El perdedor radical en las redes de la Sociedad del Disparate
Armando Añel
El autor es escritor.
El demagogo populista trabaja la indignación del «perdedor radical» -como llamara Hans Magnus Enzensberger al indignado permanente o egobiado-, quien se cree injustamente tratado por la vida. El demagogo reafirma al perdedor en lo «justo» de su indignación: ellos (los políticos, los triunfadores, los adinerados, los felices, los «globalistas», los Fauci, los Bill Gates, el «establishment», etc.) son injustos contigo, te roban o te manipulan o te ignoran, y hay que hacer justicia a tu favor. Y por supuesto, el populismo te libera de responsabilidades, es decir, te asigna una causa o un movimiento o un líder o una teoría de la conspiración que hacen justicia por ti. Si eres un idiota o un amargado, no es tu culpa. ¡Eres una «víctima»!
Estar libre de responsabilidades -la responsabilidad de mi pobreza o de mi infelicidad o de mis errores siempre la tiene otro- es la libertad más cómoda que existe, y por tanto una de las más demandadas (si no la más).
Relacionado con esto: Desarrollar teorías de la conspiración y hablar del «nuevo orden mundial», los iluminatis, los «globalistas», etc., se ha convertido también en un negocio en Youtube y otras redes digitales. El alarmismo conspiranoico de la Sociedad del Disparate también genera muchas vistas -esto es, atrae a gran cantidad de egobiados incautos-, lo cual se traduce en dinero por publicidad, donaciones, ventas, etc., para los videastas e influencers más pillos. Ya se sabe que cuando algo genera ganancias, «informativamente» hablando, casi al seguro se convierte en una bola de nieve: rueda cuesta abajo sin parar y se infla y se infla…
Por lo demás, en la Sociedad del Disparate el esfuerzo que demanda analizar imparcialmente, con agudeza, la actualidad noticiosa, brilla por su ausencia. “Esto es una guerra”, se dicen algunos perdedores radicales para tranquilizar de alguna manera su azorada objetividad, o lo que queda de ella. “Y en las guerras yo no hago prisioneros”.
En la Sociedad del Disparate las emociones suelen imponerse al razonamiento o al sentido común y la exageración tiende a normalizarse, a formalizarse socioculturalmente. De ahí que los bandos en pugna se combatan lanzándose a la cabeza, como platos desechables, cualquier cantidad de Fake News y teorías de la conspiración. A la sopa de la “posverdad” no le afecta un fideo más, un fideo menos, y en la era de la normalización de la exageración la irresponsabilidad es un derecho del pueblo.