El orteguismo después de la farsa: las cuentas de la historia, y la cuenta regresiva hacia la implosión

Oscar René Vargas
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En los tiempos más oscuros debemos dirigir nuestras esperanzas a aquello que pueda arrojar luz sobre la época en que vivimos. Para ello, no bastará observar con lupa el presente, sino que también habrá que escarbar en las profundidades del pasado, pero no por un anhelo nostálgico de otros tiempos, sino para comprender mejor lo que está ocurriendo en este momento.

Joke J. Hermsen

Después del 7 de noviembre de 2021, no hay marcha atrás, sino futuros posibles a construir… Ortega sabe que, después de la farsa electoral, se ha puesto en marcha para atrás el tictac de su reloj político…con paso lento pero inexorable hacia la implosión del régimen. El reto de los sectores democráticos y progresistas es crear los mecanismos necesarios para estar a la altura de los próximos acontecimientos.

El objetivo de este artículo es desentrañar los hechos que la historia oficial esconde y explicar la incapacidad de las clases dominantes locales de encarrilar alguna modalidad efectiva de desarrollo sostenible, que mejore las condiciones de vida de los más vulnerables. La política económica neoliberal de la dictadura consiste en que unos se especializan en ganar y otros en perder. La política orteguista se especializó en hacer perder a la mayoría de la población en beneficio de la nueva y la vieja oligarquía. El país se encuentra sometido al saqueo y a los mecanismos del despojo implementado por las elites. Esta breve descripción ofrece una imagen concentrada y altamente ilustrativa de la dinámica de la política económica del régimen.

Primarización y extractivismo

La especialización exportadora del país en productos básicos -que bloqueó su desenvolvimiento en el pasado- continúa obstruyendo el despegue de un desarrollo sustentable. Ese impedimento confluye, además, con un inédito agravamiento del deterioro del medio ambiente. Por tanto, puede afirmarse que la primarización y el extractivismo son obstáculos principales para el crecimiento productivo e inclusivo del país. Crean, además, una vulnerabilidad que no es simplemente efecto de inexorables procesos de desvalorización de las exportaciones básicas en los sucesivos períodos de encarecimientos y abaratamientos de las materias primas. El problema radica en que esas fluctuaciones siempre obstruyen el desarrollo por la condición dependiente del país. La población vulnerable nunca aprovecha los momentos de valorización de las exportaciones e invariablemente padece los períodos opuestos de depreciación. Esas adversidades se verifican por ejemplo en el encarecimiento de los alimentos.

Intervención de EEUU e “industricidio”

En Nicaragua el limitado proceso de industrialización que existía a comienzos del siglo fue interrumpido por las políticas librecambistas durante la intervención militar norteamericana (1909-1933). Ese “industricidio” aniquiló la incipiente manufactura de la época de Zelaya (1893-1909), que buscaba introducir los cimientos de una estructura fabril. El ahogo industrial fue parcialmente modificado en la segunda mitad del siglo XX por los procesos de sustitución de importaciones. Sin embargo, este modelo alumbró el surgimiento de estructuras industriales frágiles y retrasadas, pero ilustrativas de la potencial expansión manufacturera. El resultado es frecuentemente calificado como una “industrialización tardía, rezagada, limitada e impedida”. Desde entonces, ha aumentado el abismo entre el desarrollo industrial y el de Corea del Sur o Taiwán, muchos emprendimientos fabriles desaparecieron antes de alcanzar su madurez, y se deterioró la capacidad del aparato industrial nicaragüense de abastecer el mercado local: retrocedió en términos relativos, comparado con los niveles alcanzados en los años 60 del siglo pasado; la productividad se ha estancado, el déficit externo se expande, y los costos aumentan al compás de una creciente obsolescencia de la infraestructura con la consecuente pérdida de competitividad.

En Nicaragua hay fuga de capitales y existe un monto superior al PIB en el exterior en capitales fugados, sea en propiedades, en acciones o en depósitos en los Bancos; eso es producción social generada por los trabajadores de Nicaragua que es apropiada por capitales que lo transfieren al exterior. Nicaragua es un país que produce mucha riqueza, que es apropiada por las elites y parte de esa riqueza se encuentra en los paraísos fiscales.

