuáles sean los motivos políticos, ideológicos o materiales (esto no es cuestionar su integridad, porque muchos intereses materiales son legítimos) que tenga el Sr. Samcam para oponerse a Daniel Ortega y Rosario Murillo. Esto no quiere decir que esté de acuerdo o no; que los considere, de acuerdo con mis propios valores, aceptables o rechazables. Sencillamente quiere decir lo que dice: no sé. No sé, por ejemplo, si el Sr. Samcam es un demócrata o no. Porque, aprovecho para volver al tema que debe ser nuestro tema (siempre y en cada momento y en cada acción debe ser nuestro tema), una cosa es oponerse a Daniel Ortega y Rosario Murillo y otra es ser demócrata.
Ser demócrata implica buscar un sistema de poder radicalmente distinto a lo que ha existido siempre en Nicaragua; requiere dispersar el poder político y económico; desmilitarizar el Estado; triturar, atomizar el Poder político y distribuirlo entre miles de instituciones de poder ciudadanas. Sin duda se trata de una ambición que a muchos parece, dadas las dificultades, imposible. Pero no lo es, y la prueba de que no se trata de un sueño utópico es que ha sido––como siempre, imperfectamente–– realizado en muchos otros países.
Hay caminos que nos llevan en esa dirección, y hay pasos esenciales que dar. El primero, e indispensable, es adquirir conciencia del enemigo. ¿Qué, o quiénes, son los enemigos de la libertad y el progreso en Nicaragua? Podemos resumirlo, sin entrar en todos los detalles de un asunto complejo, de esta manera: la mayoría de la población del país, y la sociedad en su conjunto, sufren el dominio de un sistema de poder oligárquico-autoritario, que lidera desde hace casi dos siglos un puñado de familias que hoy, casi en su totalidad ya ramas de un mismo árbol genealógico, controlan una media docena de grupos económicos que encadenan la economía e impiden la democracia y la libertad humana.
Periódicamente pelean entre ellas, pactan, vuelven a la guerra, vuelven a pactar, y terminan, en su debilidad política e intelectual, cediendo el poder a regañadientes a un advenedizo autoritario, con el que pactan, pelean, ganan y pierden, pero mientras dura su buena relación usan para que a la sombra del árbol de la opresión sus ganancias se acumulen en miles de millones de dólares. Esto es lo que han hecho los Pellas-Chamorro, Ortiz-Mayorga, y un puñado más. Ya estuvieron aliados con Somoza, y luego rompieron, cuando vieron que el régimen somocista se venía abajo por la lucha popular. Se aliaron entonces con el FSLN de la mal llamada “revolución sandinista”, para luego entrar, muchos de ellos (otros, como los Pellas-Chamorro, fueron más “diplomáticos”) en contradicción sangrienta con los comandantes. Después, amparados por el pacto de doña Violeta Chamorro y su yerno Antonio Lacayo con Daniel Ortega y los restos del FSLN a su cargo, acompañaron a estos en la segunda “piñata”. Luego, peleándose entre ellos de nuevo, abrieron la puerta para que otra vez regresara a la Presidencia Daniel Ortega, y pactaron con él. Dos detalles: el período de gobiernos conservadores iniciados por doña Violeta Chamorro (quien, por cierto, apartó al vicepresidente electo popularmente, el Dr. Virgilio Godoy, para que “todo quedara en familia”, como es tradicional en estas élites) cobijó no solo una corrupción muy bien documentada, sino que asesinatos múltiples; solo durante el gobierno de la Sra. Chamorro se cuentan por cientos los campesinos asesinados por haber participado en la Contra. Si alguien puede encontrar un solo discurso de la Sra. Chamorro denunciando estas masacres, por favor que lo muestre.
