El tema de la paz en la poesía nicaragüense

Anastasio Lovo
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¡Oh pueblos nuestros! ¡Oh pueblos nuestros! ¡Juntaos
en la esperanza y en el trabajo y la paz.
No busquéis las tinieblas, no persigáis el caos,
Y no reguéis con sangre nuestra tierra feraz.
PAX

Rubén Darío

…la poesía por la paz hecha por nicaragüenses ha sido parida por el terrible conocimiento y padecimiento de la guerra. De las guerras nuestras y de las guerras de otros, de guerras nacionales y guerras internacionales.

El tema de la paz en la poesía nicaragüense es hija de la guerra y ha florecido como la orquídea del acero y el moho en el filo de la espada, esas fuertes imágenes que Joaquín Pasos nos entrega en el Canto de guerra de las cosas. Es decir, la poesía por la paz hecha por nicaragüenses ha sido parida por el terrible conocimiento y padecimiento de la guerra. De las guerras nuestras y de las guerras de otros, de guerras nacionales y guerras internacionales. En nuestra poesía podemos encontrar los más crudo testimonios sobre el desastre de la guerra para el ser humano y la naturaleza, mezclados con unas ansias infinitas por la pulcra belleza de la paz. Guerra y paz en la poesía nuestra son el ying y el yang o una moneda acuñada con los rostros de Jano.

  1. Rubén Darío y la Paz Cristiana.

Para efectos de esta exposición la serie de la paz en nuestra poesía la inaugura Rubén Darío desde sus primeras notas escritas entre 1880 y 1886, antes del viaje a Chile, donde encontraremos su poema Luz y Paz.

“La hidra feroz de la Guerra
no mora ya en Nicaragua,
y el martillo de la fragua
se escucha aquí en esta tierra;”
(…)

O la serie de la paz la podría inaugurar el mismo Rubén Darío, un Rubén que a finales del siglo XIX en Chile y Argentina, países a los que había cantado sus glorias guerreras, un Rubén maduro conocedor del horror de la guerra y que abre su poema Pax gritando:

“Io vo gritando pace, pace, pace!
Así clamaba el italiano;
así voy gritando yo ahora,
“alma en el alma, mano en la mano”,
a los países de la Aurora…”

En este texto Darío opone al ejercicio humano de hacer la guerra, a esa terrible mixtura de producción de armas, contaminación de la naturaleza, exorbitantes ganancias, locura por el poder geopolítico y de instauración de un inmenso e infinito jardín de muertes, a eso que es la guerra, le opone el concepto de paz cristiana.

“Se grita: ¡Guerra santa!,
acercando el puñal a la garganta
o sacando la espada de la vaina:
y en el nombre de Dios,
casas de Dios de Reims y de Lovaina
las derrumba el Obús 42…
¡No, reyes!… Que la guerra es infernal, es cierto;
cierto que duerme un lobo
en el alma fatal del adanida;
mas también Jesucristo no está muerto,
y contra el homicidio, el odio y el robo,
¡El es la Luz, el Camino y la Vida…!

Este tema de la paz cristiana es parte toral de la episteme valórica en la obra poética de Rubén Darío. Y sin citar tantos versos que podríamos traer a colación, si son inolvidables aquellos de Canto de Esperanza.

“Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste.
Un soplo milenario trae amagos de peste.
Se asesinan los hombres en el extremo Este.”
(…)

¡Oh , Señor Jesucristo! ¿por qué tardas, qué esperas
para tender tu mano de luz sobre las fieras
y hacer brillar el sol de tus divinas banderas?

