El pacto Chamorro-Lacayo-Ortega hizo posible el nacimiento del Orteguismo
<<Con la rebelión, a finales del 94, de quienes fundaron el MRS, el FSLN perdió fugazmente el control de la Asamblea, lo que permitió aprobar reformas a la Constitución que, entre otras cosas, proscribían la candidatura de Ortega en 1996. La Presidente, Violeta Chamorro, violando abiertamente la Constitución, se negó obstinadamente a publicar esas reformas.>>
Las frecuentes referencias que se hacen a la llamada “transición del 90” usualmente no especifican con precisión en que consistió ésta, y están plagadas de distorsiones y omisiones motivadas esencialmente por intereses y compromisos personales.
Para analizar científicamente esta transición voy a partir de que la característica esencial de una transición consiste en que el poder político dominante cambia de manos, o al menos sufre daños sensibles. También es importante resaltar que, en nuestra realidad, quienes detentan el poder lo usan para expandir y amurallar sus intereses políticos y económicos, lo cual inevitablemente, tarde o temprano, los deja en evidencia.
Por eso el análisis de dicha “transición” debe empezar por recordar algunas de las decisiones y hechos relevantes, y comprobables, acaecidos durante el período apropiado, y determinar qué intereses los motivaron, y de quiénes.
Enumero:
- En marzo de 1988 se firmaron los acuerdos de Sapoá, que desmovilizaron al ejército Contra y lo recluyeron en campamentos ubicados en Honduras. A esto siguió un apresurado y suicida desarme unilateral. ¿Qué lo motivó?
- El 25 de abril de 1990 la recién electa Presidente Violeta Chamorro “ordenó” a Humberto Ortega quedarse al frente de un ejército al que ni siquiera cosméticamente se reformó, pero que así quedó oficialmente ¡“profesionalizado”!
- Arbitrariamente, el honorable doctor Virgilio Godoy, quien había sido electo Vicepresidente por el voto popular, fue despojado de su cargo de hecho; despojado incluso de la oficina que le correspondía. Era público que estaba en desacuerdo con lo que veía tramarse. Estorbaba, y había, pues, que apartarlo. Su reemplazo (por ‘dedazo’ ilegítimo) en el poder: Antonio Lacayo, yerno de la Presidente, hoy difunto esposo de Cristiana Chamorro.
- La primera ley aprobada por la Asamblea “de la UNO” (la coalición que había servido de bandera a las candidaturas de Violeta Chamorro y Virgilio Godoy) tuvo como propósito y efecto reforzar la autoamnistía que el FSLN se había otorgado semanas antes. Había que poner a los amigos a salvo de críticas.
- Las leyes de la “piñata” no fueron derogadas, como se debía. Por el contrario, la Asamblea, bajo la influencia del gobierno a través de Antonio Lacayo, las endosó y fortaleció a finales de 1990 mediante las leyes 108, 113 y 116. De esa forma condenó a la ciudadanía a pagar la rapiña de los “revolucionarios”.
- Las empresas estatales fueron privatizadas, y con lo recaudado obtuvieron pingües beneficios los turberos de la CST (Central Sandinista de Trabajadores) y organizaciones afines, garantizando así su lealtad a sus amos.
- Enrique Bermúdez, jefe de la Contra fue asesinado, al igual que, de acuerdo con un informe de la CIAV-OEA, cientos de sus subordinados. Todos estos crímenes quedaron impunes y libraron de peligrosos enemigos al Frente.
- Con la rebelión, a finales del 94, de quienes fundaron el MRS, el FSLN perdió fugazmente el control de la Asamblea, lo que permitió aprobar reformas a la Constitución que, entre otras cosas, proscribían la candidatura de Ortega en 1996. La Presidente, Violeta Chamorro, violando abiertamente la Constitución, se negó obstinadamente a publicar esas reformas.
- Restablecido de turbia manera el control del FSLN en la Asamblea Nacional, la Asamblea, mediante una ley ordinaria, congeló las recién aprobadas reformas, por lo que ellas no entraron en vigor sino hasta después de efectuadas las elecciones, lo cual permitió a Daniel Ortega ser candidato.
Varias conclusiones emergen del estudio de los hechos anteriores; por una parte, es imposible esconder que todos los hechos enumerados objetivamente fortalecieron al Frente como organización; es decir, impidieron que experimentara dificultades de alguna consideración a consecuencia del resultado electoral; en otras palabras, evitaron que su poder peligrara.
Por otra parte, es evidente que estos hechos no pudieron darse sin un oscuro contubernio con los personajes más influyentes en la UNO, quienes obvia y diligentemente de esa manera removieron obstáculos en el camino del Frente ––o más concretamente de Daniel Ortega––, o miraron hacia un lado cuando fue éste quien se encargó de eliminarlos.
Las “asonadas”: cortinas de humo para el pacto Chamorro-Lacayo-Ortega
Es asimismo claro que pocas, si es que alguna de estas decisiones, pudieron ser forzadas por las llamadas “asonadas”, cuya utilidad, más bien, fue la de servir como maquillaje para el contubernio. ¿Qué fue lo que estuvo detrás de las decisiones que de común acuerdo se implementaron? Esta es la única interrogante razonable.
La transición: nacimiento del orteguismo
Para no incurrir en el error de concluir que no hubo ninguna transición, es menester recordar que, a partir de abril 1990, la Dirección “histórica” del Frente fue borrada del panorama, y el poder pasó a manos de un grupo mangoneado por los hermanos Ortega. Tan sólo dos miembros de la antigua dirigencia lograron colarse, en calidad de subordinados de ellos. De manera que la transición del 90 consistió en la transferencia del poder político de algo extinto, que todavía llaman sandinismo, al orteguismo, que ahí mismo nació….
Para continuar clarificando el asunto cabe destacar que cuando Humberto Ortega, por algún motivo, empezó a ser un estorbo, la Presidente Chamorro súbitamente introdujo una iniciativa de ley que, aprobada prontamente por la Asamblea, defenestró a Humberto a finales de 1994, y lo puso en camino a Costa Rica. Daniel permaneció en manso silencio, y, curiosamente, tan sacrílega tropelía no provocó ninguna asonada. Podría parecer increíble, pero las insolentes turbas permanecieron quietas. Nada perturbó su idílica paz.
La historia de Antonio Lacayo con el FSLN
Finalmente, es interesante rememorar un suceso que puede arrojar algunas luces. La Dirección del Frente, queriendo castigar a Alfonso Robelo por su activa oposición, en 1982 ordenó la intervención de la importante empresa GRACSA, con la que Robelo tenía nexos económicos. Ello conllevó la expulsión, hasta con violencia física, ejercida por los “indignados” trabajadores, del Gerente General, Antonio Lacayo, quien había sido promovido a ese cargo por Robelo.
Lo curioso es que, largo rato después, allá por 1986, siendo Ortega Presidente de la República y secretario político del FSLN, la Corte Suprema de Justicia (CSJ) ordenó al Ejecutivo, esto es, indirectamente a la Dirección del Frente, el cese de la intervención y la restitución de Lacayo al cargo. Todavía más curioso, dicha orden no fue cuestionada, no se intentó hacer que la revocaran, se acató con prontitud…
¿Cómo fue que la CSJ se atrevió a “dar una orden” a la Dirección del Frente, ¿Por qué éste la obedeció mansamente?, ¿Es que había ya entendimientos entre Ortega y Lacayo?, ¿Ayuda esto a descifrar el origen del contubernio entre los Chamorro-Lacayo y su sumisión al FSLN de Ortega durante la etapa 1988-1996?