El modelo de las maquilas, la informalidad laboral, y el turismo

También el modelo de las maquilas afronta graves problemas. Continúa ensamblando partes de las empresas estadounidenses. El tratado de libre comercio con Estados Unidos (CAFTA) simplemente renovó la adaptación de las economías centroamericanas a las necesidades de las compañías de los Estados Unidos.

Nicaragua continúa negociando (y aprobando) convenios de libre comercio que erosionan el tejido económico local. En todos los casos se afianza la desprotección interna frente a la incontrolable invasión de importaciones. El mayor predominio de los capitales foráneos acentuó en las últimas décadas esa obstrucción al proceso local de acumulación. La política económica del régimen no sólo agravó el desempleo, la informalidad laboral y afianzó además un terrible ensanchamiento de las brechas de ingresos.

La degradación social que afecta al país, en gran medida obedece a la renovada expulsión de campesinos que impuso la transformación capitalista del agro. Esa mutación potenció la expansión de una masa de excluidos que arriba a las ciudades para ensanchar el ejército de los desocupados. La carencia de trabajo en las ciudades y la bajísima remuneración de los empleos existentes explican el enorme acrecentamiento de la informalidad y la pobreza.

La caída del PIB del 9.1% entre 2018-2020, profundizó la desigualdad. Entre el 60% y el 70% de la masa laboral (que sobrevive en la informalidad) fue severamente afectada por la retracción económica.

La especialización en exportaciones básicas es complementada por el desarticulado crecimiento del turismo. El turismo es la única actividad creadora de empleos en muchas localidades del país. Al mismo tiempo, contingentes de jóvenes no encuentran ocupación en el país. En todos los casos, la ausencia de puestos de trabajo multiplica la emigración y la consiguiente dependencia familiar de las remesas.

Los promedios de pobreza continúan desbordando al segmento precarizado y afectan a una enorme porción de los trabajadores estables que viven en “pobreza laboral” al tener ingresos inferiores al costo de la canasta básica. Esos datos no han cambiado desde el 2007 al 2021.

También persiste la fragilidad de la clase media, en un país con reducida presencia de ese estrato. Los sectores intermedios aportan un colchón muy exiguo, al abismo que separa a los acaudalados de los empobrecidos. Ese segmento está mayoritariamente integrado por pequeños comerciantes, industriales, profesionales y medianos propietarios agrícolas o ganaderos. Este adverso escenario se agravó en forma dramática durante la recesión económica y la pandemia (2018-2020).

Efectos de la crisis de Abril

La caída del PIB del 9.1% entre 2018-2020, profundizó la desigualdad. Entre el 60% y el 70% de la masa laboral (que sobrevive en la informalidad) fue severamente afectada por la retracción económica. Esos sectores debieron acrecentar sus deudas familiares para contrarrestar la brutal caída de ingresos, o tuvieron que padecer hambre.

Igualmente, la brecha digital entre el 25% con ingresos superiores y el 75% con ingresos bajos se acentuó, produciendo un impacto educacional negativo en los niños y adolescentes empobrecidos. La brecha digital y el deterioro de la educación generan efectos explosivos por su entrelazamiento con la creciente precarización laboral y la desigualdad.

Los empresarios aprovechan este escenario para reducir costos laborales. En los últimos años los empresarios recurrieron a numerosos mecanismos para compensar su debilidad competitiva con mayor explotación de la fuerza de trabajo. Por esa razón la brecha de salarios que separa a Nicaragua de la región centroamericana se expandió en forma muy significativa. La tendencia a la segmentación laboral -entre un sector formal estable y otro informal precarizado- presenta en Nicaragua una escala pavorosa.

Esa disparidad corrobora la vigencia del diagnóstico del atraso y confirma la continuidad de los mismos problemas que señalamos en el mundo del trabajo. Veinte años después de todas las observaciones que hicimos en el libro “Once años después del Ajuste” (marzo 2001) se corroboran a otra escala. La productividad promedio del trabajo ha permanecido estancada, sin cambios importantes.