  1. Alfonso Cortés y la paz de un solo salvaje.

Otro hito en la poesía sobre la paz, y en este caso no contaminada por la guerra sino por la locura, lo vamos a encontrar en La Canción del Espacio de Alfonso Cortés. Como Ustedes bien saben, Alfonso es nuestro gran poeta metafísico y uno de los insondables poetas de habla española. No necesito repetirles que el padeció, según los siquiatras de esquizofrenia paranoide, eso que nosotros comúnmente llamamos locura. En sus ratos de lucidez él solía decir: “Darío es más grande pero yo soy más profundo”… Y creo que si releemos La Canción del Espacio de Alfonso Cortés, donde tangencial pero de profundis toca el tema de la paz, no pocos de nosotros le daremos la razón a este ser maravilloso:

La canción del espacio

La distancia que hay de aquí a
una estrella que nunca ha existido
porque Dios no ha alcanzado a
pellizcar tan lejos la piel de la
noche! Y pensar que todavía creamos
que es más grande o más
útil la paz mundial que la paz 
de un solo salvaje…

Este afán de relatividad de
nuestra vida contemporánea –es-
lo que da al espacio una importancia
que sólo está en nosotros,-
y quién sabe hasta cuándo aprenderemos
a vivir como los astros
-libres en medio de lo que es sin fin-
y sin que nadie nos alimente.

La tierra no conoce los caminos
por donde a diario anda –y
más bien esos caminos son la
conciencia de la tierra…-Pero si
no es así, permítaseme hacer una
pregunta: -Tiempo, ¿dónde estamos
tú y yo, yo que vivo en ti y
tú que no existes?

Menuda y profunda la pregunta de Alfonso. Pero no derivemos para no disgregar…Volvamos al camino donde dejamos el tema de la paz y Cortés nos desafiaba al plantear que creamos todavía “que es más grande o más/ útil la paz mundial que la paz/ de un solo salvaje/… Podríamos sentir la tentación de interpretar el texto alfonsino como una de las cumbres del individualismo egocéntrico o una boutade producto de su insania. Esas alternativas de sentido son posibles como casi todo en la densidad polisémica de la poesía de Cortés. Pero intentando conferirle un sentido me auxiliaré de la célebre frase de ese gran pensador inglés, Julián Huxley, quien fuera Director de la UNESCO  y hermano de Aldous, el novelista y si mal no recuerdo de mis estudios de paz, acuñó aquella frase que está grabada en la constitución de la misma UNESCO y que a la letra dice: “Puesto que la guerra nace en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”.

  1. Voluntad de paz en El soldado desconocido de Salomón de la Selva.

Aquel poeta que abrió la serie dando gritos por la paz y que luego se transformo en un poeta metafísico vindicador de la paz de un solo salvaje, con Salomón de la Selva alistándose como soldado de Jorge V de Inglaterra y asistiendo al gran teatro de la I Guerra Mundial… Se convierte en El soldado desconocido. Sobre este particular dice el mismo Salomón en el prologo de su libro El soldado desconocido: “Me conmovió mucho leer que se le tributaran honras heroicas al Unknown Soldier inglés. He pensado que muy bien pude haber sido yo mismo ese héroe desconocido. Explico que tuve la buena suerte de servir, voluntario, bajo la bandera del Rey Don Jorge V, enseña que fue de la madre de mi padre. Por eso pude escribir este poema.”

De la Selva concibe su libro El soldado desconocido como una unidad temática, como un poema. Un poema compuesto en cinco jornadas que contienen cincuenta y cinco poemas. En estos textos Salomón nos entrega de primera mano un magnifico testimonio de esta primera conflagración mundial. En el imaginario poético nicaragüense se suele afirmar, gracias a Stefan Baciú, que Salomón de la Selva fue el único poeta hispanoamericano que estuvo cerca de la muerte masiva y tecnificada de la Primera Guerra Mundial. Pero el hablante de un texto como Vergüenza, hace aflorar este incomodo sentimiento cuando describe los oficios de sus compañeros soldados y los compara con el suyo:

Vergüenza

Este era zapatero,
éste hacia barriles,
y aquel servia de mozo
en un hotel de puerto…

Todos han dicho lo que eran
antes de ser soldados;
¿y yo? ¿Yo que sería
que ya no lo recuerdo?
¿Poeta? ¡No! Decirlo
me daría vergüenza.

