Entrevista con Carlos Revilla, académico boliviano

«Evo pensó que sin él el sol se iba a ocultar»

Revista Abril entrevistó al antropólogo, investigador y académico boliviano Carlos Revilla, quien con su experiencia en el campo social y político extiende aquí una visión amplia y objetiva sobre las circunstancias actuales  en la nación sudamericana. 

Aquí un resumen de la entrevista.

—Entrevistamos a Carlos Revilla, quien está en este momento en Bolivia. Como siempre, en la búsqueda de información fidedigna desligada de lo que nosotros vemos como un péndulo maldito entre racionalizaciones presuntamente de una ideología y de otra en Latinoamérica. Antes de proceder, Carlos, ¿podrías compartir con el público de Revista Abril tus credenciales y tu participación política reciente y actual en Bolivia?

«Claro que sí. Un gusto, Francisco. Un saludo para todos los que nos miran desde Nicaragua y Centroamérica. Mi nombre es Carlos Revilla. Soy antropólogo, con estudios en el Desarrollo, básicamente especializado en ese tema. Durante mucho tiempo he trabajado en el sector de las ONG y he estado vinculado a procesos de formación y activismo en derechos humanos, con poblaciones urbanas y poblaciones indígenas de Bolivia, y también con algunas iniciativas regionales vinculadas a temas de extractivismo, megaproyectos de desarrollo, en la región básicamente sudamericana, en el área de la Amazonía. Y en todo este proceso nuestro enfoque ha sido combinar la aproximación de la educación popular con los derechos humanos, junto con el activismo, pero también con el trabajo académico y la investigación social comprometida».

—¿Has tenido participación partidaria en los últimos años?

«Yo siempre he estado involucrado fuertemente en el proceso de las últimas elecciones, precisamente tratando de ver alternativas al proceso hegemónico del MAS, especialmente articulándonos en iniciativas ciudadanas que, básicamente, apoyaban una alternativa política al proyecto masista».

—Hablando de lo que ha venido ocurriendo en Bolivia, hay al menos dos narrativas que compiten por apoyo político en este momento. Una es que el derrocamiento resulta de una conspiración golpista. Evidentemente hay muchos intereses en juego, pero a nosotros ésta nos parece una interpretación tendenciosa, falsa y sobre todo simplista. Pero también hay que examinar si la otra narrativa es simplista o no, que es la de una sucesión benigna que sencillamente libera y no amenaza a ningún sector de la población. ¿Podrías ayudarnos a calibrar un poco la verdadera historia de la caída y la sucesión de Evo Morales hasta el momento?

«Lo que tenemos que fijarnos es que, hacia el 2016, el Gobierno de MAS se plantea la convocatoria a un referéndum en el cual pide hacer la modificación de un artículo de la Constitución que establecía que la reelección era solamente por un período. Entonces, ese referéndum le dice a Evo Morales que no podía repostularse y que no podía modificarse ese artículo. Pese a aquello, el Gobierno apela frente al Tribunal Constitucional, que fue un tribunal constitucional en buena medida nombrado por la mayoría masista, para que le habilitara en función del Pacto de San José, atribuyéndose derechos políticos establecidos en el Pacto de San José, que supuestamente le permitían aducir que la reelección era un derecho humano. Entonces se irrespeta en cierto modo el referéndum y a partir de ello es que se habilita al candidato o a la candidatura ilegal de Evo Morales y Álvaro García Linera para estas elecciones del año 2019. 

Frente a ese proceso y la resolución constitucional se generó una importante movilización de varios colectivos ciudadanos que se oponían a esta posibilidad. Se hicieron solicitudes y consultas, ante la Corte Interamericana y la Comisión Interamericana, que no fueron respondidas, salvo en el caso de una comisión de Venecia, que sin embargo no tiene un efecto vinculante, que dijo que la reelección no es un derecho humano y al cual Evo Morales no podía apelar. 

