El perverso ciclo de repeticiones de la historia nicaragüense

Guadalupe Salinas Valle
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Cada 40 años, casi la misma frecuencia con la que el país es sacudida por un terremoto, se produce también una erupción política que remece y puja por transformarlo todo. Aquí algunas pautas para analizar y tener en cuenta.

Para entender a profundidad la actual etapa de crisis que enfrenta la población nicaragüense, es crucial realizar un análisis desde la perspectiva de lo que se ha dado en llamar, “historia del tiempo presente”.

Frente a las generaciones jóvenes -actores directos de una nueva ola de sacrificios de vida, en pro de demandas para la transformación del país-, realizar tal análisis es una responsabilidad que tenemos quienes de una u otra forma, como actores y sujetos estuvimos involucrada-os, fuimos y continuamos siendo parte de la vida sociopolítica del país que abrió paso a la entelequia de “revolución de izquierda”, conocida como Revolución Popular Sandinista.

Desmitificarla y cerrar con ello, el perverso ciclo de repeticiones cada 40 años, de conflictos armados-dictaduras-conflictos armados, a que ha estado sometida la sociedad nicaragüense desde la independencia hasta nuestros días, sería el objetivo del análisis propuesto. Es una responsabilidad que personalmente asumo como pendiente.

Para efectos de este documento sin embargo, me referiré únicamente a dos aspectos vinculados a esa historia del tiempo presente, desde mis referentes personales como actor, testigo y sujeto de esa época.

En primer lugar, que los sucesos de abril constituyen “la cereza en el pastel” del control ejercido desde 1979, por el pragmatismo aventurero impulsado por la tendencia “tercerista” del FSLN, y que al final fue asumido por todas. En aras de concretar su proyecto político, en una primera y segunda fase, logró, vía manipulación de la “epopeya” triunfal del pueblo nicaragüense sobre la dictadura somocista, la apropiación de esa gesta; la eliminación de los postulados de las otras tendencias, la validación de partido único con perfil de izquierda y la expulsión directa e indirecta de sus representantes en las estructuras del FSLN, quienes asumieron una posición de “oposición contemplativa”.  Y en algunos casos, complaciente y/o subsumida.

En segundo lugar, que el régimen dictatorial presidido por Ortega y su mujer, sigue utilizando, pero perfeccionadas a partir de 2007, las mismas constantes instaladas desde el sandinismo de los 80: autoritarismo, verticalismo, vanguardismo, partido único, discurso manipulador de posición de izquierda. Tales prácticas les ha posibilitado recrear un demagógico y a su medida discurso de continuidad de “la revolución”, ahora “cristiana, socialista y solidaria”, y que realmente se traducen en una vieja-nueva versión refinada, de gobierno autocrático y dictatorial. (Somocismo científico, le llamaba uno de los poetas nicaragüenses, ya fallecido.)

Ese caminar del régimen, desnuda en lo político institucional cuatro características básicas:

  • La confusión Estado-Partido, e integración de ambos en el núcleo familiar ampliado de la pareja dictatorial, que incluye la concentración de recursos públicos y privados; control férreo de las instituciones públicas: Asamblea Nacional, Consejo Supremo Electoral, Corte Suprema de Justicia y todas las estructuras judiciales del país, alcaldías municipales, ministerios y entes autónomos; Policía y Ejército Nacional. El control se extiende a la letra constitucional la cual ha sido modificada al antojo y conveniencia del régimen; las estructuras sindicales y Universidades, en donde la autonomía es referente de una vieja gesta histórica.
  • Desmontaje absoluto de las posibilidades de democratización del país, vía eliminación de cualquier espacio o manifestación de disidencia, a través de la cooptación y/o compra de líderes de los principales partidos políticos tradicionales y despojo de personerías jurídicas a los rebeldes.
  • Instauración de modelos de comportamiento militarizado en las estructuras civiles, bajo la figura de mando único desde la pareja presidencial.
  • Cooptación y compra de conciencias en sectores medios y altos, vía tratos preferenciales en el ámbito de las inversiones y demás de carácter económico financieros y fiscales.