Después de que el pueblo de Nicaragua dijo “no más” en 2018, ¿qué hicieron estas élites oligárquicas conservadoras? Lo de siempre: acudir a los gobiernos de Estados Unidos en busca de una “solución”; llamar a un “diálogo nacional” con la complicidad de la jerarquía católica (me refiero al Cardenal Brenes, como antes al Cardenal Obando, y a la gran mayoría de la Conferencia Episcopal, no a los sacerdotes de a pie, que comparten y sufren junto a los ciudadanos desposeídos); cooptar, y de ser posible, corromper a jóvenes líderes que emergían de la lucha; pagar cientos de miles de dólares en gestiones para impedir que se sancionara efectivamente al régimen de Ortega; formar organizaciones de papel, con gente allegada o contratada, aliándose incluso con restos de lo que fue el FSLN en un proceso, como todo lo que tocan, de camino accidentado: hoy pelean, mañana pactan, luego pactan para pelear de nuevo, etc. El resultado neto: el Gran Capital, con todo y sus choques con el régimen orteguista, y estando en posición política subordinada a este, sigue acumulando miles de millones de dólares, ha contribuido al fortalecimiento de la dictadura más brutal de nuestra historia, y se ha revelado—dicen que no hay mal que por bien no venga—revelado, mostrado; ha enseñado su rostro, normalmente oculto detrás de los políticos. Y nos ha dado, en la cara sonriente y rechoncha de Carlos Pellas Chamorro, lecciones de cinismo que nosotros convertiremos en aprendizaje de civismo. Porque es Pellas-Chamorro quien ha celebrado en público su abrazo con el Ejército y con los propios Ortega-Murillo, mientras mataban en el campo y cuando se avecinaba la masacre. Y han sido los allegados a estos clanes, como Humberto Belli, que han hablado de que “el pueblo es injusto con el Ejército”. Y serán estos clanes, que ahora incluyen, como apéndices de conveniencia <<disidentes “sandinistas”>> los que, hagan apuestas, se sentarán en el momento que sea posible para ellos a consumar un nuevo pacto con el Ejército, o con quien sea que les garantice sus intereses.
Para quienes creen que me he perdido, que nada de esto tiene que ver con el Sr. Samcam, tengo que recordar aquello de la obra de Shakespeare: hay un método en lo que parece un desquicio. ¿Por qué? Porque si uno lee el escrito que el ex-mayor ha echado a circular (“La inteligencia del régimen de Nicaragua y sus vínculos con la oposición de la oposición”), contar esta historia convierte al relator, el suscrito, yo, en “infiltrado”. Es decir, que, al exponer los hechos, que como ciudadano considero inculpatorios para los llamados “opositores” (opinión que comparte no poca cantidad de nuestros compatriotas), “lleno los requisitos” que según el Sr. Samcam demuestran que uno trabaja para la cúpula dictatorial de hoy. Los cito aquí, para que no quepa duda, y tengo que hacer notar la ironía de un “eco adormecido”, como dice la canción, en el lenguaje, que recuerda precisamente al lenguaje de la “vanguardia” FSLN (“diversionismo ideológico”, por ejemplo):
“La principal labor que realizan, como ya se mencionó, es el de Diversionismo Ideológico, entendiéndose esto como la acción que realizan las estructuras de inteligencia para desviar la atención de la población sobre algunos temas específicos, implantando un nuevo relato que contradice o vulgariza el anterior. El relato consiste en atacar a las organizaciones de oposición y a sus lideres, librando a Daniel Ortega y Rosario Murillo de la culpa de la situación en Nicaragua. Los ataques se centran en evitar que exista una alternativa de poder a la dictadura y que tenga la posibilidad real de desplazarla. La misión que cumplen es enredar, confundir, mentir, atacar la credibilidad, sembrar el desasosiego, dudas, desconfianzas, crear pleitos internos, entre otras.”
Además, según el Sr. Samcam tenemos un jefe, en nuestro trabajo ¿podrá decirse, disculpen que me preocupe por el lenguaje, de “diversionistas”? Nuestro “patrón”, el “boss”, es nada menos que un “especialista en Operaciones Psicológicas” llamado Valdrack Ludwing Jaentschke Whitaker. Gran trabajo de investigación no sería sin incluir dos nombres de pila y al menos dos apellidos.
Y, bueno, vamos a lo más importante, ahora que ya sabemos todo acerca de nuestro empleo, nuestro empleador y nuestro supervisor: ¿cuáles son esas “alternativas de poder a la dictadura” que el Sr. Samcam tiene como propósito defender? Pues, ¡qué sorpresa!:
“…la Concertación Democrática Nicaragüense, mejor conocida como “Monteverde”, y el MRS, no UNAMOS, que es como se denomina actualmente, sino el MRS…”
Es decir, toda la caterva de políticos que están listos para servir “de alternativa de poder”, y, nunca mejor dicho, “a la dictadura”. ¿A qué dictadura? Pues a la dictadura del Gran Capital, y del Ejército, que es la apuesta a la que se han aferrado, porque saben que solo de esa manera lograrán recuperar el Estado, impuestos por el poder externo y los enormes recursos financieros de la oligarquía sobre la extenuación, la sangre y la desesperación de una ciudadanía que los desprecia, pero que al menos se sentirá aliviada de no ver a los decrépitos de El Carmen en sus pantallas de televisión.
