En defensa de la ciudadanía de Cristiana Chamorro [y la de todos]

Francisco Larios
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El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.

Artículos de Francisco Larios

…lo que hay que hacer, por la democracia, por el pueblo, y por la ciudadana Cristiana Chamorro, es lo mismo que había que hacer antes de que ella sufriera la invasión arbitraria de su hogar y la restricción canalla de sus derechos ciudadanos, incluyendo el derecho a ser candidata: hay que derrocar a Ortega-Murillo y desmantelar el sistema oligárquico-autoritario que produce más dictaduras que Producto Interno Bruto. 

Pongo los puntos sobre las íes: yo no apoyo a la candidata Cristiana Chamorro, quien es víctima de la arbitrariedad de la tiranía, víctima de las maniobras con que desde tiempo inmemorial las élites negocian sus disputas [hay muchos ejemplos anteriores]; yo denuncio y me opongo a esa arbitrariedad y esas maniobras que delatan un sistema que oprime a la nación, que irrespeta los derechos humanos al capricho de quien tenga en el momento más poder, que impide la libertad, el progreso material y cultural, y condena a los jóvenes a escoger entre sumisión, violencia y exilio.

Cuando digo no apoyo a la candidata, quiero decir que no estoy de acuerdo con sus posturas políticas, que de hecho han dado espacio a la convivencia con el monstruo que ahora impone sobre ella medidas violatorias de los derechos humanos.

Cuando digo no apoyo a la candidata, lo digo a sabiendas de que los coros mediáticos que sirven a la candidata tratarán de utilizar el ataque que ella ha sufrido, y palabras como las que escribo, para apagar todo debate sobre los méritos de la candidata y de sus posturas.

Lo digo a sabiendas, precisamente porque el reto, conciudadanos, no es defender a la candidata, el reto es defender a todo ciudadano, incluyendo a la candidata, frente al abuso de poder que caracteriza a una dictadura: la arbitrariedad, las leguleyadas matreras, la patanería policial, la mentira y el atropello a la dignidad y hasta a la inviolabilidad del hogar.

Para que el país progrese hacia la democracia, no debe importar si uno está a favor de la candidata o en contra, los derechos humanos de todos y cada uno de los ciudadanos deben ser defendidos con absoluta rectitud, con energía, vehemencia, y con todos los recursos y medios disponibles. 

Cuando digo todo esto, no puedo pasar por alto que hay y ha habido cientos de detenciones, invasiones de hogar, maltratos y torturas de ciudadanos nicaragüenses, y que todos y cada uno de ellos debieron haber merecido la atención mediática y política que justamente recibe el caso de la candidata Chamorro. 

Con esto quiero decir, ahora desde otro ángulo, que no se trata de bajar el volumen a las protestas contra la arbitrariedad y el abuso que Ortega y la Murillo aplican contra Cristiana Chamorro, sino de subir el volumen contra la arbitrariedad y el abuso que aplican Ortega y la Murillo contra los más de cien reos políticos oficialmente registrados, contra las familias pobres que tienen en su seno a activistas opositores, contra los reos que han sido “liberados” solo para sufrir acoso diario, y contra la población pobre, que vive en la oscuridad del anonimato.  

Sin este acto de justicia no construimos libertad y democracia. Libertad y democracia se construyen cuando se erige al ciudadano como tal, y no al ciudadano candidato, o al ciudadano con influencias y ambiciones, en el centro de nuestra agenda y activismo.

Libertad y democracia se construyen cuando importan más los derechos humanos que las candidaturas. Y esto aplica tanto a Cristiana Chamorro como a sus defensores, y hasta a muchos de sus detractores.  Hay detractores—rechazo, como espero habrá quedado clara, su ideología—que “sienten menos” el abuso contra la candidata, por sus posturas políticas y lo que, correcta o incorrectamente, perciben como su rol antidemocrático en el proceso político.  

De la misma manera, muchos partidarios de Cristiana Chamorro “sienten menos” el abuso contra otros activistas de mentalidad o afiliación diferentes, y contra ciudadanos que no pertenecen a su ambiente político o social.  Sobre diferenciaciones de este tipo se basa la lógica perversa de los manipuladores de la opinión, quienes pretenden aprovechar el abuso de Ortega contra Cristiana Chamorro para hacer avanzar una agenda política muy particular, convirtiendo a la candidata en una figura mesiánica, «redentora». 

Estas maniobras no benefician al pueblo de Nicaragua, y son profundamente antidemocráticas. Primeramente, porque tienen como objetivo aniquilar el espíritu crítico que crece en medio de la crisis y del desierto cultural que las élites han creado en Nicaragua. En segundo lugar, porque las élites tienen una agenda de re-pacto con Ortega, independientemente de que tengan también conflictos con Ortega; y están dispuestas a convivir con Ortega, independientemente de que en la lucha de cúpulas que sostienen con este, en el forcejeo por cuotas de poder y beneficios, se den golpes por lo alto y por lo bajo. 

