El vocero Manuel Orozco y la lógica de un golpe de estado para salvar el sistema de poder en Nicaragua

(Sobre un documento más de la vergüenza, si la hubiere)

Francisco J. Larios

<<Los amos del poder oligárquico-autoritario y sus aliados del Norte prefieren evitar una transición “de mal gusto”, que saque del escenario el desharrapamiento orteguista y dé paso al uniforme apretado de los “generales” … entrarán en función, para evitar el desliz escénico, los “camisas blancas”, los lacayos en oferta que se preparan, en medio de sus altercados y paseos por el mundo, para “take over”, “tomar las riendas, encargarse, asumir”…   El Sr. Orozco, sencillamente, defiende los intereses de quienes le pagan, con falsedades que, desde la perspectiva ética del humanismo y la democracia, lo manchan moralmente.>>

No es accidental que el Sr. Manuel Orozco, funcionario nicaragüense en una institución de enlace político regional ubicada en Washington, el Diálogo Interamericano, es decir, un individuo a sueldo de los principales oligarcas nicas (porque estos han donado al Diálogo Interamericano con una “generosidad” que no exhiben en su país, millones de dólares) haya explicado en documento reciente que la solución para “mitigar (¡¿?!) el riesgo (¡¿?!) de radicalización” (¡¿?!) de la dictadura, y “la sucesión”, es que haya un entendimiento, un pacto “entre el gobierno y los grupos cívicos” para organizar, según él, una transición democrática. Me niego a creer (sería insensato hacerlo) que Orozco sea tan limitado de luces como para no estar claro de que el boquete lógico-histórico en su discurso ––llamarlo argumento sería engañoso–– es gigante: ha sido demostrado con hechos (y la lógica, guía del pensamiento, no deja escapar) que quienes encabezan la dictadura de turno NO están dispuestos a dejar por las buenas el poder real (el poder de matar), especialmente para entregarlo a una democracia y a un Estado de Derecho. Sería su fin. Tienen, y creen tener (¿no lo han probado ya, con creces?) todos los incentivos imaginables para aferrarse al trono, y por todos los medios. 

El Sr. Orozco, sencillamente, defiende los intereses de quienes le pagan, con falsedades que, desde la perspectiva ética del humanismo y la democracia, lo manchan moralmente. Eso no importa demasiado a este tipo de personajes, que entienden los mecanismos de la política y los explotan para propio beneficio, como hacen sus patrones. A nosotros puede parecernos repugnante ––yo no logro evitar una sensación de asco–– pero lo importante en esta vida es saber a qué se enfrenta uno, qué recursos tiene el enemigo, y qué está dispuesto a hacer para vencernos. Lo importante es entender el mapa del terreno, y entender que cuando están de por medio miles de millones de dólares junto con el poder político que los fabrica o les da sombra, pues, si es necesario matar, dejar matar, o hacerse de la vista gorda cuando se mata…la causa lo vale, París bien vale una misa, el fin justifica los medios, etc.

Para estos individuos, en nombre de sus intereses, todo se vale. Es decir, los nicaragüenses estamos enfrentados a extremistas, que lo son porque sus intereses dependen de un sistema de poder arcaico, en conflicto con las aspiraciones que el siglo XXI hace posibles en los pechos de nuestros compatriotas. Tal es el conflicto, que la sociedad ha explotado y volverá tarde o temprano a explotar, implosionar o vaciarse. Por el momento, se vacía, se deshace. Cuando, en cuestión de seis años, más del diez por ciento de la población ––dice el Sr. Orozco que 14%–– decide que ya no puede pertenecer a esa sociedad, la sociedad se deshace, se va desintegrando. Cuando se marchan o son expulsados los segmentos más prometedores, los creadores, los jóvenes estudiantes, los auténticos empresarios, los trabajadores del campo y la ciudad que no pueden dar a su gente una vida digna, o simple, crudamente, una vida… la sociedad se deshace. Pero es difícil concebir, aparte de un escenario de limpieza étnica o una calamidad geológica de orden mayor, un vaciamiento total de Nicaragua, por lo cual las tensiones del sistema de opresión y explotación extremas practicadas por el Estado y por los capitales que el Estado ampara, continuarán hasta donde alcanza la vista; así que no puede borrarse del horizonte la violencia explosiva/implosiva. No somos ni más ni menos que seres humanos, y esta es la forma humana de ser. 

