El reto de la verdad, el mercadeo de engaños, y un gatito doméstico llamado Daniel
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.
«En una ruleta se juegan la vida de la gente. Apuestan con “cobertura”: ganan en cualquier “escenario”, porque todos los costos y todos los riesgos los tiran sobre el pueblo»
Desde hace unas semanas, los políticos que tratan desesperadamente de vender «elecciones con Ortega» han hecho circular preguntas como: «¿por quién votarías, por Medardo o por Félix Maradiaga?”, y ¿no te gustaría ver juntos a Juan Sebastián Chamorro y a Amaya Coppens? Incluso empiezan a probar la consigna que —dicen algunas fuentes dentro del liderazgo de la Alianza— podría ser su verdadera intención: “Cristiana Chamorro será presidente”.
Hay mucho que decir sobre el contenido de esas preguntas, pero nada debe decirse antes que esto: están diseñadas para distraer al pueblo, para engañarlo con una ilusión, para hacer que la población viva como una realidad –sino actual, inevitable— el espejismo de una elección entre buenos. El truco es evadir totalmente la verdadera pregunta, sobre si esa hipotética elección haría posible liberar a Nicaragua de la dictadura.
¿CUÁL ES LA RUTA?
La pregunta que honestamente debe hacerse cualquier persona de buena voluntad, y cualquier político que lo sea, es esa. Hagámosla aquí, de la manera más clara posible:
¿Cree usted que es posible desmantelar la dictadura de Ortega-Murillo y su FSLN a través de elecciones en las que participe Ortega-Murillo o su designado y su FSLN?
No es válido responder con “¿y qué más podemos hacer?”, porque esa pregunta es, por necesidad —y honestidad— posterior. Hay que hacerla, se hace, se discute; y hay otra gente, fuera de la oposición “oficial”, trabajando en esa dirección. Pero ustedes, señores de la Alianza y de la UNAB, necesitan, tienen el deber de responder si lo que nos plantean como “solución” puede serlo.
Los políticos en la Alianza Cívica y en la UNAB (algunos en esta última dicen estar en contra, pero no actúan acorde a sus palabras, ‘manejan’ un doble discurso) exigen a cualquier crítico que presente una propuesta detallada sobre “qué otra cosa podemos hacer que aceptar elecciones con Ortega”; sin embargo, no logran hacer lo mismo con su propia propuesta, su plan de elecciones.
Cuando lo han intentado, a regañadientes, entran a arenas movedizas…
EL “PRAGMATISMO” DE LA ALIANZA
Está, por ejemplo, la posición públicamente enunciada por representantes de la Alianza, como Mario Arana, Arturo Cruz, y –más clara y más recientemente— José Pallais: de ganar las elecciones, vendría un arreglo con Ortega y el FSLN, para normalizar (se supone que ‘democráticamente’, pero no explican cómo) la situación. En tal arreglo habría (¡si acaso!) un remedo de justicia, justicia simbólica. Orgullosamente (¿o, cínicamente?; juzgue usted) Pallais anuncia que ya ellos propusieron (¡!) un esquema de “justicia transicional”, en el cual se aplicarían (¿quiénes, los jueces del FSLN?) “penas inferiores a las normales” a los acusados de “violar la ley y participar en persecución” contra los ciudadanos.
Todo este baile en un ladrillo para decirnos, con la maña gastada de un viejo político, que “daremos impunidad a Ortega, Murillo, y a todos los que cometieron crímenes de lesa humanidad, para ver si nos deja gobernar”.
En una ruleta se juegan la vida de la gente. Apuestan con “cobertura”: ganan en cualquier “escenario”, porque todos los costos y todos los riesgos los tiran sobre el pueblo.
LA POSTURA DE LA UNAB: DERROCAR SIN DERROCAR
Y está la posición que, con más frecuencia, viene desde la UNAB. Retóricamente más beligerantes en cuanto a la justicia, levantan el rostro un momento y gritan con el pecho a reventar “¡Ni perdón, ni olvido!”; luego regresan a sus deberes, en busca de “coaliciones” con la misma gente, con la Alianza Cívica de Pallais, Arana, Cruz, etc., que ha decidido dar “impunidad a Ortega, Murillo, y a todos los que cometieron crímenes de lesa humanidad, para ver si nos deja gobernar.”
Dan, es cierto, unos cuantos pasos más allá que la Alianza en su descripción de “cómo” se democratizaría Nicaragua sin derrocar a la dictadura de Ortega-Murillo y el FSLN… Escribo esto (“cómo se democratizaría Nicaragua sin derrocar a la dictadura de Ortega-Murillo y el FSLN”) y me da escalofríos el contrasentido lógico e histórico de la propuesta. ¿Alguien cree posible que Ortega-Murillo y el FSLN actúen como políticos, como partido político —para rematar, democráticos– y rindan su poder sin matar más?
Pero sigamos con los pasos de la UNAB: “ganamos las elecciones; conseguimos mayoría absoluta en la Asamblea; los diputados de nuestra “gran coalición” con la Alianza votan para desaforar a Ortega-Murillo y enviarlos a los tribunales (¿quiénes controlan los tribunales? No explican); votan también para cambiar la policía, el ejército, y todo lo demás.” Misión cumplida. Como he dicho antes, de ahí en adelante Nicaragua bien podría llamarse Suiza o Suecia.