Pese a ello, Evo Morales se lanzó a las elecciones y, a diferencia de lo que pasó en Venezuela, la oposición decidió participar. Entonces tenemos que el segundo candidato con mayor votación en las elecciones del 20 de octubre, y el cual se perfilaba ya desde las encuentras previas, fue Carlos Mesa. Hubo varios procesos previos que tuvieron que ver con la comisión de una serie de delitos e irregularidades electorales. Por ejemplo, Evo Morales tenía no solamente todo el aparato estatal para hacer una campaña en el marco de la reelección (entregar obras inauguradas, hacer campaña durante actos públicos), sino también que tuvo la posibilidad de contar con publicidad estatal de todos los medios para promover los beneficios de esa gestión, frente a un candidato como Carlos Mesa que se vio imposibilitado de hacer eso.

Ese ya fue un elemento con el cual la oposición fue en amplia desventaja respecto a lo que pasaba con el candidato presidencial. Y vale decir que la candidatura del tercero, que hasta ese momento era Óscar Ortiz, con las siglas de la alianza Bolivia Dice No (BDN), y quien en realidad también tenía la posibilidad de hacer publicidad por medio de apelar a que estaba presentando resultados de su gestión. No pedía el voto, pero evidentemente el senador Óscar Ortiz, de la oposición de la alianza Bolivia Dijo No, junto con Evo Morales tenía la oportunidad de hacer campaña. 

Eso generó en cierto modo el reclamo de Carlos Mesa, en el sentido de que Óscar Ortiz era en realidad un instrumento funcional para Carlos Mesa, para dividir el voto, y que este no pudiera alcanzar los menos de 10 puntos que se necesitaban para ir a segunda vuelta. De todos modos, en el avance y en las últimas semanas de elecciones, se ve un cambio importante en la tendencia de votación, en la que Óscar Ortiz empieza a bajar y Carlos Mesa empieza a subir, mientras que Evo Morales se estanca. Frente a esto se moviliza otra candidatura, que era la del señor Chi, que es un médico de origen coreano, que tiene un discurso sumamente conservador y que, en cierto modo, llega a ocupar el espacio de Óscar Ortiz en términos de dividir el voto, y que se presentaba (tanto como la candidatura de Ortiz) como una candidatura funcional al hecho de que Carlos Mesa no tuviera todos los votos necesarios para competir con Evo Morales.

Este dato no es un dato menor, y muchos de los análisis no lo toman en cuenta. Pero yo te lo voy a referir más adelante en términos de su relación con lo que pasó después y lo que está sucediendo ahora. 

Cuando tenemos ya el día de las elecciones, unas elecciones en las cuales claramente había un proceso electoral con mucha mayor ventaja de Evo Morales, no solo en términos de hacer campaña sino también de utilizar todo el aparato institucional (no solamente propaganda, recursos, medios de transporte, vehículos, imprenta estatal para imprimir propaganda pública, sino también funcionarios públicos que eran en cierto modo obligados para formar parte de la campaña y que fueron exigidos en términos de demostrar que efectivamente iban a votar y votaban por Evo Morales en las elecciones). 

Todos estos elementos, además del hecho de que todas las denuncias que se presentaban sobre el uso indebido de bienes públicos para campaña electoral y otros delitos electorales no fueron nunca sancionadas por el Tribunal Supremo Electoral, que desde un inicio mostró un enorme silencio frente a lo que hacía Evo Morales y su partido, no solamente porque había sido en cierto modo definido por parte de una mayoría parlamentaria, en un proceso que no fue el más transparente y que mostraba vicios de nulidad en tanto que varios de los miembros de ese tribunal podían tener cierto vínculo con el partido de Gobierno, en términos de afinidad o de militancia o de haber hecho campaña previamente. Esto, pues, generaba ya la idea de que iba a existir un fraude y la desconfianza de que iba a existir un fraude.

Cuando se dan las elecciones y se empieza con el conteo rápido (en realidad se llega a un porcentaje del 83 %), la noche de las elecciones, hasta eso de las veintiuna horas, se corta el sistema, se suspende el sistema y no se rehabilita hasta como veintitrés horas después. Esto…»

—Recuerda eso un poco a lo que ocurrió en México, en el 88. 