El creciente peso de los pasivos expresa la fragilidad productiva y comercial del capitalismo neoliberal de compadrazgo. En el mediano plazo habrá agobio con el pago de intereses. El endeudamiento externo no se dispara sólo por el “saqueo de las elites”, refleja, también, la debilidad estructural de los procesos de acumulación y la ineficiencia e incompetencia del gobierno de los peores.

La productividad de un país se sustenta mucho en infraestructuras rápidas, seguras y baratas, en sistemas educativos que aseguren la cualificación de la fuerza de trabajo, y también en la relativa limpieza y efectividad de control de gastos de sus instituciones, por ceñirnos a tres ejemplos directamente afectados por el desvió de ingentes fondos de capital por la corrupción.

En los últimos años observamos la duplicación de la deuda externa entre 2007 y 2021 y el consiguiente afianzamiento de un círculo vicioso que ahoga a la economía. Ese encadenamiento obliga a Nicaragua a seguir un libreto de aumento de las exportaciones, extranjerización productiva y financiera. Esta situación consolida la influencia de los capitalistas extranjeros, que controlan gran parte de la economía nacional mediante el manejo de las finanzas. En los últimos años ese escenario se mantuvo sin cambios estructurales y acentuó los desequilibrios fiscales y los déficits externos. La deuda es un tema estratégico y condicionante de la política económica.

Una crisis de pagos en el horizonte

Durante los años 2007-2016 se registraron años de crecimiento económico producto de la apreciación de las materias primas y el ingreso de dólares del dinero venezolano que permitieron ese crecimiento, pero cuando ese respiro desapareció el endeudamiento externo resurgió con gran intensidad. En la actualidad nos encaminamos hacia una deuda inmanejable. El creciente peso de los pasivos expresa la fragilidad productiva y comercial del capitalismo neoliberal de compadrazgo. En el mediano plazo habrá agobio con el pago de intereses. El endeudamiento externo no se dispara sólo por el “saqueo de las elites”, refleja, también, la debilidad estructural de los procesos de acumulación y la ineficiencia e incompetencia del gobierno de los peores.

Desde hace muchos años han perdido fuerza los grupos capitalistas/empresariales que proponen privilegiar la expansión de la demanda con producciones orientadas al mercado interno. Ganaron peso los sectores que priorizan la exportación y prefieren la reducción de costos salariales a la ampliación del mercado interno. Mientras disputan el poder lo que hacen es transferir la riqueza socialmente generada al exterior.

En Nicaragua hay fuga de capitales y existe un monto superior al PIB en el exterior en capitales fugados, sea en propiedades, en acciones o en depósitos en los Bancos; eso es producción social generada por los trabajadores de Nicaragua que es apropiada por capitales que lo transfieren al exterior. Nicaragua es un país que produce mucha riqueza, que es apropiada por las elites y parte de esa riqueza se encuentra en los paraísos fiscales.

También conocemos el entrelazamiento del gran capital con sus pares del exterior, la localización de grandes fortunas locales en los paraísos fiscales y la estrecha asociación gestada por las principales compañías del país con empresas transnacionales. Sectores del gran capital transnacional actúan en la industria, en el campo, minería, ganadería y en los servicios.

Como la economía nicaragüense depende del vaivén de precios de las materias primas, en los períodos de valorización exportadora afluyen las divisas y se expanden las inversiones, los gastos y el mercado interno. En las fases opuestas los capitales emigran, decrece el consumo y se deterioran las cuentas fiscales. Esas fluctuaciones magnifican a su vez el endeudamiento.

Otro factor determinante son los periódicos recortes del poder adquisitivo que agravan la ausencia estructural de una norma de consumo masivo. La debilidad del mercado interno y el bajo nivel de ingreso de la población explican esa carencia. La expansión de la informalidad laboral, los bajos salarios y la estrechez de la clase media acentúan la fragilidad del poder de compra y de la economía nicaragüense.

Las convulsiones sociales que padece el país son desencadenadas por fuerzas diversas, que combinan las crisis sociopolíticas con los desequilibrios externos y con las restricciones del poder de compra. Esa combinación de determinantes externos e internos ha tenido un impacto demoledor en los últimos años.

