Elecciones en Venezuela: Reflexiones para la lucha por la democracia en Nicaragua
Este fin de semana se vota en Venezuela. Se ha visto una enorme movilización de los venezolanos que aprovechan los espacios posibles en su sistema político, que los opositores pudieron reactivar y expandir gracias a circunstancias extraordinarias, como la guerra de Ucrania y la necesidad geopolítica de Estados Unidos, unidas ambas por el hilo del petróleo venezolano. Nada de esto tiene ninguna relación con el sistema de poder de Nicaragua. Y Nicaragua no tiene petróleo. En Venezuela al menos se puede salir a la calle; la mayoría de los líderes opositores tienen libertad de acción. Y el peso de la tradición es fuerte: a pesar del avasallador liderazgo carismático anti-institucional de Chávez, el chavismo no ha logrado borrar la memoria muscular de más de medio siglo de elecciones libres y libertad política.
Está por verse si Maduro entrega la presidencia. Dependerá de las posturas del gran capital venezolano y del Ejército, de los arreglos que puedan haber establecido ante la eventualidad, y de cuán objetivos sean al momento de decidir si una victoria opositora, y su rechazo por parte de Maduro, amenaza, más que protege, sus intereses.
Está por verse qué ocurre si Maduro pierde y no entrega, y no lo empujan a salir el Ejército y los grandes capitalistas. ¿Se convertirá la movilización electoral en insurrección cívica, o en silencio validador? ¿Qué harán los principales líderes de la movilización electoral? ¿Cumplirá Corina Machado con pelear el destino de Venezuela en las calles si el régimen se niega a aceptar el veredicto de las urnas? Dado el caso, ¿logrará la movilización quebrar la resistencia del Ejército y empujará al Capital a volcarse contra el régimen? ¿Con qué grado de violencia responderá Maduro? ¿Qué margen de acción violenta será aceptable para el Ejército? ¿Qué efectos tendrá la advertencia de políticos prominentes que no están asociados a la “derecha”, como el presidente Lula da Silva de Brasil y el expresidente Alberto Fernández, de que “quien pierda” tiene que aceptar los resultados? ¿Hasta dónde llegará la tensión social, manifiesta en las amenazas cada vez más furiosas del régimen, que incluyen la inminente posibilidad de un “baño de sangre” (palabras de Maduro) si la oposición gana las elecciones? No cabe duda de que un fraude acabaría con los restos de legitimidad del sistema, y con una merma de su reputación en círculos hasta ahora relativamente amistosos. Pero, en el corto plazo, ¿habría una salida de convivencia con el movimiento chavista, tal y como lo ha imaginado la oposición venezolana? ¿A qué costos para el país, tanto en términos económicos como de democracia y justicia? Todo lo anterior es incierto. Pero lo siguiente, no: la situación de Venezuela es radicalmente diferente a la de Nicaragua, por razones coyunturales y sobre todo estructurales.
Independientemente de lo que ocurra, tampoco es del todo incierto que la oposición al chavismo, con todas las ventajas que Venezuela lleva a Nicaragua en cuanto a experiencia e institucionalidad democráticas, ha fracasado durante más de dos décadas en impedir el desastre social y político inaugurado por el “comandante galáctico” y continuado por Maduro.
Aun así, a pesar de los más de 20 años de fracaso opositor en Venezuela, a pesar de que las diferencias entre Venezuela y Nicaragua nos llaman a ser muy prudentes en la emulación (incluso de una estrategia exitosa, que no ha sido el caso) los falsos opositores nicas (falsos, porque persiguen la continuidad del sistema) siguen hablando de elecciones y peleando entre ellos por soñadas diputaciones y ministerios. Y siguen esperando a que el Departamento de Estado empuje al Ejército nica a apoyarlos, sin proponer una sola idea sobre lucha, mucho menos sobre cómo organizar democráticamente a Nicaragua. No quieren, ni pueden.
Tampoco tienen un modelo de democracia (aunque fuese defectuoso) al cual regresar, porque nunca hemos tenido democracia en Nicaragua, y en todo caso los falsos opositores solo defienden intereses de clase, clan e individuo; nada que pueda considerarse “interés nacional”, o “bien común”.
Por el contrario, los llamados “grupos de oposición” como Monteverde, incluyen clanes e individuos que son un peligro para la esperanza democrática de un pueblo demasiadas veces decepcionado. Algunos de estos clanes e individuos ya demostraron de qué son capaces: ya frustraron una oportunidad de oro ganada a gran costo por el pueblo en 1979, sumergieron a la nación en tiranía y un baño de sangre, y luego, después de que perdieran su control del Estado en la falsa transición de 1990 se dedicaron a explotar propiedades que son producto de la opresión, la expropiación, las piñatas (ha habido varias desde 1979) y la corrupción. De hecho, convivieron, más o menos tranquilamente, prosperando a la sombra del “modelo de diálogo y consenso” de la segunda dictadura del FSLN hasta que el volcán de la furia popular explotó en abril de 2018.
Algunas de sus figuras públicas muestran una sed de protagonismo y poder rayano en la megalomanía. Estos individuos son una amenaza persistente a cualquier esperanza de transición democrática. Ya han demostrado con creces su capacidad de mentir, y la piel de oveja no alcanza a cubrirles el pelaje de lobo. Uno podría atreverse a decir lo que supuestamente dijo Luis Somoza Debayle sobre su hermano Anastasio, antes de que este tomara su turno en el trono dictatorial: “el problema no es que suba, el problema es cómo lo bajan”.
Conclusión: la esperanza de la democracia está en la necesidad y en la voluntad de un pueblo tantas veces traicionado, pero educado por la tragedia a que estas traiciones lo han sometido; la lección aprendida es dolorosa pero clara: hay que derrocar a la dictadura, y hay que impedir que los Monteverde-“MRS” (así llama el pueblo a todos los reencarnados del FSLN), que tanto daño han hecho ya a la nación y a la lucha del pueblo por rescatarla, se adueñen del poder central e instalen una nueva dictadura, abierta o encubierta, con el criminal Ejército orteguista como columna vertebral del continuismo autoritario. Y que no digan, intentando presentarse como mártires, que “se les excluye”, o que ellos son “los buenos” del FSLN. Nadie tiene el poder de impedir a nadie que haga lo que crea en su interés contra el clan Ortega-Murillo.
Pero si los nicaragüenses queremos libertad y democracia (y no solo un cambio de nombre en el trono autoritario-oligárquico) necesitamos la inteligencia y el coraje para derrocar a la dictadura actual y a la vez impedir que quienes ya han demostrado ser anti-democráticos, en muchísimos casos corruptos y en algunos casos incluso criminales de lesa humanidad, se alíen con el ejército criminal para una farsa más.