«Exacto. El sistema de conteo rápido, que es una referencia que siempre había funcionado en el país, y que te daba ya en las últimas elecciones la idea de quién había ganado en la noche misma de las elecciones, se suspende, siendo que, incluso, había sido un proceso financiado por la Unión Europea, una cooperación internacional, y eso había llamado fuertemente la atención incluso de estos organismos internacionales de cooperación que veían con preocupación la suspensión. 

También tuvimos un informe, al día siguiente, de una comisión de veedores de la Organización de Estados Americanos que establece y ratifica estas irregularidades, no solamente el conteo del TSE, que se suspende, sino también el hecho de que ha habido una competencia que no ha sido justa entre los diversos candidatos. La gente sale inmediatamente, al día siguiente, a aquel lugar, un hotel del centro de la ciudad de La Paz, donde estaba en sala plena permanente el Tribunal Supremo Electoral, precisamente a hacer una vigilia por lo que estaba pasando con el voto.

Pese a ello, a los dos días se le da el triunfo a Evo Morales, y en el proceso hay varios movimientos ciudadanos y grupos ciudadanos que van registrando irregularidades en el sistema. Por ejemplo, al hacer comparación entre los datos del TSE y el cómputo oficial, que se había terminado dos o tres días después, ya la gente estaba movilizada en las calles y había grupos que estaban denunciando irregularidades; por ejemplo, gente que no había votado. Había, por ejemplo, en ciudades de Argentina, más votantes que votos emitidos, que votos en efecto; había actas que se habían modificado en el propio proceso previo de inscripción de las actas en el sistema de cómputo; es decir, que diferían de las actas originales en mesa. Y así, unas varias irregularidades que se fueron detectando y que generaron una presión social en la cual se articularon diferentes movimientos ciudadanos (el Consejo Nacional de Defensa de la Democracia, pero también diversos entes cívicos y organizaciones sociales que se empezaron a movilizar).

Esta movilización fue creciendo y se fue haciendo tan contundente que Evo Morales trató en cierto modo de detener el proceso mediante una estrategia de represión, inicialmente, que no fue directa, sino básicamente por medio de la movilización de sus organizaciones afines y de funcionarios públicos contra los bloqueos que se organizaron en casi todas las ciudades del país, que puede calificarse de una especie de violencia o de terrorismo de Estado, porque empezó a movilizar grupos con palos, con piedras, hacia familias que bloqueaban las esquinas, hacia sectores donde estaban jóvenes, adolescentes, personas mayores, que bloqueaban, y que recibían además el apoyo de la Policía; es decir, se rompían los bloqueos por medio del apoyo policial pero también de estos grupos. 

Entonces la acción de la Policía fue muy cuestionada desde la sociedad que estaba movilizada, en términos de que, incluso, se había repartido refrigerios para todas las organizaciones del MAS que estaban movilizadas contra la gente que ejercía el paro. Eso generó una indignación total, pero también dentro de la propia Policía hubo una especie de descontento por el manoseo que se estaba haciendo.

Finalmente, ya hacia los últimos días de la movilización, un factor determinante del desenlace del proceso fue la huelga policial, el motín policial (como se le llama en Bolivia), iniciado en Cochabamba, y que más bien suponía una rebelión de los policías de bases y de los policías que reprimían en las calles precisamente contra lo que estaba sucediendo. 

Y eso fue un factor determinante que desencadenó todo lo que vino sin duda después. Sin embargo, dejó en ese proceso un vacío de poder, un vacío tan fuerte que generó una escalada de violencia como pocas veces se había visto en el país. Lo que tenemos a partir del motín policial y de la sugerencia del Ejército, del comandante del Ejército, de pedir la renuncia, porque precisamente ya había salido el informe final de la OEA, que era bastante contundente y que referenciaba las mismas irregularidades, es que Evo Morales decide renunciar y se deja un vacío de poder, porque la Policía estaba encuartelada, el Ejército no estaba en las calles, y es el momento en el cual, más bien, estas organizaciones movilizadas por Evo Morales, precisamente para defender el voto, empiezan a generar una serie de actos violentos en las ciudades contra líderes específicos que habían estado operando, a lo largo de todo el proceso, contra el fraude. Pero Evo Morales ya se veía perdido en términos de que no solamente no iba a tener el apoyo de la Policía para reprimir la movilización, sino tampoco del Ejército.