En el campo de lo simbólico cultural, a cargo de su cónyuge y principal cómplice, aspectos relevantes son:

  • Privatización total de la gesta, personajes y elementos simbólicos de la lucha popular contra la dictadura somocista.
  • Modificación de la bandera, el escudo y el himno nacional, a versión pseudonaif los dos primeros, y llevando a nivel de afirmación cuatro declinaciones verbales del último, que hacen relación a un anhelo y no a una realidad. El original: “Salve a ti Nicaragua, en tu suelo, ya no ruja la voz del cañón, ni se tiña con sangre de hermanos…”  “…brille hermosa la paz y en tu suelo, nada empañe…”. A los cambios: “ya no ruge”; “ni se tiñe”, “brilla hermosa” “nada empaña”, dejan claro las intenciones de plasmar una realidad inexistente en el imaginario colectivo.
  • Exacerbación y manipulación del pensamiento y creencias mágicas y religiosas de la población; de la vida familiar, costumbres y tradiciones, con la finalidad de reforzar códigos morales y religiosos decimonónicos, y ser identificada la pareja dictatorial, como representantes de dios en la tierra y únicos capaces de “resolver” las necesidades de los pobres, elevados éstos a nivel de minusvalía permanente, para garantizar sumisión y dependencia. Incluye una lucha sin cuartel contra el feminismo.

Así, han perpetuado demagógicamente a los más desposeídos al nivel de “sujetos de derechos”, pero al circunscribir su horizonte de aspiraciones a las migajas de las dádivas gubernamentales, los ha convertido en fanatizados clientes permanentes de sus aberrantes y contradictorios discursos “cristianos, socialistas y solidarios”.

De igual forma, han profundizado la alienación lumpen de amplios sectores de la juventud provenientes de grupos marginados, y que, en la actual crisis, han constituido la principal fuente para la conformación de los grupos parapoliciales y demás represores auxiliares de los cuerpos armados “legales”.

En el caso de los sectores medios y altos, han generado un alto grado individualismo, que ha afectado sensiblemente la articulación social, el medio ambiente, la cooperación intersectorial entre los diferentes estratos de la sociedad ý los factores económicos incidentes en la productividad, la generación de empleos y con ello, la mejoría de vida de la población. No es casual que Nicaragua, al menos hasta el 17 de abril de 2018, estaba señalado como el segundo país más pobre de Latinoamérica. Probablemente, a esta fecha ya somos los primeros.

Lo anterior, reflejado entre otros hechos, en la explotación indiscriminada del medio ambiente, carestía de la vida, desempleo (la PEA formal no llegaba al 30% antes de abril) y procesos terribles de garrote y zanahoria, han implicado suspensión o minimización de las capacidad de crítica y conllevado a la sumisión al régimen.

En todos los espacios y ámbitos sociales y económicos, durante largos años ha sido sistemática la violación a la autoestima individual y colectiva de las personas; los negociados y enriquecimiento exagerado e ilícito de las cabezas del régimen y sus paniaguados, se han hecho a vista y paciencia de toda la sociedad.

El aumento de feminicidios, abusos sexuales violencia indiscriminada en contra de las mujeres, desestimados por las estructuras de justicia y demás instancias de protección o no, que funcionan totalmente conforme las directrices del régimen, otorgando “legalidad” e impunidad a las violaciones de los derechos de las mujeres y el reforzamiento del patriarcado, con sus expresiones misóginas.

De igual manera, las de carácter constitucional y de cualquier índole ordenadas, “legalizadas” y puestas en práctica por la ilegítima pareja presidencial y sus secuaces, como una constante en el ejercicio del poder autoritario, han venido sumándose e incubando, en el seno de mayoritarios sectores de la sociedad nicaragüense, un profundo anhelo de cambios.

