El miedo es el último recurso de la dictadura; la acción coordinada del 90% es el antídoto
La dictadura chayo-orteguista es una minúscula minoría de fanáticos pobres que sirven a una pandilla aún más ínfima de criminales enriquecidos que han estado dispuestos, con tal de aferrarse al poder, de convivir y pactar con la media docena de grupos familiares herederos-propietarios que son la más rancia oligarquía conservadora. En otras palabras, los supuestos “revolucionarios socialistas” en cama y comedor con los privilegiados del orden semi-feudal que por siglos ha empobrecido al país y aplastado el bienestar y la esperanza de los pobres. Así es el monstruo del poder: el diablo, verdaderamente, junta a los que lo codician.
Una minoría así de ínfima, que por fanática no solo es agresiva sino ajena a los sentimientos de la mayoría, con una cúpula sin principios ni escrúpulos, solo puede gobernar a través de la intimidación física, económica y hasta espiritual. De esta última se encargan los que constantemente repiten el mensaje derrotista de “es imposible derrocarlos, tenemos que dialogar con ellos, entendernos”, y también los que, investidos de autoridad religiosa, callan en público, y maniobran en privado para aplacar cualquier fuego que amenace a la dictadura, aun cuando las víctimas de esta incluyan sacerdotes y obispos. De la intimidación económica se encargan los socios oligarcas de Ortega. Adoptar una postura pública en contra del régimen ha costado el pan de cada día a empleados de los Pellas. Y la intimidación física, por supuesto, es el ámbito del FSLN, devenido en un clan mafioso tradicional que ya perdió totalmente cualquier barniz de legitimidad política.
La intimidación física tiene un solo propósito: que la minoría se haga sentir como si fueran mayoría. Infligir tal dolor a cualquier grupo de la mayoría que se alce en protesta, y así paralizar al resto a través del terror. Pero se trata de una ilusión, de un espejismo. Es una pesadilla, ¿pero qué pasa cuando uno despierta de un mal sueño? No queda nada, no era, en realidad, más que basura subconsciente. ¿Y qué pasa cuando uno se acerca al espejismo? No queda nada, no era, en realidad, más que un paisaje inexistente. En otras palabras, la dictadura se mantiene en el poder a través de la ilusión de control omnipotente. ¿Cómo destruir esa ilusión, y afirmar el verdadero poder, el del 90% contra el 10%? Se destruye construyendo la acción coordinada del 90%. ¿Cómo, si el 10% agrede a diario? La respuesta me la explicaba recientemente un sacerdote católico pro-democracia: “¿qué va a hacer la dictadura después de atacar a la Iglesia?” En otras palabras: ¿Pueden matar y encarcelar a los millones de nicaragüenses que no están dispuestos a convivir con el poder genocida? ¿Cuántos años más podrán mantener en ‘alerta máxima’ a policías mal pagados, a partidarios que su propia familia y vecindario ve con desprecio, a seguidores cuya vida empeorará, por razones no solo políticas, sino económicas?
Por todo lo anterior, no debemos dejarnos engañar por quienes creen que no es posible derrocar al régimen; y que, por tanto, hay que aceptar el pacto de claudicación y acomodo que busca la oligarquía ––por sus dólares y centavos–– y que propagandiza a través del otrora opositor diario La Prensa y otros medios.
Lo que debemos hacer es, de nuevo, construir la acción coordinada del 90%. Antes de proseguir, es preciso aclarar que, contrario a la consigna de quienes quieren un pueblo sumiso y amodorrado, lucha “cívica” no equivale a “elecciones con y bajo Ortega”; lucha cívica es la lucha de los ciudadanos por sus derechos. Y los ciudadanos tienen derecho a emplear todos los medios, incluidos los medios violentos, para protegerse y proteger sus bienes y sus familias. Si alguien entra en mi casa y aparenta ser una amenaza real de muerte para mi familia, ¿no tengo el derecho de emplear todos los medios a mi alcance? Vamos más allá: ¿no tengo la obligación de usar todos los medios a mi alcance, incluida la violencia, para defender a mi familia?