La pandemia

Al cabo de tres años de estancamiento (2018-2020), el Covid-19 acentuó el deterioro de la estructura productiva. Para colmo de males, los indicios de recuperación son tenues y los pronósticos de crecimiento para los años 2022-2026 son inferiores al promedio latinoamericano y centroamericano. A Ortega lo hunde el descontento político por su incapacidad para atajar las brechas sociales y lo ahorca la economía al destruir la confianza de los inversionistas.

La economía nicaragüense está en un proceso de rebote económico, se está recuperando el crecimiento económico de manera transitoria, pero ese rebote no impacta en el empleo, en la distribución del ingreso ni en los salarios. El rebote no es parejo, es desigual. Hay un rebote más importante en algunos sectores, pero otros permanecen estancados.

Los múltiples fracasos del orteguismo, y la ironía de su “éxito” ideológico neoliberal

Es claro que el orteguismo ha fracasado, que ha sido incapaz de proponer e instalar un proyecto político alternativo masivo y que mejorara las condiciones de vida de la mayoría de la población. Peor aún, estableció un modelo cuyos beneficiarios fueron desproporcionadamente, casi exclusivamente, los dueños del capital.  De hecho, su política neoliberal y sus políticas hegemónicas causaron un daño adicional: destruyeron, desterraron de la mente de los políticos tradicionales y de la cúpula empresarial, hasta la posibilidad de pensar en una alternativa de desarrollo sostenido. Esta ceguera es, por tanto, un importante obstáculo que debe ser superado, y que requiere que se genere una estrategia de contrapoder al poder dictatorial.

Porque al avasallar, atropellar y violentar a la oposición, la dictadura propició el triunfalismo entre sus filas, y descuidos en su quehacer político, reforzando la percepción de que todo lo estaba haciendo demasiado bien, lo cual la ciega, la ensordece, la enreda en sus propios errores, actuales y acumulados. Todo esto favorece el desarrollo del proceso de implosión de la dictadura, porque el capitalismo de compadrazgo que ha alimentado tiene ya nefastas consecuencias. Y hoy que la situación económica y política se tensa cada vez más y se avecinan nuevos conflictos sociales de gran envergadura, no puede enderezar el rumbo en momentos en los que actuar decisivamente es ya una exigencia impostergable.

El reto de la oposición

Del lado de la oposición, aunque vivimos una época donde los que dominan están en dificultades, nosotros también atravesamos dificultades por la falta de una estrategia de poder.

Por eso es necesario hacer un acucioso análisis de las grandes cuestiones y contradicciones que caracterizan al régimen, lo cual nos indica la necesidad de estudiar las fuerzas y debilidades de los pilares en que se sostiene la dictadura para poder producir un cambio de rumbo, pues las condiciones económicas, sociales y políticas que prevalecen actualmente en Nicaragua hacen tal cambio imprescindible.

Los tictacs, tictacs de los poderes fácticos están paralizados, se encuentran detenidos por motivos palpables. El tictac de las elites empresariales se encuentra estancado, más que nada porque el gran capital en modo alguno le interesa la renovación, ya que el “statu quo”, el orteguismo con Ortega, le permite continuar con las prerrogativas crematísticas (la maña de hacerse rico), de adquirir riquezas y de otros beneficios.

La cuenta regresiva del orteguismo

Después del 7 de noviembre 2021, no hay marcha atrás, sino futuros posibles a construir. En la actualidad el tictac político indica que es tiempo de cambiar el rumbo del país. Ortega sabe que su tictac se ha puesto en contrarreloj, para su pesar. Después de la farsa electoral, se ha puesto en marcha para atrás el tictac de su reloj político, Ortega sabe que cuando se abren nuevos escenarios siempre sobran piezas en el cronómetro político, aunque el reloj siga funcionando tal cual.

A nadie se le debe de escapar el mayor tictac que está tomando velocidad crucero en el país, más que nada por los errores propios de la dictadura, el montar la farsa electoral, hace que Ortega haya entrado en particular tictac, con paso lento pero inexorable hacia la implosión del régimen. El reto de los sectores democráticos y progresistas es crear los mecanismos necesarios para estar a la altura de los próximos acontecimientos.