Sin embargo, años de corrupción, represión, desconfianza, desmovilización, acomodo, hacía difícil dar salida a una articulación de demandas comunes y sectoriales. El detonante ha sido producto del accionar de una nueva generación de jóvenes universitarios, en su mayoría provenientes de sectores populares, en defensa del medio ambiente y de las escuálidas pensiones de sus abuelas y/o abuelos, a través de la protesta cívica, a la cual se sumaron mayoritarios estratos sociales.

Podemos identificar los siguientes elementos básicos de la motivación juvenil en el inicio del conflicto: responsabilidad frente a la naturaleza, reconocimiento y solidaridad con sus mayores.

La pujanza juvenil ¿cómo iba a ser de otra manera? y la brutal represión ejercida en contra de ellos, por la autocracia dictatorial, genera y desemboca en un unánime clamor por Justicia, Democracia, Libertad, Paz y da paso al fenómeno de los autos convocados, mujeres y hombres, proclamando entre otros elementos de importancia, el desconocimiento de los partidos, liderazgos políticos e institucionalidad inexistente.

Pobladores pertenecientes a los diferentes sectores: campesinos, gremio médico, académicos, periodistas, amas de casa, trabajadores, jubilados, etc., e incluso empresa privada, se le unen y reconocen desde sus diferentes perspectivas, el agotamiento del modelo de gobernanza y relacionamiento ciudadano, y por ello, la imposibilidad de volver para atrás.

En resumen, hay un clamor por un cambio que garantice el “nunca más” de los vicios que esa forma de convivencia sociopolítica de sumisión a las migajas o espacios posibilitados por los gobernantes de turno como favores, que ha marcado nuestra historia, y que no ha permitido el aprovechamiento de los recursos naturales y humanos de la nación, en función del bien común de quienes habitamos esta Nicaragua que llamamos y sentimos nuestra. En especial, que, concluido un ciclo de 40 años, NUNCA MÁS se vuelvan a incendiar nuestros llanos.

Como en el pasado, la solidaridad y comunidad internacional nos acompañan hasta el momento en este camino, aunque adecuada a las realidades del presente.

Otro aspecto de suma importancia a considerar, es la proliferación y actuación de los grupos parapoliciales y paramilitares, que proliferan a la par de las supuestas instituciones del orden por todo el país, y la ausencia de voluntad gubernamental para desmontarlos.

Diferentes hechos conocidos de “insubordinación” de estos grupos ante los cuerpos policiales, traducidos en muerte de los rebeldes y la resistencia del ejército para controlar la situación, deja abierta otra interrogante alrededor del conflicto.

Conocido es que desde los años 80 ha habido presencia de jefes capos de cárteles en el país. Sin embargo, la propaganda oficial, anterior al 17 de abril de ser Nicaragua el país más “seguro” de Centroamérica, y posteriormente, el reconocimiento –también oficial- de la proliferación de grupos ligados al narcotráfico, plantea una, digamos, “duda razonable” sobre su no involucramiento en tal negocio. Estos, aparentemente salidos de la nada, plantea mayores sospechas a partir de las reiteradas declaraciones del mismo Ortega en declaraciones iniciales dadas a algunos medios, que son grupos que no estaban  bajo su control y que su salida del gobierno generaría un caos en el país.

Fuentes confiables, desde hace algunos años, expresaban que Ortega tenía más temor a un fuego cruzado entre cárteles que usaban el país, como lugar de “reposo y arreglos” alrededor de ese lucrativo negocio, que al pueblo de Nicaragua. Vox populi también alrededor de este tema, ha sido la actuación de la ex jefa de la Policía, Aminta Granera, el enriquecimiento “mágico” de diversos actores vinculados al círculo del Poder Judicial y la Policía misma y la proliferación de edificios y negocios, con visos de ser producto de lavado de dinero, o favores estatales.