UN GATITO DOMÉSTICO LLAMADO DANIEL
Félix Maradiaga añade un giro interesante, que al menos reconoce la ingenuidad (¿ingenuidad?) de la propuesta antes mencionada, la cual prácticamente asume que Ortega-Murillo y su FSLN es un gato doméstico que se echa a dormir después de las elecciones: el nuevo gobierno, dice Maradiaga en entrevista concedida a revista Abril, tendría que estar compuesto por gente que esté dispuesta a mucho más que a ocupar un puesto administrativo en el Estado; porque para derrotar la resistencia del FSLN (o sea, el ya “derrotado” FSLN) haría falta un enfoque “insurreccional”, con el pueblo en las calles para acabar, se entiende, el sabotaje del “partido” sandinista.
“¡A LAS TRINCHERAS!”, GRITA EL MINISTRO DE AGRICULTURA
Aparte de parecerme esta una versión light de la fábula del gato doméstico, según la cual el “partido” sandinista, al ver a los nuevos ministros del gobierno Alianza/UNAB, se asustaría y se echaría a dormir en una esquina, me parece que requiere imaginarse a Pallais, Arana, a Arturo Cruz, a Kitty Monterrey, y quién sabe, quizás a Alfredo César, a María Fernanda Flores y otros, liderando a “las masas” en una “insurrección”. Extrañísima idea, especialmente si uno figura a estos personajes ya cómodamente instalados en el gobierno. Imagínense ustedes… “el señor Ministro de Agricultura convoca al pueblo (empezando por los pobres empleados públicos del Ministerio de Agricultura que serían el primer “pueblo” a su disposición) a salir a la calle a enfrentar a los motorizados, paramilitares y “militantes” del FSLN.”
EL RETO DE LA VERDAD
Estoy convencido de que todas estas contorsiones están motivadas por la inclinación natural de los políticos a esconder del pueblo realidades dolorosas pero aleccionadoras, cuando estas no calzan en su narrativa estratégica.
¿Puedo estar equivocado? Por supuesto, aunque mi juicio, mi experiencia y el estudio de la historia de nuestro país y del mundo me indican que, si mi visión de lo ocurrido contiene desaciertos, estos tendrían quizás que ver con el papel de algunos individuos o grupos cuyo comportamiento no es muy conocido en público. Esta crítica me la ha hecho —y acepto que es razonable— Félix Maradiaga. Se trataría, digamos, de miembros de la Alianza o de la UNAB que genuinamente creen la coartada de los más poderosos, o que intentan operar bajo la cubierta de la estrategia oficial para propiciar una auténtica salida de la dictadura.
En todo caso, el reto de la verdad es permanente, como la necesidad de la verdad, y yo aquí lo lanzo de nuevo a gente como Félix Maradiaga, Juan Sebastián Chamorro, Violeta Granera, y otros que se han constituido en el rostro de la “gran coalición electoral”: expliquen, por escrito y en detalle (como hacemos quienes estamos en la oposición) cómo es posible desmantelar la dictadura de Ortega-Murillo y su FSLN a través de elecciones en las que participe Ortega-Murillo o su designado y su FSLN.
EL RETO, LA INVITACIÓN
En otro país, quizás estaría de sobra decirlo; no en Nicaragua, donde los medios de comunicación han tenido tradicionalmente lealtades financieras, partidarias o ideológicas con diferentes grupos de poder: como editores de la revista Abril estamos comprometidos única y exclusivamente con la búsqueda de la verdad; nuestra revista nació para abrir un camino al debate: tanto quienes están en la oposición como quienes están a favor de elecciones con Ortega-Murillo o su designado, y su FSLN, pueden cumplir su deber de presentar su argumento de manera seria y detallada en las páginas de Abril al pueblo de Nicaragua.
Aquellos entre ustedes que sinceramente quieran construir una Nicaragua democrática —y sin cultura democrática no es posible hacerlo— deberían aceptar el reto. En lugar de bloquear en sus redes a los críticos, como ha hecho Juan Sebastián Chamorro (y antes de él Mario Arana), los animamos a que tengan el coraje de enfrentarlos en un debate racional. No es cerrando los oídos, para escuchar solamente la voz propia, que se construye un país en libertad. Tampoco se construye un país en libertad mofándose de quienes como ciudadanos exigen explicaciones a todo aquel que aspire a representarnos. Mucho menos —y esto es lo más grave, porque refleja e induce cinismo— mofándose, como hace la escritora Gioconda Belli (irónicamente, presidenta del PEN, asociación de escritores por la libertad de expresión) de quienes exigen que la Justicia sea un criterio sagrado de cualquier proyecto político en Nicaragua. “Hemos encontrado parece al padre de la «ética y la corrección» con su espada de Damocles”, dice Belli, cuando debería decir: “ética y corrección son también mis demandas, y las de mi gremio, y no son negociables”.
Pues bien, queda el reto sobre la mesa; es permanente, como el impulso de libertad en el corazón humano. Y esta advertencia a los poderosos: en otras épocas no fue posible que quedara en el registro histórico quién hizo qué, cuál fue el papel de cada quién en el (hasta ahora) desdichado camino de Nicaragua. Fue así porque no era posible siquiera que la población, fuera de una pequeña oligarquía de herederos antidemocráticos, tuviera acceso a los medios de comunicación, mucho menos control sobre ninguno de ellos. De aquí en adelante —y la Rebelión de Abril es apenas el comienzo— los ciudadanos nos encargaremos de que no sea así, de que no solo sea la verdad inventada por las élites la que se divulgue y quede escrita, y se apodere de la memoria de futuras generaciones.
Aceptamos el reto de la verdad, y no cederemos.