Pero queda esta advertencia para todos nosotros: si desde la supuesta llanura, criticar a los políticos que dicen representarnos, y claramente aspiran a gobernar, es ser “infiltrado” de Daniel Ortega, ¿qué puede esperarse que hagan estos ilustrados señores cuando estén en el trono del tirano, con las armas del tirano, maquillando el trono del tirano? En esto ya tenemos experiencia, y no menor: concesiones cosméticas, y temporales, mientras se silencia y se mata, y se gobierna “desde abajo”. ¿Revolución democrática? Ni en sueños. ¿Transformación del Ejército en fuerzas de defensa civil? Extremismos, por Dios, no caigamos en extremismos. ¿Sentar en el banquillo de los acusados a Carlos Pellas Chamorro, Ramiro Ortiz Mayorga y otros, y buscar, de acuerdo con los principios de la Justicia, que paguen por su complicidad? Estos antiguos “comunistas” y sus nuevos colegas oligarcas, ambos expertos en expropiaciones y todo tipo de robos de propiedades, seguramente pondrán el grito en el cielo. Y claro, “los gringos no permiten eso”, siempre puede usarse de excusa. ¿Sentar en el banquillo de los acusados a los enemigos de Ortega a quienes se asocia con posibles crímenes de lesa humanidad? “Tiempos de reconciliación”, parte II (o mejor aún, pregunto: ¿cuántas “amnistías” hemos tenido ya?). ¿Compensación a las víctimas? A lo mejor, pero que salga del bolsillo de los que pagan impuestos, o “pidamos un préstamo”; es decir: que salga de los bolsillos de los que pagan impuestos, quienes no pueden evadirlos (ya se imaginarán ustedes los nombres).
De esto es que se trata el artículo del Sr. Samcam, de contribuir a que nada de lo que hay que proponer para una transformación democrática ocurra, y de paso blanquear la corrupción, la maña, y hasta los crímenes, de los clanes políticos y económicos que han arruinado la vida de millones.
Dicho sea de paso, la hoja que envuelve este nacatamal es gruesa y el amarre muy flojo. Especialmente en lo que respecta a la lógica y a la ética. Yo he dicho que no puedo poner en duda que el Sr. Samcam antipatice con la cultísima pareja de El Carmen. Y no se me ocurre decir que estamos ante un “infiltrado”. No lo hago porque no se me ocurre una razón para ello; pero lo irónico es que el razonamiento del Sr. Samcam (¿no se habrá dado cuenta?) es un escupir hacia arriba o lanzar un bumerang que, si aplicara lo que ha dicho, lo obligaría a escribir su propio nombre en la lista de sospechosos. Yo no lo escribo; es él quien, al acusar a todo el que critica a toda la oposición, por hacerlo, de cómplice de la dictadura, lo hace. Porque el hecho demostrado, una y otra vez, es que para la población de Nicaragua los grupos que para él son “la oposición”, son todo menos esto. No quiero ni siquiera hacer una lista de los calificativos que más comúnmente se escuchan acerca de los Monteverde, los disidentes del FSLN y grupos allegados. Y como el pueblo nicaragüense no es neuronalmente escaso como supone el ex–mayor, la gente parece haber mantenido la sorprendente habilidad de rechazar a unos y otros; en otras palabras, la habilidad de pensar que un futuro mejor es posible, que no tienen por qué caer en las mismas manos de siempre.
En cuanto a la ética, me quedaré con esto, por el momento: el Sr. Samcam tira en un mismo saco a agentes confesos y públicos de la dictadura, con una lista de gente de diferentes orígenes y destinos, por decirlo así; gente que, buena o mala, dice ser, como él mismo se dice, “enemiga de Ortega”. En esta lista hay gente que no conozco, gente que conozco y sobre la que no tengo razón, motivo o información para considerarlos “agentes” del régimen; gente con cuyas posiciones y actitudes no simpatizo; gente que me ha insultado o calumniado, y gente que no, que puede haber tenido incluso una postura amistosa hacia mí o mis opiniones. Hay de todo. Lo que falta en la lista es evidencia. Porque, si el Sr. Samcam, o quienquiera, va a lanzar contra una persona acusaciones que los conectan con un régimen criminal, debe estar preparado para demostrar tales acusaciones. De lo contrario, es la barbarie del insulto y la calumnia, la prueba de que no solo hace falta derrocar a la dictadura (tarea que no interesa a los clanes que el Sr. Samcam defiende), sino que, para poder fundar una república democrática por primera vez en nuestra historia, hace falta también regenerar la ética, hacer que brote de nuevo el escrúpulo en nuestras obras y palabras. Las palabras, las poderosas palabras, el motor mayor de nuestras obras.
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.