Curiosamente, los anteriores temas, no son suficientemente mencionados en voz alta en Nicaragua. Sin embargo, son elementos de vital importancia para la proyección de riesgos, sobre el futuro del país. De no considerarlos, una mezcla de lo que se vive en México, Guatemala, El Salvador y Honduras, para solo referirnos a Centroamérica, podría concretarse en el país.

En síntesis, la situación actual, es sumamente compleja e impredecible hasta el momento.

Sin embargo, a pesar de los años de represión, desconfianza, desmovilización tiene que encontrarse una salida para la articulación de las demandas comunes. Se expresa ahora, posterior al aumento de la represión ya más sofisticada, selectiva, de “vuelta a la normalidad”, día a día proclamada por los ORMU y sus secuaces, en el reconocimiento de la necesidad y esfuerzos que hay que realizar, alrededor de las articulaciones y organización territoriales y sectoriales. Y como maximizar el apoyo casi unánime de la solidaridad y comunidad internacionales.

Falta una reingeniería del Estado

La conformación de una nueva identidad política que alimente esa “reingeniería” del estado que identificamos como necesaria, es nuestro principal reto. Está relacionada con la “reingeniería” en nuestros valores socioculturales, morales y éticos, y por la naturaleza del proceso, abarca el corto, mediano y largo plazo.

Para ello requerimos:

  • Despojarnos del espíritu faccioso, que nos ha caracterizado como sociedad política, y asumir que compartimos la responsabilidad del apuntalamiento de los engendros que nos gobiernan.
  • Desmontar el vanguardismo y el militarismo hermanos del autoritarismo y la concepción vigente entre izquierda-derecha, novando sus significados acordes a estos tiempos de globalización y “neo” capitalismo.
  • Dimensionar las características de la demagogia y electoralismo populista, propias del liderazgo caudillista que con fuerte retórica nacionalista y, como curandero de la política, ante problemas reales, plantea soluciones ilusorias que nacen y anidan en la ignorancia. Y en el oportunismo, añado yo. 
  • Identificar cuáles son nuestros valores cívicos y cómo equilibramos demanda de derechos y responsabilidad de deberes, definiendo los valores éticos que alimentarán nuestros valores morales, reflejados en nuevos usos y costumbres.
  • Cómo asumimos la ciudadanía, despojándonos de la identidad de encomendados o acaudillados, que necesitan para SER, las directrices de un comendador, caudillo, dictador o vanguardias, en tanto nuestras identidades de personas libres, autónomas, es todavía incipiente, o se contrapone con lo antes señalado.
  • Ponernos de acuerdo alrededor de lo que entendemos por democracia, justicia, libertad, paz, conceptos hasta ahora, semi abstractos, o asumidos desde los entendimientos y deseos individuales de cada persona, grupo o sector.
  • Independientemente de nuestras inexistencias o preferencias religiosas y del reconocimiento al papel jugado por la Iglesia católica en el presente proceso, la concepción de democracia debe apuntar a la apropiación de la secularización de la sociedad, como elemento constitutivo de la misma.
  • El sandinismo como propuesta ideológica debe desaparecer, en tanto nunca ha constituido ideología. A menos que, añadiendo una definición acorde a los tiempos, de antiimperialismo, se reivindiquen como base, los enunciados del liberalismo del siglo XVIII, fundamentos del Estado del derecho, la democracia representativa y la división de poderes, que fue la ideología de Sandino. Opuesto al absolutismo, al conservadurismo, los sistemas autoritarios, dictatoriales y totalitarios y al despotismo ilustrado.
  • Abolir la “propiedad privada” de Sandino, por parte de cualquier grupo político partidario. Hay que devolver su figura y gesta emblemática a todo el pueblo nicaragüense.
  • Y paulatinamente, abolir también el Ejército. No tiene ningún sentido mantenerlo desde una concepción de paz, que incluya la reflexión sobre el papel de los mismos y su utilidad en países como Nicaragua.

