El show árabe-israelí de Trump: otro embuste del Aprendiz (de dictador).
Leonel Arana
El autor es ciudadano estadounidense y miembro de la iniciativa Nicas por Biden.
Para el Presidente Trump, que llegó a la Casa Blanca después de haber tenido un show de televisión por casi quince años, el Aprendiz, la imagen es lo importante, la sustancia es secundaria. Así lo confirma el periodista Bob Woodward, que lo entrevistó numerosas veces para su libro Rage. Dice Woodward, que ha entrevistado a todos los Presidentes de los Estados Unidos desde Nixon, que le llamó la atención cómo Trump trató de impresionarlo la primera vez que lo recibió, poniendo en su escritorio un adornito por allá, dejando abiertos unos documentos importantes por allá y colocando a sus asistentes estratégicamente detrás de el, a respetuosa distancia.
Así lo demostró esta semana en la reunión a la que asistieron los representantes de los Emiratos Arabes Unidos, que han nadado en riqueza petrolera por 50 años pero que ante la caída de los precios necesitan transformar y modernizar su economía y Bahrain, que es prácticamente su satélite y de Israel. La ocasión, formalizar sus relaciones diplomáticas, lo que Trump presentó como si se tratara de un evento histórico, prácticamente como si había puesto fin al conflicto entre Israel y el mundo musulmán, con entregas de llaves de oro a Netanyahu incluídas.
La verdad es que los Emiratos nunca han tenido diferencias profundas con Israel y tanto ellos como Bahrain, que son sunitas, odian más a Irán, que es chiíta, que a los israelíes. Sumados los ciudadanos de uno y otro apenas llegan a 1.8 millones, menos de los que habitan en cualquier barrio del Cairo o de Teherán. Los Emiratos tienen una población de 10 millones, pero menos de 1.2 millones son ciudadanos, el resto son extranjeros, mayormente filipinos que han llegado a trabajar en la industria del petróleo o en la construcción, y en los últimos años hindúes que como técnicos y científicos están desarrollando proyectos de energía nuclear y de satélites de Dubai, que es el más importante de los siete Emiratos que conforman la Unión. Bahrain, por su parte, tiene una población de 1.2 millones, pero solamente 600,000 son ciudadanos.
Lo que sí es cierto es que de esa reunión los más beneficiados son los participantes directos, en mayor medida que las poblaciones árabes e israelíes. Netanyahu, el Primer Ministro de Israel, enfrenta en su país tres juicios por fraude, abuso de confianza y aceptación de sobornos porque supuestamente recibió regalos generosos de amigos multimillonarios e intercambió favores con magnates de los medios de comunicación y por si eso fuera poco está enfrentando grandes demostraciones públicas por su manejo de la pandemia al punto que va a cerrar el país por segunda vez. Con esta reunión y las fotos se gana un respiro, por lo menos.
Por su parte Mohamed bin Zayed, el Emir de Dubai y líder de facto de los Emiratos es un caso especial. Se cree que es el hombre más rico del mundo, con una fortuna equivalente al producto interno bruto de muchos países. Por años ha cultivado relaciones estrechas con los políticos de derecha de los Estados Unidos, al extremo de caer bajo la lupa de la Investigación Mueller, consiguiendo que le autorizaran comprar el armamento más sofisticado que existe, aún el que no ha sido aprobado para Arabia Saudita, con lo que incrementó enormemente su posición dentro del mundo árabe. Debido a que su salto a la prominencia ha estado aupado por sus relaciones con los Estados Unidos en el Senado lo han calificado como «nuestro Frankenstein».
En el mundo árabe se le tiene tanto como un innovador progresista que busca como su país no dependa únicamente de la explotación del petróleo y del gas, como Rusia, y se diversifique con industrias de alta tecnología, pero también como el mayor enemigo y represor de los movimientos pro democracia. En los Emiratos no se permite crítica alguna ni disidencia de ninguna clase y se persigue, encarcela y tortura aun a los que dan su opinión en los medios sociales, ya que la prensa libre no existe. Tiene abierta una causa judicial en Francia por crímenes de lesa humanidad y tortura en Yemen, país de mayoría chiíta al que junto con Arabia Saudita invadió hace cinco años, por bombardear escuelas y hospitales, por mantener cárceles secretas con cámaras de tortura y por causar intencionalmente la hambruna del país y la desnutrición de 60,000 niños. Inteligentemente escogió no venir a la reunión en la Casa Blanca para no salir a salir en la foto con Netanyahu, tal vez recordando lo que le sucedió a Anwar el Sadat, o para evitar que su presencia agitara a la prensa y los que lo consideran un aliado perjudicial para la imagen del país.
Por su parte Trump, que montó el espectáculo, usó la ocasión para presentarse como el gran componedor y negociador que merece ganar el Premio Nobel, para el que ya supuestamente cuenta con dos recomendaciones. Sin embargo, lamentablemente para él, ambas recomendaciones fueron descartadas por el comité de selecciones de Suecia al comprobarse que eran falsificaciones y que los que supuestamente lo habían recomendado ni cuenta se habían dado.