Pero este poeta vergonzante a pesar de querer ser más soldado que poeta, en Descanso de una marcha establece una intima y lírica comunicación con la naturaleza en medio de la guerra. Y aunque la palabra paz no se mencione, en el vacío causado por el desastre de la guerra es ella la que se hace presente.

Descanso de una marcha

La tierra dice: “!No me odies!
Mira, yo soy tu madre.
¿Por qué me pisoteas con dureza?
Los tacones herrados de tus zapatos rudos
me marcan ignominiosamente.
Si soy toda suavidad para contigo,
¿por qué no te descalzas?
Los dedos de tus pies deben de ser como uvas
de un racimo apretado,
o como rosas que todavía no se abren
de algún rosal silvestre.
Yo que te hice
todo lo quiero hacer frutas o flores.
¡Adórname con los dedos de tus pies
ahora que han devastado los viñedos
y arrasado los jardines!
¡Desvuélveme cariño por cariño!”
Yo le digo: “No puedo
deshacer fácilmente
los nudos de las cintas
que me atan los zapatos.

Me tomaría mucho tiempo
y no estaría listo
al sonar otra vez la voz de marcha”.

El soldado desconocido de Salomón de la Selva contiene vivas e impactantes imágenes de la guerra, así como posee la atmósfera  especial que tienen los testimonios de lo vivido. Hay imágenes de bayonetas, de trincheras, de granadas explotando, de granadas de gases, de lo inorgánico destruyendo lo orgánico, del descanso en una marcha, de la camaradería y el amor entre los soldados, de los camaradas de armas y amigos caídos en combate etc.

Pero en El soldado desconocido hay dos poemas cuyo tema explícito es la paz. Me refiero a La Paz, texto que se desarrolla a partir de un coloquio, una conversación imaginaria que tienen los soldados sobre la paz. Los críticos literarios no han dejado de señalar que Salomón es el precursor más evidente de la poesía coloquial en Hispanoamérica, éste y otros poemas son prueba de ello.

El texto da cuenta de seis voces que hablan de la paz como una bellísima y virtuosa mujer. Al final el último que toma la palabra dice cosas terribles sobra la paz mujer. Percibimos lo traumático de la guerra, la distorsión, el odio alucinante que nace de las ansias, la voluntad de paz y de amor del último hablante. Una dialéctica sicoanalítica de amor-odio:

“Es una mujer bella 
y más que bella, mala:
Ella es Lilit la traicionera!
Sobre una roca blanca,
en un bosque encantado, la bruja de los cabellos de oro
pasa el día peinándose.

De noche,
el brillo de sus ojos
enciende la furia de las bestias
y alumbra el sendero de los lobos.
Ella es la medre de la Pereza
y de los delirios lujuriosos.
Brotó bastarda del huevo de Leda:
Ella es Helena infiel,
y Clitemnestra asesina y adúltera.
Ella es la madre de la Avaricia.
Ella es la que estanca las conciencias
y de las conciencias estancadas
nace como un reptil la Cobardía.
Ella es Circe.
Ella es la Sirena.
Hace a los hombres cerdos,
por seguir su canto los destruye.
Su otro nombre es Engaño.
El espejo que empuña
sólo refleja hipocresías.
De su vientre nació la Diplomacia.
Ella es la madre del Patriotismo falso.
Eructo de su boca es el Gas asfixiante,
y todos los horrores de la Guerra
ella los incubó:
son cosecha de su siembra,
¡oh sembradora fatal como Medea!

A página siguiente Salomón coloca un breve texto poético titulado Oración, que es conocida como Oración por la Paz. En él se establecen las responsabilidades en medio de una atmósfera lúdica e infantil. Es significativo el título de Oración. Ninguno de los poetas citados alcanza a romper con el cristianismo como cultura y me atrevo a decir como fe. Siempre está presente en la poesía nicaragüense, en la más cruda de la guerra la apelación escatológica a Dios o a Jesucristo.