De tal manera que a nadie se puede condenar por ejercer la defensa propia. Sin embargo, políticamente, construir la acción coordinada del 90%, en lugar de lanzarse ––aunque el derecho nos asista–– a una campaña armada, ofrece las mejores perspectivas de triunfo, posiblemente a un menor costo humano. Porque si en algo es experto el estado estalinista, es en sofocar brotes insurreccionales aislados, grupos que inevitablemente estarán en desventaja de armamentos, inteligencia y logística. En cambio, la extrema debilidad política del régimen es una realidad transparente. “Extrema debilidad política” quiere decir: “tienen muchísimos menos partidarios que nosotros; tienen menos apoyo, y tienen, la mayoría, menos convicción. Somos más, los tenemos, en términos numéricos reales, rodeados”. Por eso, y no por otra razón es que no pueden dejar de ir, de lugar en lugar, buscando como sembrar un rastro de terror que intimide al resto. Pero esa estrategia, como se ha señalado anteriormente, tiene un límite natural. Se les agotan los recursos humanos en la medida en que el pueblo no cede, ni a la violencia, ni al engaño de los cómplices; se arriesgan cada vez más a que el pueblo pase a ejercer el derecho a la defensa propia; y construyen, paso a paso, la destrucción de su propia economía.
¿Cómo construimos la acción coordinada del 90%? Ya el pueblo lo hace, paso a paso. Compartimos aquí algunas ideas; el genio popular seguramente inventará muchas más, como lo hace sin límites en la lucha por su libertad. (1) En los ambientes de confianza, como iglesias, familias, círculos de amigos íntimos, o entre compañeros de trabajo de confianza, crear redes pequeñas, especialmente virtuales, para compartir la propaganda y las ideas de lucha contra el régimen. Tres cuatro personas, con el cuidado de leer, hacer circular, y borrar la evidencia. Cada una de estas tres o cuatro personas que forme otro grupo, y así, ronda tras ronda. (2) En las secundarias, especialmente si los colegios no están bajo el control directo del Estado, formar grupos y distribuir, sin dar la cara, propaganda virtual, y si se puede o hace falta, impresa. En el mañana cercano a estos jóvenes tocará la tarea de reconquistar las universidades para el pueblo. Que entren conscientes y organizados facilitará la labor; (3) los feligreses católicos, y de otras denominaciones, pueden iniciar vigilias de oración por la paz y la justicia al interior de sus iglesias; no tiene que ser un acto abiertamente político; el régimen quiere a un pueblo disperso, callado y sumiso, nosotros queremos un pueblo reunido, compartiendo y conversando, ejerciendo en cualquier espacio su libertad; (4) los feligreses católicos, miembros de una iglesia con estructura jerárquica, pueden dejar mensajes en los confesionarios, altares, asientos, reclamando desde su fe el fin de la persecución contra el pueblo; exigiendo, además, que la Conferencia Episcopal, el Cardenal, y el Papa, alcen su voz, que no dejen solos a los sacerdotes y obispos bajo asedio; (5) pidamos a nuestros parientes y amigos en el extranjero que apoyen la lucha con pequeñas donaciones mensuales, que pueden ser de $5, $10, $20, lo que cada quien pueda, confidencialmente a la cuenta de PayPal del CU-Nicaragüenses Libres, desde donde se usarán para llevar la propaganda al interior del país, apoyar monetariamente a los luchadores democráticos, y asistirlos, cuando sea preciso, para protegerse. Solo el pueblo salva al pueblo. Si no lo hacemos nosotros, si no nos organizamos y nos financiamos a nosotros mismos, no saldremos de la pesadilla. Estas son apenas unas cuantas ideas de bajo riesgo. El riesgo nunca es cero, por supuesto, y por eso hay que actuar con sabiduría. Pero actuar. Sin acción no habrá libertad.