Lo anterior nos posibilitará ir construyendo en un tiempo que no puede medirse en semanas ni en meses, la propuesta nueva, con soluciones buenas y viables para los problemas sociopolíticos relevantes de nuestra sociedad; incluyente de todos los sectores y basado en las capacidades humanas y materiales reales del país.  

Cómo lograr la salida del régimen, así como la modificación de sus estructuras, no es un problema jurídico de carácter constitucional o legal. Es un problema esencialmente político, en el que están involucradas voluntades, capacidades y correlación de fuerzas políticas y financieras, tanto a nivel nacional e internacional.

Algunas ideas sobre lo anterior:

  • Como principal agente reconocido a nivel nacional e internacional, no son muy visibles, ni las propuestas ni las rutas generadas por los actores articulados en la Alianza, a excepción de la insistencia en el “diálogo”, alrededor de los ejes originales.
  • El diálogo, por otra parte, va muy de la mano con las acciones desprendidas o por desprenderse de la administración gringa, la OEA o la ONU y la totalidad de gobiernos extranjeros que se han pronunciado sobre la crisis del país.

El diálogo y sus implicaciones

  • Todo diálogo y en especial el relacionado con la crisis, implica una negociación entre las partes. Las bases de referencia desde el actor principal representado por la Alianza y asumidas por el resto de involucrados, son las correspondientes a Justicia, Democracia, Libertad y Paz. Estando las dos últimas imbricadas con las primeras, nos referimos únicamente a Justicia y Democracia.

Justicia

La pareja presidencial, sus familiares y principales secuaces, difícilmente encontrarán un país que les satisfaga, donde puedan refugiarse, sin exponerse a la persecución por crímenes de lesa humanidad y otros delitos perseguibles internacionalmente. Por otra parte, su enriquecimiento ha sido ilícito y deberían ser despojados de todo lo robado. Por consiguiente, los innumerables atropellos del régimen, claman por Justicia sin perdón ni olvido. Y sobre esta afirmación socialmente compartida, preguntémonos:

  • ¿Hasta dónde es posible dialogar con un régimen criminal que además de la autarquía y la cleptocracia añade a su perfil, un esquizofrénico Trastorno victimista y está demostrando su uso a través de la criminalización y judicialización de la protesta?
  • ¿Qué tipo de justicia y reparación a la altura de lo que demandamos, para las víctimas directas de la represión del régimen, y también para víctimas de otros tipos de violación de derechos civiles y políticos, podemos imaginar alcanzar en una negociación con el régimen?
  • ¿Qué tipo de justicia y castigo para los victimarios, que se ubican en la totalidad de las instituciones públicas, es posible lograr?

Revisando la historia, no solo en nuestro caso, sino en países con regímenes democráticos asentados, como Chile, y en otros como Argentina, donde la lucha de los pueblos ha insistido en la justicia y la reparación, este tema sigue siendo un apartado pendiente. Entonces:

  • ¿Cuáles serían los mínimos y los máximos sobre los que estaríamos dispuestos a negociar, tanto para víctimas como para victimarios?
  • ¿Cuáles y cuántos son los recursos y capacidades humanas y materiales que requerimos y tenemos para ello?
  • ¿Qué estrategias de futuro frente a la represión continua podemos vislumbrar, en caso no se logre la salida de los ORMU?

Democracia

Este es un aspecto relevante que, como producto de la represión indiscriminada, la diáspora de nicaragüenses no solamente ha afectado la posibilidad de participación en algunos territorios y sectores, de personas vinculadas a los espacios formales., sino a otros segmentos de actores territoriales sociales y políticos. Los efectos de la crisis en lo económico, es también factor de importancia a ser tomado en cuenta.

