¿Es mucho pedir?
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.
«Digan qué fue lo que realmente ocurrió en Washington en esa semana de reuniones. Digan abiertamente, en lugar de mantener un doble discurso, si han decidido aceptar elecciones en las que Ortega y su FSLN participarán, con todo lo que esto implica, y expliquen su visión sobre lo que esto implica. Presenten, como corresponde al espíritu democrático, las opciones que barajan, sin dobleces, sin vivezas. Hablen con la verdad a una población cansada de mentiras y traiciones»
Estoy de acuerdo con Félix Maradiaga en que (1) el régimen debe responder acerca de los miles de millones de dólares de la cooperación venezolana; a nadie debe sorprender el cinismo del aparato sandinista que quiere concentrar la atención de todo el país en los $14 o $15 millones que supuestamente la USAID ha dado a instituciones nicaragüenses; (2) esos fondos también han fluido a través de entes gubernamentales; (3) hay una dificultad intrínseca en practicar la transparencia financiera en los grupos opositores, porque toda información es usada por la dictadura para reprimir; (4) los nicaragüenses tienen derecho a recibir cualquier ayuda, venga de donde venga, para luchar por sus derechos humanos–aunque la preferencia de Ortega, por supuesto, sea convertir el conflicto en un pleito de burro amarrado contra tigre suelto.
Sin embargo me parece que la acusación, al estilo “fake news”, resuena más allá de la masa fanática leal a Ortega porque cae en un ambiente de dudas sobre la Alianza Cívica que más tiene que ver con su evidente falta de transparencia política, y con la tendencia de sus voceros a subestimar la sagacidad del pueblo nicaragüense y de maniobrar, excluir, mentir y convertir el proceso –supuestamente, de lucha democrática– en intrigas de grupos, reuniones en secreto, o reuniones cuyo contenido se mantiene en secreto, todo velado tenuemente por el doble discurso.
Por eso a estas alturas, aunque Félix salga al rescate, y haga un argumento válido, queda en el aire la percepción de que fluyen grandes cantidades de dinero en medio de las actividades de la Alianza, y la gente se pregunta, no sin razón–pero cada vez con más escepticismo–de dónde y para qué y para quién, porque tampoco es irracional ni antidemocrático ni insensato pensar que quien paga exige, que el que tiene plata platica, y todo lo demás. La gente ve los numerosos viajes de numerosos representantes a numerosas reuniones en numerosos países, que cuestan verdaderamente una fortuna, de tal manera que la pregunta es de esperarse, es natural, es legítima; es democrática.
¿Quieren confianza? Constrúyanla en lo político. Por ejemplo, paren de hablar de “conversaciones francas” en las que discuten con funcionarios de otros países “la situación de derechos humanos de Nicaragua” durante toda una semana. Digan mejor, por ejemplo, qué fue lo que realmente ocurrió en Washington en esa semana de reuniones entre múltiples miembros de los diferentes grupos de la oposición, funcionarios de Estados Unidos, de la OEA, etc. Digan abiertamente, en lugar de mantener un doble discurso, si han decidido aceptar elecciones en las que Ortega y su FSLN participarán, con todo lo que esto implica, y expliquen, de hecho, su visión sobre lo que esto implica. Presenten, como corresponde al espíritu democrático, las opciones que barajan, sin dobleces, sin vivezas. Hablen con la verdad a una población cansada de mentiras y traiciones, hambrienta de transparencia y libertad.
¿Es mucho pedir?