Insisto en que los nicaragüenses, o la abrumadora mayoría de nosotros (exceptuando a la media docena de familias milmillonarias y sus lacayos en activo y aspirantes) nos enfrentamos al extremismo. Y el extremismo no es solo el recurso a la crueldad de la pareja genocida. El extremismo incluye ahogar con un diluvio de recursos financieros y políticos la insurrección cívica. Esto es lo que hizo el gran capital, que salvó al régimen Ortega-Murillo porque temen una alternativa democrática. Han sido parte de la criminalidad del sistema, disfrutan además de privilegios mantenidos por el sistema; no estaban dispuestos a perder estos, como algunos de ellos dijeron, por causa de “chavalos locos”.  No estaban dispuestos, recalcaron otros, a arriesgar “otro 19 de julio”.  Estaban, lo habían dicho, felices del “milagro”; lo que pasaba bajo la dictadura era, según Carlos Pellas Chamorro, celebrable, “extraordinario”.  Tuvieron múltiples cómplices, pero en la emergencia el tácticamente ideal para ellos fue la cúpula de la Iglesia Católica, que, salvo unas cuantas honrosas y sufridas excepciones está corrupta, al punto de abandonar a su suerte no solo a los feligreses, sino a los sacerdotes de calle que han aguantado los maltratos de la dictadura sin que el cardenal Brenes pierda su sonrisa. Tuvieron también de cómplices a quienes el pueblo llama ahora, indistintamente de si son parte del hoy UNAMOS, “los MRS”, es decir, toda la camada y descendencia de la facción expulsada del FSLN que hoy camina de la mano de los operadores del gran capital (como el Sr. Orozco) y no solo acepta los dictados estratégicos del Departamento de Estado, sino que salivan cuando sueñan que “el imperio” que tanto denostaron pueda necesitar un “equipo de relevo” para desalojar a Ortega. Rechazados con desprecio por la mayoría de la población, han decidido buscar el regreso al poder a través de otra operación que antes también denunciaron: el pacto. Y no cualquier pacto, sino uno con sus antiguos “enemigos de clase”.  Alrededor de ellos pululan, o flotan, oportunistas que han vivido del negocio de las oenegés, financiado con ayudas estadounidenses y europeas, y ahora han encontrado un modus vivendi en los subsidios del imperio, que ––en esto no se engañan–– busca tener, si hace falta, si es necesario, un reemplazo para quien, hoy por hoy, es su “hijo de perra”: Ortega-Murillo. 

Todo esto es extremismo, es la imposición in extremis y sin ningún escrúpulo del interés personal, de clan y de clase sobre los derechos elementales de la población, particularmente de los pobres que sufren indecibles calvarios dentro del país y en el exilio. La lista de personajes que viajan en este tren es larga y conocida, y en la tesitura cínica del mundo real del poder, reciben premios “humanitarios” de la “comunidad internacional”. Para no extenderme en nombres y apellidos, cualquier lector puede hacer una búsqueda en las redes y saber de quiénes hablo.

Todo esto es ya muy claro para la inmensa mayoría de los nicaragüenses, quienes expresan, en público cuando se puede, en privado constantemente, su indignación por la viajadera de los premiados y sus colegas de excursión, que pelean entre sí como niños caprichosos antes de convergir, sentados obedientemente, en los despachos del Departamento de Estado o de algún “gobierno amigo” del que esperan ayuda para tener su puesto en un eventual nuevo gobierno del mismo sistema de poder

¿Qué les dice a ellos Orozco? “Tengan confianza, tengan paciencia, desde Washington buscamos el “diálogo” entre la dictadura y ustedes, “los cívicos”, para entregarles a ustedes el poder; y no se preocupen, que solo son “40 militares leales” los que tiene Ortega-Murillo en el Ejército.” En efecto, el Sr. Orozco reporta precisamente, cuenta sin redondeo, el número de miembros del régimen que hay que apartar. Son un total de “300” en el aparato, y “40” en el Ejército, el cual, como todo buen cristiano sabe, es la columna vertebral del poder. “No se desanimen, muchachos, que este es el camino, y seguimos trabajando en esto”. 

El Sr. Orozco, desde uno de los extremos del puente antidemocrático que han construido los amos del sistema de poder oligárquico-autoritario, nos obliga a recordar, una vez más, que la política tiene que ver con el poder real y las necesidades del poder real. Sí, o cuando, el “pie de amigo” principal de la dictadura de turno, Estados Unidos, sienta “necesidad” de reemplazar a los que la encabezan hoy en día (la pareja genocida de El Carmen), no tendrá mayor dificultad en hacerlo, e instalará a algunos de los múltiples lacayos en oferta que pululan en la “oposición” viajera y premiada. Lo hará para preservar el sistema de poder, lo cual pasa por mantener la columna vertebral de este, la máquina represiva que conocemos como “Ejército”. [No olviden la bella frase de Humberto Belli: “el pueblo es injusto con el Ejército”].

En la práctica, esto quiere decir que, en el “mejor” de los casos, o, mejor dicho, cuando sea visto como “mejor” de los casos por y para Estados Unidos y la oligarquía, el poder imperial no tendrá mucha dificultad (ya hubieran podido hacerlo, si pensaran que les conviene) en desplazar a los Ortega-Murillo. Pero para que la necesidad del poder tenga una solución que ellos puedan controlar, es decir, una que preserve los privilegios de los poderosos, se hace imprescindible mantener el principal instrumento de represión del sistema, el Ejército, al cual (“solo son 40”) habrá que otorgar impunidad, y dejar su poder incólume. 

Pero, en vista de los ríos de sangre que han corrido, y del dolor todavía punzante, la puesta en escena requiere máscaras y maquillaje. Los amos del poder oligárquico-autoritario y sus aliados del norte prefieren evitar una transición “de mal gusto”, que saque del escenario el desharrapamiento orteguista y dé paso al uniforme apretado de los “generales”. Deus ex machina: entrarán en función, para evitar el desliz escénico, los “camisas blancas”, los lacayos en oferta que se preparan, en medio de sus altercados y paseos por el mundo, para “take over”, “tomar las riendas, encargarse, asumir” (“¿tantos millones de hombres hablaremos inglés?”). 

Querrán darnos una versión aún más sangrienta y farisea que la de 1990. 

Parece que nos toman por tontos. 

Puede leer el artículo «Esfuerzos de mitigación del riesgo de radicalización o sucesión dinástica en Nicaragua».
Francisco Larios
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El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.

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