En razón de lo anterior, además de las publicaciones nacionales, es de interés el artículo de la conocida revista británica The Economist Intelligence Unit, donde señala que Ortega está causando un baño de sangre en Nicaragua, mencionando efectos. Agentes oficialistas por otra parte, mencionando la misma fuente (aunque no he encontrado la referencia de número de estas aseveraciones) dicen que el gobierno de Ortega está fuerte al haber logrado bajar la presión popular que no encuentra cauces para expresar su resistencia, y que está en dependencia de la presión internacional.

  • ¿Cómo mantener y/o aumentar, la baja previsible en la participación por los factores mencionados?
  • ¿Cómo imaginamos o perfilamos la democratización de una sociedad, profundamente dual, afectada históricamente y de forma peor en las últimas décadas, en sus incipientes valores de convivencia plural y normas éticas de comportamiento y funcionamiento?
  • ¿Cómo garantizamos que la semilla democrática libertaria que los jóvenes nos han sembrado, y las características nacionales del pueblo nicaragüense, expresadas entre otras en solidaridad y desprendimiento, capacidad de trabajo, no sea nuevamente destruida por el amiguismo, el nepotismo, el individualismo, el facilismo, el “yoquepierdismo”, las desconfianzas e intereses oportunistas y otros anti valores, elevados a nivel de virtudes por el régimen, y de la cual asoman cabeza ya, “hidalgos” representantes?
  • ¿Cuál será el camino a seguir si no hay resultados de salida del régimen?

Aparentemente, hay en general insuficiente análisis compartido, de los intereses geopolíticos, económicos y financieros en juego; de los múltiples actores involucrados en el problema, que abarca lo nacional, regional, continental y mundial. Esto se ha reflejado en un entusiasmo bastante ingenuo y cortoplacista, sobre el estado de la cuestión. 

Los últimos, parecen seguir influenciados por las experiencias relacionadas con el derrocamiento del somocismo vividas o escuchadas, sin mucho rigor histórico, pues el veto a la crítica y la libre circulación de ideas implantado hace muchas décadas en el país, ha convertido la historia en palimpsesto de vencedores y reducido la capacidad de percibir o tomar en  cuenta, las variaciones sustantivas del contexto actual: el modelo de globalización neo liberal y sus vínculos orquestados con la corrupción, y los sistemas económicos y políticos tanto dentro como fuera del país.

De hecho, poco o nada se escucha sobre el involucramiento del ejército y/o la posible consideración de cárteles del narcotráfico en el conflicto y sus secuelas, al momento de la resolución de la parte medular, relacionada con la salida de los ORMU (Ortega Murillo).

En resumen, la resistencia a lo interno y por ende las propuestas y capacidades de carácter político, que tengan capacidad para articularse con las fuerzas nacionales e internacionales que están “en la jugada” de alto nivel, se divisan precarias o incipientes. Desde los sectores populares en general, y desde la misma Alianza en particular. (A menos que no sean visibles para algunos estamentos sociales fungiendo como “fuerzas de tarea”).

El proceso para la reconstrucción política del país, va más allá del derrocamiento de ORMU y realizar elecciones para nuevo gobierno. La reinstauración de estructuras ya sea partidarias o de organización territorial confiables, en un contexto donde la administración electoral ha dejado enraizados corrupción, vicios y fanatismo que reflejan prácticas antidemocráticas, requiere de una remoción total de las estructuras electorales y fuera del marco de las hasta ahora existentes. El producto final será resultado de un largo camino.

Es con base en las reflexiones anteriores, que el análisis de actores es de fundamental importancia para la continuidad del proceso. Y paralelo a lo anterior, asumir que esta es una lucha de más largo plazo; que la reingeniería de las conciencias y actitudes debe ser prioritaria, y que es en función de ello que debemos prepararnos y disponernos, iniciando ya!.

(Este ensayo fue publicado originalmente en GATONEGROni: https://www.gatonegroni.com)

Guadalupe Salinas Valle

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