Eso hacía que Evo Morales más bien apelara a sus fuerzas sociales movilizadas en las calles, en cierto modo para enfrentarse con aquellos líderes y aquellos movimientos que habían estado en las calles. En ese momento es cuando más bien la gente afín al Gobierno, no solamente que realiza actos vandálicos, que después se evidencia que habían sido financiados por recursos públicos, sino que también se dirige contra líderes específicos y empiezan a reclamar un voto rural que desde el punto de vista de ellos no había sido respetado. 

Y evidentemente ahí viene la complejidad de todo este proceso y de la situación que se genera de mayor violencia todavía, después, ya cuando el Gobierno de Áñez asume el poder».

—Te queremos preguntar ahora sobre la violencia que se le atribuye al Gobierno de Áñez, o a las fuerzas de Áñez. Pero antes de eso tenemos una curiosidad más estructural. Nos llama la atención que, después de estar casi catorce años en el poder, Evo Morales al fin no consolidó su dominio sobre el Ejército y sobre la Policía. ¿Cómo se explica eso?

«Bueno, yo creo que lo que no se generó en los últimos quince años fue algo que venía ya de mucho tiempo, en el caso de la Policía: que tú tienes una división muy estamental entre los segmentos oficiales de la Policía, los que pasan por el proceso de la Academia Nacional de Policía y pueden llegar hasta los altos rangos policiales y llegar a comandar, de lo que suponen los “clases” y los policías de base (que en realidad llegan solamente al grado de sargento), y que en muchos casos provienen de migración indígena pero que no tienen posibilidades de mejores condiciones de vida ni de ascenso.

Eso es un tema estructural de la Policía que no se ha resuelto en los últimos años. Hay una división muy marcada entre los oficiales que provienen más bien de estratos altos y la tropa policial, que es la policía que está en las calles, que hace el trabajo más duro pero que también tiene condiciones muy difíciles de trabajo.

Ese tema no se resolvió, y fueron esos oficiales, los que estaban a cargo de la represión, los que empiezan con la movilización. Entonces ahí hay un tema que no se resolvió. Si bien muchos de los cargos de los altos mandos fueron politizados, se institucionalizó el proceso de acceso a las grandes jefaturas policiales, a los comandos departamentales y el comando nacional, porque quien tenía obviamente la afinidad política dentro de la Policía podía acceder a esos cargos, pero los mandos inferiores seguían en condiciones muy difíciles. Es decir, obviamente se mejoraron condiciones de infraestructura, de equipamiento, pero nunca en términos salariales, en términos de jubilación, porque por ejemplo los policías exigen una jubilación al cien por ciento, que es lo mismo con los militares.

En el caso de los militares, yo creo que tiene que ver con una especie de cálculo político, porque ellos sí tienen y han recibido muy buenas condiciones en el Gobierno de Evo Morales. El comandante de las Fuerzas Armadas, hasta ese momento, que era el señor Kaliman, precisamente se había proclamado como un guerrero del proceso de cambio. Y eso es algo que había molestado a buena parte también de los altos mandos militares, en términos de que se había empezado a ver que el Ejército estaba siendo instrumentalizado políticamente o había fuerte injerencia política dentro del Ejército.

Eso yo creo que le costó a Kaliman la posibilidad de tener mayor respaldo del resto del comando policial, porque claramente afirmó el hecho de que el Ejército ya no era independiente con sus actos, no en términos explícitos, pero sí él demostraba que el Ejército estaba siendo penetrado políticamente desde el Gobierno. Y que eso, obviamente, rompía los escalafones, la escala de rangos, los procedimientos meritocráticos por los cuales los militares accedían a ciertos espacios de mayor decisión. Estas y más interesantes declaraciones de Carlos Revilla en esta entrevista exclusiva con Revista Abril.