En busca del tiempo perdido
<<¿No es impresionante cómo la evidencia demuestra que lo opuesto, precisamente lo contrario de lo que nos han dicho es la verdad, lo cierto, y, por tanto, lo necesario?>>
Seis años han pasado. “La mejor forma de recuperar el tiempo perdido”, dice un pensador, “es dejar de perderlo”. Desde Nicaragua, las señales son de terror, las noticias son de terror, el mensaje del régimen es ese: “terror”. Terror es el método, y terror es el que sienten y respiran. Seis años después, ya es plausible este otro estimado del terror: que haya salido más del diez por ciento de la población, quizás quince, quizás un millón de personas hayan huido del terror, el terror que es por hoy dueño de la sociedad, el terror que es por hoy la emoción dominante, y, sobre todo, el rostro y el alma del régimen.
Pero el terror esconde la ira, y el terror esconde a los que no colapsan ante terror, sino que esperan el momento inevitable en que el terror, que ha hecho colapsar la ilusión, colapse él mismo, y el caudal de la furia y de la ira justa y necesaria arrase con los restos del dique que, por hoy, solo por hoy, aunque sea un hoy que parezca interminable, las retiene.
Vendrá con furia ese caudal, a toda prisa, como es ley del mundo, a ganar el tiempo perdido. Esto es ley, y en la naturaleza va a cumplirse. También es ley, aunque no la registran con estas palabras los grandes tratados, que quien se quema al tomar leche caliente aprenda a soplar hasta la más fresca cuajada. Que aprenda a dejar de perder el tiempo.
En nuestro caso, aprender que lo que nos han dicho que es ganar es perder, y para ganar hay que hacer lo opuesto.
Nos han dicho que dialogando y pidiendo ayuda a la comunidad internacional ganamos. Nos han dicho que, organizándonos paso a paso, poco a poco, para derrocar a la dictadura perdemos, y perdemos el tiempo.
¿No es impresionante cómo la evidencia demuestra que lo opuesto, precisamente lo contrario de lo que nos han dicho es la verdad, lo cierto, y, por tanto, lo necesario?
Por eso, para recuperar el tiempo perdido, dejemos de perder el tiempo. No es contando días en un calendario (peor aún si es un ilusorio calendario electoral) que ganaremos, ni que ganamos tiempo. Y no lo perdemos cuando conspiramos para usar todos los medios que nos lleven a derrocar a la peor dictadura de la historia, y, sobre todo, a acabar con el sistema de poder oligárquico que es la matriz, el origen, la fábrica de dictaduras.
Por defender ese sistema es que los grupos e individuos bajo la influencia de los oligarcas, o que han decidido aliarse a ellos miopemente han impedido que se termine con esta dictadura. Creen que se puede acabar con la pandilla de El Carmen y preservar el sistema que la ha propiciado. Muchos han creído esto inocentemente, muchos porque sirven al sistema en su propio beneficio, o porque quieren formar parte de la casta de privilegiados que lo administran.
¿Cuánto tiempo tomará llegar a la meta de acabar con el sistema? Nadie puede saberlo. Solo sabemos que hay que acabar con el sistema para acabar con el terror, para acabar con la dictadura; sabemos que perdemos el tiempo si no nos ponemos a andar en esa dirección.
Sabemos que hay que organizarnos con la meta clara de derrocar al sistema de poder, estar conscientes de que tenemos derecho y obligación de emplear todos los medios de lucha y abandonar las falsas ilusiones que crea una ínfima casta oligárquica y sus seguidores, aliados, y compañeros de viaje, desde los Monteverdes, la caterva de oenegeros políticos que vive de talleres, seminarios y reuniones, y los antiguos miembros del FSLN que, expulsados años atrás por sus propios compañeros, quieren ahora llegar al poder por una puerta oscura en el costado ensangrentado de la sociedad.
Por eso, vamos, calladamente primero, preparando lo que debe ser y tendrá que ser y será una nueva explosión social. ¿Cuánto tiempo? No sabemos. Pero sabemos que no hay que perder más tiempo, y que necesitamos trabajar para que el tiempo del terror acabe y el tiempo de la rebelión renazca. El tiempo que es tan inevitable como inevitable es el día que sucede a la noche, por muy larga y tormentosa que esta sea.
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.