Escrito en piedra: ¿Competir en urnas con el criminal?

Carlos A. Lucas A.
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La “intelectualidad” sandinista en los 80 se hacía todo un colocho justificando la guerra, el reclutamiento forzado de hasta menores de edad, la negación de la objeción de conciencia, el unipartidismo, el lema de “dirección nacional, ordene“, las tomas arbitrarias y antidemocráticas de decisiones y todo el resto de cimientos totalitarios que como en el cerro Motastepe de los 80 (*), selló con las cuatro siglas partidarias fatídicas, hasta la geografía nacional.

Sobre el tema electoral, primero en 1984 y luego en 1989, hubo gazapos espectaculares desde el seno del sandinismo, como la frase de Bayardo Arce que el FSLN no estaba loco como para poner en rifa su poder, el de Ortega diciendo que a la oposición de esa época sólo le faltaba rogarle que les traspasase porque sí, su poder o como las airadas observaciones de sectores “intelectuales” que ridiculizaban los reclamos de elecciones justas, transparente y supervisadas de la oposición al FSLN.

Por ejemplo, las enérgicas declaraciones de Sofía Montenegro, desde el equipo de Barricada dirigido por Carlos F. Chamorro, contra las fuerzas que exigían más garantías electorales al FSLN y a Ortega, en la campaña electoral de 1989: “Objetivamente, la ley electoral podría calificarse como una ley absurdamente democrática, por medio de la cual quedan establecidas una reglas del juego no sólo limpias y honestas sino rayanas en el igualitarismo, para una contienda entre un partido de masas y una multitud de minorías minoritarias”. (ver: Revista Envío.No 93, mayo 1989) Como se ve, aunque Sofía es hoy una incuestionable opositora (sí, me corregís, al “orteguismo”, no al sandinismo), su ira política de aquel momento no se diferencia en nada de la ira y soberbia de la señora Murillo de hoy en día, incluyendo el descalificativo de “minorías minoritarias”.

El ex miembro de la Dirección Nacional del FSLN en los 80, Luis Carrión, hoy sandinista fuera del poder, explica muy bien la lógica que les impulsaba a resistirse a unas elecciones que podrían resultar (como en efecto lo fueron en 1990), azarosas. Dice: “Nosotros partíamos del concepto de que la Revolución era eterna, que sería para siempre. Porque lo que se había conquistado con tanta sangre y sacrificio no podía rifarse en unas elecciones. Pensábamos que si el poder lo habíamos conquistado arriesgando la vida y dejando una gran cuota de sangre en el camino, ¿cómo unos votos iban a cambiar eso?» (Ver CONFIDENCIAL del 19 julio 2019).

Ortega no ha dejado de razonar de esa misma forma (él es uno de los sandinistas en el poder) sobre lo azaroso de los procesos electorales, cuando no hay una conexión íntima entre un partido y la ciudadanía y los más de 500 asesinados que lleva a su cargo, junto a la virtual masacre viral que propicia su estrategia sanitaria de yoquepierdismo ante el coronavirus, así lo prueba.

En la situación actual, las reglas electorales de Ortega siguen siendo tan absurdamente antidemocráticas como en los 80, aunque con la ventaja que muchos sandinistas fuera del poder, han cambiado al día de hoy sus viejas apreciaciones sobre el totalitarismo sandinista…del “orteguismo”, nos corrigen de nuevo.

Una de las características del debate político en Nicaragua es que, a pesar de estarnos todos, de hecho, jugándonos la vida e integridad personal ( imaginate, Juan S. Chamorro hasta tuiteó alarmado en una ocasión que la “policía” -aún no los caracteriza como guardia sandinista o sicarios – lo había retenido recién… por 20 minutos), los sandinistas fuera del poder y sus aliados de viaje, atacan todo reclamo popular crítico, de demanda de participación amplia, de exigencia de rendición de cuentas, transparencia y coherencia política. Como en los 80, se exige autocensura o peor, silencio “administrativo”, la misma estrategia comunicacional de los sandinistas en el poder.

Aunque la realidad es tozuda, la prédica de la complicidad electorera con Ortega se presenta como una estrategia anti Ortega. Objetivamente, no hay diferencia real entre la estrategia del sandinismo en el poder “elKomandanteckeda” y la de la Colusión electorera de “que Ortega aterrice al suave“.

“Cárcel fuera de la cárcel”, tipificó a este sistema totalitario y fascista del sandinismo en el poder, la sandinista fuera del poder (o socialdemócrata, quizás se autodefiniría), Gioconda Belli, otro ejemplo de lo señalado. Pero se le reclama ante sus planteamientos: sí, cárcel dentro de cárcel y aún así, ¿iremos a elecciones para decidir que el carcelero siga siendo nuestro carcelero?

Como lo hacen algunos liderazgos que generaron expectativas en 2018 (por ejemplo, Félix Maradiaga: SILENCIO. Quizás debamos pedirle al presentador Jaime Bayly que les vaya entrevistando uno a uno para que les permita explicar su absurda estrategia electorera (Ortega necesitará muchas cajas de vino) y fijarnos si visten los mismos calcetines Sock de Noel Vidaurre.

(*) En el Cerro Motastepe, en una panorámica dominante casi desde todos los puntos de la Managua, una de las más viejas y sobrevivientes de las empresas nacionales, la fábrica “Rolter”, tuvo que tragar duro cuando en 1979, la dirección nacional del FSLN decidió sustituir esa marca de zapatos, por las enormes cuatro siglas de ese partido, que luego desaparecieron silenciosamente en los 90.