Nadie puede garantizar, por ejemplo, que, pasada esta abominable situación, en la que el Estado opresor inventa burdas acusaciones contra la candidata, esta no acceda a acuerdos con la tiranía en el espíritu que ha dejado entrever anteriormente, el de “mutuas concesiones” y “darle salida digna”, que son radical e inmoralmente opuestas a la libertad, al respeto a los derechos humanos, y al estado de Derecho.

Nadie puede garantizarlo. Y esto lo sabe hasta el último nicaragüense con un par de neuronas activas y algo de memoria. Después de todo, no sería—es hasta chiste cruel decirlo—la primera vez. Si alguien cree que cometo atrevimiento temerario al sugerir esta posibilidad, le recomiendo estudiar nuestra historia, la historia reciente, tan reciente como 1990, la historia de pactos de nuestras élites políticas, ¡y las propias palabras de la candidata!

Por eso, lo que cabe, lo que hay que hacer, por la democracia, por el pueblo, y por la ciudadana Cristiana Chamorro, es lo mismo que había que hacer antes de que ella sufriera la invasión arbitraria de su hogar y la restricción canalla de sus derechos ciudadanos, incluyendo el derecho a ser candidata: hay que derrocar a Ortega-Murillo y desmantelar el sistema oligárquico-autoritario que produce más dictadura que Producto Interno Bruto.

Para hacerlo, hay que aprender, de lo que actualmente ocurre, precisamente lo que Arturo Cruz, CxL, los políticos desesperados por diputaciones y prebendas, y la propia Cristiana Chamorro, han tratado de que no aprendamos: no hay vía electoral en Nicaragua, el camino electoral es cobija del re-pacto, termina para algunos en puestos y prebendas que en términos de la miseria general de la nación valen para ellos oro, al precio de sus conciencias; termina para otros en lloriqueos de “tratamos pero Ortega no dejó”; termina para la mayoría en más dictadura, y eventualmente, en más violencia.

Hay que aprender que, si el régimen se atreve a aplicar medidas autoritarias abiertamente contra la candidata Chamorro—aun tomando en cuenta los “privilegios” que le concede, ya que no la encierra, como a sus antiguos subordinados, en una cárcel—quiere decir que está dispuesto a hacer lo que sea para que se haga material la prédica de Tomás Borge: “todo puede pasar….menos que el FSLN pierda el poder.”  ¡Y esto lo dijo Borge antes de que pendieran sobre Ortega acusaciones por crímenes de lesa humanidad!  Hoy en día, no se trata de que el FSLN deba rechazar la pérdida del poder, sino de algo más simple, y más brutal: Ortega no PUEDE abandonar el poder; su vida y fortuna dependen de que lo mantenga, ya sea con o sin la presidencia.  Por eso, el área incierta en la relación oligarquía-Ortega, un amor dulce que el pueblo insurrecto trastornó, es si la pantomima electoral va a resultar en “orteguismo sin Ortega” o “con Ortega”. 

De eso se tratan estos forcejeos, y para el pueblo democrático lo más importante es no perder de vista que nuestra meta no es apoyar este o aquel pacto entre cúpulas, sino que se avance hacia la democracia, la cual, sin justicia, sin llevar a los culpables al banquillo de los acusados y desarmarlos en términos militares y financieros, será imposible.

Hay que aprender, por tanto—aunque digo “aprender” a sabiendas de que la gran mayoría ya lo sabe—que para que haya democracia el pueblo necesita organizarse al margen, independientemente de las cúpulas, y abandonar las falsas soluciones de estas, que son lo mismo de siempre, los pactos de siempre, las mentiras de siempre, destinadas a preservar la lógica básica de una sociedad que oprime e impide el desarrollo de la nación, y el desarrollo personal de casi todos, menos, por supuesto el de los cercanos a las cúpulas. 

Organización independiente, y lucha: no se trata de una fórmula esotérica, ni mágica, ni que requiera gran sapiencia. Es la historia humana, ¡es lo que hace posible la democracia! Sobre esto he escrito recientemente algunas reflexiones, a las cuales remito al lector, para no extenderme aquí más de la cuenta.

Pero estemos claros de esto: hay que derrocar a Ortega-Murillo y desmantelar el sistema oligárquico-autoritario que ha producido una dictadura tras otra (incluida la mal llamada “República de los 30 años” que las élites conservadoras añoran); hay que crear un movimiento de resistencia que haga ingobernable el país a la tiranía; hay que crear un gobierno de transición encabezado, no por las cúpulas, sino por los luchadores democráticos; hay que fundar una república, la primera república, de manera y espíritu democráticos, y eso no se hace sin convocar una Constituyente, que empeñe todos los esfuerzos y el espíritu que mostramos en Abril tras una meta que necesita ser perseguida obsesivamente: dispersar el poder político, y el poder económico.

Francisco Larios

El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org. Artículos de Francisco Larios