Oración

¡Señor, son tan niños los hombres
que habrá que perdonarlos!
La paz era una muñeca de porcelana
que rompieron
para jugar con cañones
y aeroplanos
y submarinos
y tanques
Era un juego la paz
y la guerra es otro juego.
Ya se harán otra vez otra muñeca
cuando se cansen de esto.

  1.  Guerra total y ansias de paz en el Canto de Guerra de las Cosas de Joaquín Pasos.

El poeta de El soldado desconocido de Salomón de la Selva se va a transformar en Canto de Guerra de las Cosas de Joaquín Pasos en un soldado participando en una guerra total. Joaquín escribe este texto trascendental, un poema sin par en nuestra lengua y sin lugar a dudas una obra maestra de la poesía universal, en el álgido período de entre guerras un poco antes de morir.

Aquí me permitiré citar in extenso a mi colega el Profesor y Poeta Edwin Silva, quien en su ensayo Canto de guerra de las cosas de Joaquín Pasos: Zonas de lectura y temas axiales, escribe lo siguiente: “Si bien Pablo Antonio Cuadra había señalado que Canto de guerra de las cosas era una “acústica trágica” de la Segunda Guerra Mundial, no hay que olvidar que ésta fue el cumplimiento de la guerra total. Esa guerra en la que el héroe, según Roger Callois, es el Soldado Desconocido y en la que, por el progreso de la técnica, las armas son cada vez más mortíferas, los combatientes son una multitud y el individuo desaparece ante el material, las cosas empleadas en la conflagración.

Son las cosas, los entes, las que hacen la guerra de los hombres, acontece una extrapolación del hombre por las cosas, una metonimia en la tormenta de acero.”

Pero Joaquín Pasos vislumbra una guerra que va más allá de la II Guerra Mundial. El poeta, esa conexión entre los dioses y los hombres, imagina en su poema la guerra nuclear, la muerte de la naturaleza, la gradual desaparición de la vida. 

Pero también en el espacio intertextual creado por el epígrafe tomado de la Epístola de Pablo a los Romanos Capítulo 8, versículos del 18 al 23, se alude a unas ansias de paraíso, que son anhelos de paz ante tamaña hecatombe. Cito el versículo 18 del epígrafe paulino: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”.

O sencillamente en la advocación final de este extraordinario sermón sobre la fragilidad del ser humano, lo inevitable y total de la muerte, la insania de la guerra, la esterilidad de la naturaleza, el fin de la vida, del amor, de la sangre, se realiza la misma apertura hacia la trascendencia por la fe, dejándole a la divinidad la última palabra después de la nada.

Por fin, Señor de los Ejércitos, he aquí el dolor supremo.
He aquí, sin lástimas, sin subterfugios, sin versos,
el dolor verdadero.
Por fin, Señor, he aquí frente a nosotros el dolor parado en seco.
No es un dolor por los heridos ni por los muertos,
ni por la sangre derramada ni por la tierra llena de lamentos
ni por las ciudades vacías de casas ni por los campos llenos de huérfanos.

Es el dolor entero.

No puede haber lágrimas ni duelo
ni palabras ni recuerdos,
pues nada cabe ya dentro del pecho.
Todos los ruidos del mundo forman un gran silencio.
Todos los hombres del mundo forman un solo espectro.
En medio de ese dolor, ¡soldado!, queda tu puesto
vacío o lleno. Las vidas de los que quedan están con huecos,
tienen vacíos completos,
como si se hubieran sacado bocados de carne de sus cuerpos.
Asómate a este boquete, a éste que tengo en el pecho,
para ver cielos e infiernos.
Mira mi cabeza hendida por millares de agujeros:
a través brilla un sol blanco, a través un astro negro.
Toca mi mano, esta mano que ayer sostuvo un acero:
¡puedes pasar en el aire, a través de ella, tus dedos!
He aquí la ausencia del hombre, fuga de carne, de miedo,
días, cosas, almas, fuego.
Todo se quedó en el tiempo. Todo se quemó allá lejos.